Encarnación Marín, ‘La Sallago’, cantaora veterana y ‘venerable’
Gran saetera, era la decana de los artistas flamencos
El pasado fin de semana falleció en su tierra natal la veterana cantaora Encarnación Marín, La Sallago (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, 1919). Era, sin lugar a dudas, la decana de los artistas flamencos y, dueña de una vitalidad admirable, estuvo actuando hasta hace no mucho tiempo. Se va de esta forma la única superviviente de Los Venerables, aquella irrepetible colección de artistas que José Luis Ortiz Nuevo reunió en 1994 dentro de la VIII Bienal de Flamenco de Sevilla, un emotivo homenaje a los mayores en el que participaron históricos ya desaparecidos como La Niña de La Puebla, Fernanda y Bernarda de Utrera, Chano Lobato, Pies de Plomo, Luis Caballero, Sordera o Juan El Camas. Encarnación ya había empezado a ejercer de veterana desde algunos años antes, pues el mismo Ortiz Nuevo había producido en el año 1986 Los últimos de la fiesta, una grabación, con gira posterior, que contó con figuras legendarias como Tragapanes, Maera, Habichuela el Viejo, La Periñaca, Tía Marina, El Negro, Isidro Sanlúcar y La Sallago, entre otros. Muchos años después, en 2012 y nonagenaria ya, habría de volver a la Bienal sevillana para compartir escenario con la joven cantaora sanluqueña María Mezcle que, por edad, podría ser su nieta. Y así hubiera seguido, pues el Círculo Flamenco de Madrid tenía programado para febrero un encuentro de reconocimiento y gratitud con la artista.
Esa casi eterna condición de mayor de La Sallago viene en parte determinada por su tardío acceso al mundo profesional, que no se produce hasta inicios de los años setenta del pasado siglo y de una forma que no es inédita en el mundo de las mujeres del flamenco. Ella comienza a cantar en público solo después de enviudar y para sostener económicamente a su familia.
Ignoro si, como en el caso de La Periñaca, el hecho tuvo que ver con alguna prohibición marital, pero el caso es que no fue hasta entonces cuando empezó a mostrar públicamente sus conocidas dotes cantoras adquiridas de forma natural por sus vivencias dentro de una familia con una afición transmitida por generaciones.
Fue una gran saetera, y de ella también se han destacado sus cualidades festeras, pero Manuel Ríos Ruiz la llegó a calificar de cantaora larga, algo que la definía tanto como su fuerza, gracia y espontaneidad en el escenario. Con esas credenciales grabó discos en solitario, participó en otros colectivos y trabajó en importantes tablaos de la capital, así como en giras, compartiendo escenarios con los principales de la escena de su tiempo.
En 2006, la federación provincial de peñas flamencas editó un disco antológico que vino a coincidir con la publicación de su biografía, escrita por su paisana y profesora Mariuca Cano. Su ciudad natal la ha sabido honrar tanto en la vida como en la hora del adiós, con las banderas del Ayuntamiento a media asta. Se ha ido, además, con una plaza que lleva su nombre y el cercano homenaje que se le realizó en el último Festival de Música, A Orillas del Guadalquivir, de Sanlúcar.
Babelia
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