Chantaje de bajo coste
En 'Número Cero', Umberto Eco escribe una parodia feroz sobre el periodismo y la política
De tantas malformaciones como ha concebido el periodismo en su historia es posible que alguna encaje en la trama que Umberto Eco ha urdido en Número Cero. Dado el carácter instrumental que con frecuencia han tenido los periódicos para toda suerte de causas, incluso nobles, alguien debe de haber tenido alguna vez la idea de crear un periódico no para ser leído por el público, sino para extorsionar a los poderes establecidos con el propósito de buscarse un hueco entre ellos. Bastan unos pocos periodistas debidamente dirigidos y apenas unas decenas de ejemplares para intimidar a los destinatarios seleccionados. Todo muy barato e higiénico, sin el coste de su publicación, que siempre deja un reguero de sangre. Chantaje low cost.
Los hechos discurren en Milán, año 1992, unas semanas después de que el fiscal Antonio di Pietro destape los sobornos pagados a un político socialista por la adjudicación del contrato de limpieza de la residencia de ancianos Pio Albergo Trivulzio. Ésta sería la primera estación de la Tangentopoli, que en dos años arrasaría a la clase política reinante desde la caída del fascismo para desembocar en el primer Gobierno de Berlusconi, cuyo holograma se adivina tras la figura del commendatore Vimercate, editor de este diario que nunca verá la luz.
Número Cero es una parodia feroz del periodismo. Su reportero más aguerrido, por nombre Braggadocio, exclama en plena fiebre investigadora que “los periódicos no están hechos para difundir sino para encubrir noticias” mediante el método de ahogarlas bajo una inundación. Algo que Internet ha llevado al paroxismo. “Sucede el hecho X, no puedes obviarlo, pero, como pone en apuros a demasiada gente, en ese mismo número te marcas unos titulones que le ponen a uno los pelos de punta y tu noticia se ahoga en el gran mar de la información”.
El director de esta redacción fantasmal veta incluso en los números cero cualquier noticia que pueda rozar los intereses del propietario, se trate del asesinato del juez Falcone a manos de la Mafia o de los sobornos a políticos para conseguir contratos. La realidad es apenas un elemento aleatorio que debe someterse a la voluntad de amedrentamiento.
A falta de las tramas góticas que tanto ama, Eco se sirve de las delirantes investigaciones del reportero Braggadocio para dibujar una gigantesca red conspirativa que por espacio de medio siglo habría dominado la historia política de Italia desde la caída de Mussolini. Detrás de la intensa actividad terrorista registrada en los años de plomo (década de los setenta), el periodista encuentra sistemáticamente la larga mano de la Operación Gladio, una organización secreta creada por la CIA en Europa occidental para impedir la llegada al poder de los comunistas y cuya existencia confirmó Andreotti en 1990.
La transcripción literal de la autopsia de Mussolini tras su ejecución y posterior linchamiento en 1945 da pie al periodista a sostener que el difunto no era el dictador fascista sino un doble, sobre la base de que el informe forense no había registrado dolencias hepáticas previamente diagnosticadas. Y a partir de ahí elabora una rocambolesca fuga que a través del Vaticano y con ayuda de los americanos le habría conducido a Argentina bajo la sombra protectora de Perón. Borghese habría intentado devolverlo al poder en 1969 con su golpe de opereta de los guardias forestales, aunque lamentablemente el anciano dictador de 86 años habría fallecido en el viaje.
Nada relevante que ocurra en esos años en Italia escapa a la autoría intelectual de Gladio, tanto si los ejecutores son neofascistas bajo sus órdenes directas o unas Brigadas Rojas convenientemente infiltradas. Los atentados de Piazza Fontana o la estación de Bolonia, el asesinato de Aldo Moro, la eliminación del papa Luciani, el escándalo financiero del Banco Ambrosiano o el atentado contra Juan Pablo II son en la mente enfebrecida del periodista episodios de una estrategia de la tensión alentada desde el propio Estado. En ese periódico que nunca saldrá a la luz no falta el espía que informa a los servicios secretos de las peligrosas conclusiones de Braggadocio, que pagará su delirio con un disparo por la espalda.
Número Cero es una parodia del periodismo pero también de los políticos y aun de los jueces de un país que no ha sido capaz de fijar una versión fidedigna de su historia más reciente.
Número Cero. Umberto Eco. Traducción de Helena Lozano. Lumen. Barcelona, 2015. 224 páginas. 20,90 euros.
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