El pudor del escritor Javier Pradera
Amigos y expertos en su obra sostienen que no quiso publicar por "autoexigencia"
La figura de Javier Pradera es conocida como editor, analista político y columnista y editorialista de EL PAÍS. Aunque no era demasiado dado a hacer públicos sus escritos largos, la publicación en los últimos dos meses de dos libros viene a desmentir ese principio. Sin embargo, es lógico plantear por qué Pradera (San Sebastián, 1934-Madrid, 2011), que dio a conocer a tantos escritores, no editó sus propios textos. “Era muy exigente con los autores, y también consigo mismo; su condición de editor le frenaba”, señala uno de sus amigos, Patxo Unzueta, columnista de este diario, quien cuenta que el primero de esos dos libros póstumos, Corrupción y política. Los costes de la democracia(Galaxia Gutenberg), “lo tenía terminado en 1994”. Unzueta conservó durante años el único original de aquel “diagnóstico verificado” que abordaba temas hoy muy de actualidad, como la financiación de los partidos.
El segundo volumen que lleva la firma de Pradera fue presentado ayer: La mitología falangista (1933 a 1936), editado por el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales y con introducción de José Álvarez Junco, quien comentó: “Pradera se distanció de lo que le habían enseñado y señaló las incoherencias de un movimiento que fracasó en conseguir el apoyo popular”. Álvarez Junco agregó que Pradera escribió “un ajuste de cuentas con su propio pasado”.
En el texto, el que fuera miembro del Partido Comunista de España entre 1955 y 1965, analiza la ideología de la Falange, formación fundada por José Antonio Primo de Rivera a imagen del fascismo mussoliniano. “Lo finalizó en 1963 y probablemente pensó en ello como tesis doctoral”, apunta el historiador Santos Juliá, autor de Camarada Javier Pradera (Galaxia, 2012), en el que recogió cartas del ensayista a su compañero de partido Jorge Semprún e informes al PCE.
“Durante los meses que Javier estuvo en la cárcel y en arresto domiciliario por sus actividades, leyó la obra de José Antonio. Pero por su labor como editor en Fondo de Cultura Económica lo dejó pasar y creyó que se perdía el interés”, subraya Juliá. Además, en la España de Franco era imposible que se publicase un tratado que desnudaba la endeblez ideológica de Falange. “Sin embargo, no tiró aquellas hojas, lo que significa que algo de aprecio les tenía”.
“Esas hojas las encontramos en unas carpetas en un desván dos años antes de morir Javier”, recuerda su viuda, Natalia Rodríguez-Salmones. “Estaban escritas a máquina y con humedades”. Juliá utiliza también la palabra “autoexigencia” para explicar por qué Pradera quiso guardar su producción en los cajones. En la presentación, la catedrática de Geografía Josefina Gómez Mendoza, que se declaró “praderóloga”, mostró su sorpresa por “lo terminado que estaba el libro pese a que Javier lo escribió muy joven”.
Otro testimonio es el de la editora María Cifuentes, que trabajó en Alianza con Pradera. “Tenía mucho pudor a la hora de escribir, y pavor a publicar un libro. Cuando todos los editores querían un libro suyo...”. Al hombre que fundó y codirigió con Fernando Savater la revista Claves de Razón Práctica le faltó tiempo para lo que sí quería publicar, sus memorias, dice Cifuentes.
Rodríguez-Salmones cuenta: “Todos le pedían que las escribiera porque se podría seguir una historia de España desde la guerra. La muerte de algunos militantes comunistas le llevó a iniciarlas, para contar cómo un chico de derechas pasó a tener conciencia de comunista”. Ahora que están en las librerías dos obras suyas, dice la viuda del autor: “Seguro que las hubiese revisado y reescrito hasta eternizarse”.
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