Galletas y tablas en construcción
El público participa en el proceso creativo de la obra de Carlota Ferrer 'Fortune cookie'
Al comer una galleta de la suerte nunca se sabe qué mensaje llevará dentro. No es raro repetir, coger una segunda galleta, no por apetito, sino por curiosidad, por saber que volverá a decir, y así, tantas veces como apetezca. Esto es Fortune cookie, una galleta con mucho por descubrir hasta para sus creadores. La pieza teatral dirigida por Carlota Ferrer con texto de José Manuel Mora se estrena este jueves en la sala Mirlo Blanco del Teatro Valle Inclán y estará hasta el domingo 12. Aunque no es un estreno, ni una obra al uso.
Fortune cookie es uno de los laboratorios de creación que comenzó en enero en LAZONAKUBIK (LZK). Un proceso de investigación que no culminará hasta que el telón se abra definitivamente el 12 de junio. Lo que esta semana van a ver los espectadores es “un borrador”, dice Mora. “No está cerrado, aún tenemos margen de maniobra”. Tras la puesta en escena habrá un coloquio. Se busca que el público sea creativo, que opine y sugiera. Que intervenga y sea uno más del equipo que cocina esta galleta de la fortuna, cuyo horneado ha sido diferente al proceso de elaboración tradicional. Lo habitual es escribir el guion y luego llevarlo a escena. “Aquí, el primer día de ensayo no había texto. Escribir sobre el escenario ha sido complejo y fascinante”, explica Mora. Reconoce que ha sido posible debido a que su voz sobre el papel y la de Ferrer sobre las tablas empastan perfectamente. Este entendimiento le ha dado libertad para trabajar. La misma que han tenido en LZK, ya que ese es uno de los objetivos que persigue en este espacio creativo: libertad, incluso, para equivocarse. Solo se pide un germen y a partir de ahí caminan por donde la idea les lleve. Hasta el domingo, el equipo de Fortune cookie tendrá la posibilidad de comprobar si van por buena ruta, de medir la distancia entre lo que han soñado hacer y lo que ocurre realmente.
En escena, un maestro taoísta, un funcionario dispuesto a que le vejen, una china embarazada de una niña -con lo que eso supone-, un muerto, una productora teatral con su padre, un traficante de retrovirales... Todos se mueven al compás de una coreografía marcada tan pronto por una canción de Julio Iglesias, como por la precisión de las artes marciales, con un momento sublime al que solo le falta el azul lapislázuli para ser un calco de El Descendimiento de Van der Weyden. Momentos que golpean, que pasan de la risa a la lágrima, del deleite al sufrimiento, el yin y el yang. Ferrer quiere que el público tenga una experiencia fuera de lo convencional. Que el teatro está lleno de vida, de vidas, puede sonar a frase hecha, pero en Fortune cookie es una realidad: es un ser que aún está creciendo.
Babelia
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