Corazón y cabeza
Dos recitales líricos de envergadura, de estéticas y criterios interpretativos muy diferentes, han coincidido en el teatro Real en el plazo de ocho días
Dos recitales líricos de envergadura, de estéticas y criterios interpretativos muy diferentes, han coincidido en el Teatro Real en el plazo de ocho días. Los dos eran de carácter monográfico, el del contratenor francés Philippe Jaroussky estuvo dedicado a Vivaldi, y el del tenor inglés Ian Bostridge a Benjamin Britten. En una primera aproximación los dos artistas son algo así como el corazón y la cabeza del canto, por sus acercamientos emotivos e intelectuales. Jaroussky es la quintaesencia del canto afectivo y Bostridge de la reflexión vocal.
Jaroussky ha conquistado la sensibilidad del público melómano madrileño. En su anterior visita, en octubre del año pasado, se centró en Porpora, con lo que la sombra de Farinelli apareció por todos los rincones. Ahora su eje es Vivaldi con motivo de la aparición de su disco Pietà, dedicado a obras sacras del compositor veneciano. En marzo vuelve con una selección de melodías francesas basadas en textos de Verlaine y antes, en enero, interviene en una ópera de Agostino Steffani en versión de concierto con la orquesta del Festival de música antigua de Boston.
Las voces del real
Philippe Jaroussky, contratenor, con Ensemble Artaserse en obras de Antonio Vivaldi; e Ian Bostridge, tenor, con Julius Drake, piano, y Alejo Pérez, dirección musical, en obras de Benjamin Britten. Teatro Real, 10 y 18 de diciembre.
En Madrid, Jaroussky es como uno más de la familia. Es admirado y, sobre todo, querido. Su capacidad de comunicación es portentosa y está basada en la sencillez, en la naturalidad. No necesita las florituras y exhibicionismos vocales para triunfar. Su mérito principal es la delicadeza melódica, la sensación de cercanía. Canta sin esfuerzo aparente y envuelve con su fraseo calido. En esta ocasión tuvo además el acompañamiento de un grupo intrumental extraordinario, el Ensemble Artaserse, creado por él mismo y varios de sus músicos más próximos en 2002. En el Concierto en La menor para dos violines RV522, por ejemplo, hicieron diabluras, y en todo el concierto complementaron a la perfección con sus acompañamientos la línea vocal del contratenor. Al final el público del Real acabó puesto en pie aclamando al cantante. Emocionante.
No fue menor el interés que suscitó, aunque desde otras perspectivas, el tenor Ian Bostridge, en un cuidadísimo programa dedicado a Britten, que tuvo en el Nocturne, opus 60, su momento más excelso, con un acompañamiento de la orquesta del teatro Real, en un formato camerístico de 23 instrumentistas, verdaderamente extraordinario por su pulcritud y musicalidad. Alejo Perez dirigió con exactitud y delicadeza, y así la obra adquirió un tono de comunicación más elevado que los conceptuales Five Canticles de la primera parte, en la que Bostridge estuvo acompañado por el pianista Julius Drake, el contratenor Anthony Roth Costanzo o el barítono Duncan Rock, además de solistas como Mickaele Granados al arpa o Fernando Puig a la trompa.
Ya en su anterior comparecencia en Madrid, a principios de año, Bostridge se había acercado al mundo de Britten, aunque entonces en seductor “dialogo” con la música de su compatriota inglés John Dowland (1563-1626) Ahora ha vuelto a sacar a flote su flexibilidad y su profundidad en unas lecturas cargadas de evocación y sentido analítico. En febrero Bostridge volverá a Madrid al ciclo de Lied del teatro de La Zarzuela con obras de Schumann, Liszt y Strauss. Su recital del Real deja un un recuerdo imborrable por lo infrecuente de las obras y por la seriedad intelectual y artística que en todo momento desprendió su actuación.
Babelia
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