Neil Patrick Harris, quiero y no puedo
El presentador languideció tras su buen arranque y la gala no levantó pasiones


Anunció que haría “algo mejor” para superar el selfie de Ellen DeGeneres, quien no solo triunfó en las redes sociales con esa fotografía histórica sino que logró 43 millones de telespectadores en EE UU. “Lo veo en mis pesadillas”, decía Neil Patrick Harris una semana antes de la gala. Leídas las primeras críticas y vistos los primeros datos de audiencia, algo más bajos que los estupendos logrados por DeGeneres en la entrega del año pasado, Harris no ha estado a la altura del reto.
Lástima: había presentado previamente con talento cuatro veces los premios teatrales Tony y dos los televisivos Emmy. Sin embargo, ayer estuvo fuera de tempo, como el peor miedo del batería de Whiplash. Empezó bien, parecía el ansiado presentador para el siglo XXI que tanto necesitan los Oscar y reivindicó con gracia la secuencia del calzoncillo de Birdman, pero poco más. A cada broma le seguía su propia cara de “si cuela, cuela”. El peor ejemplo lo dio tras salir del escenario la madre de un soldado que se había suicidado al volver a EE UU (era el Oscar al corto documental): Harris comentó que le envidiaba el vestido pero que no tenía pelotas para ponérselo.
Y la ceremonia se expandió en el tiempo hasta las 3 horas y 35 minutos, solo diez minutos menos que los Goya, y casi 30 menos que los César franceses, ganadores del título desde el pasado viernes de la ceremonia más aburrida de la temporada de premios de 2015. Y eso que en los César se reparten menos galardones que en las otras dos.
Las redes sociales estallaron en alharacas con el peluquín de John Travolta y su enorme capacidad para meter la pata gala tras gala, Internet cortocircuitó con Lady Gaga cantando Sonrisas y lágrimas, en lo que más parecía su postulación para un futuro filme Disney (la gran dama Julie Andrews la refrendó con su abrazo), y solo hubo buen ritmo en dos números musicales: Everything is awesome, de La Lego película —enorme momento pop— y Glory, de Selma, con parte del patio de butacas llorando. O en pie (llamativo y comprensible el salto hooligan de Meryl Streep y Jennifer López por las palabras de Arquette), coreando las palabras de quienes iban recibiendo galardones. La emoción surgía de ellos y no del guion de la gala: en esas piedras encalló la apuesta de Harris.
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