Misantropía a lo Woody Allen en castellano
José Luis Gil protagoniza sobre las tablas 'Si la cosa funciona', adaptación de una de las películas del cineasta
Las neuras del ser humano elevadas a la máxima potencia. Podría servir como frase, entre otras muchas, para definir lo que el cineasta Woody Allen lleva a la gran pantalla, y es uno de los motivos por los que el director de teatro Alberto Castrillo-Ferrer (Zaragoza, 1972) dijo un sí rotundo cuando el productor Pedro Larrañaga le preguntó si quería orquestar la versión teatral de Si la cosa funciona, protagonizada por José Luis Gil.
El actor, a quien una inmensa mayoría conoce por la serie Aquí no hay quien viva, camina con una inmensa mochila de personajes que van más allá de aquel Juan Cuesta. Televisión, cine y doblaje. Actor y director, locutor. Alrededor de cinco décadas siendo otros a ratos. “No es la primera vez que me subo al escenario, y siempre es un proceso curioso. El valor de la cercanía y la empatía con el público es algo muy importante para mí”. Él será Boris —Larry David en el cine—, uno de los muchos misántropos que Woody Allen creó y quizás el que más se aproxima a su álter ego.
Malhumorado, irónico y ególatra, enamorado, de repente, de una mujer 30 años menor que él. Suicida fallido, nihilista. Ese es el Boris que interpreta, con pasión, José Luis Gil. Intenso es la palabra que resume todo. “La síntesis de la película a la obra, el personaje… Todo ha sido sencillo y complicado a la vez. La base está, pero no se puede imitar. Hay que pasar el personaje por uno mismo, hacerlo creíble en la propia piel”. Para Gil, impaciente por tener público —se estrena mañanal en el Teatro Cofidis Alcázar—, nada es gratuito en esta pieza que cristaliza con maestría lo más negro del humor, el pesimismo irrefrenable y la agilidad de unos diálogos que resuenan como latigazos.
A su director, Alberto Castrillo-Ferrer, tampoco le faltan ganas de empaparse de la reacción del patio de butacas. “Ahí se ve el verdadero músculo de la obra”; una comedia a la que Castrillo hará seguimiento tras el estreno. “Ensayas, afinas, repites... pero no puedes olvidar qué fue lo que te sacó la carcajada la primera vez. No puede desvirtuarse. Y ese pulso también lo notas a través del público, con cada función”.
Lo hubiese vendido todo por tener la mente de Allen
Dice Castrillo-Ferrer que lo hubiese vendido todo por tener la mente del neoyorquino; y cayó rendido a los pies de esta pieza. “No es fácil, como ninguna lo es, más si es una adaptación del cine. Hubo cierta dificultad en recrear el ambiente, en contar la historia como un collage”, asegura el director, que ha intentado mantener la esencia e introdujo ligeros cambios en los diálogos para acercar al espectador español el característico vitriolo de Woody Allen. Magia traducida al castellano.
Babelia
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