El carrusel de Thornton
La compañía Ruta 40 presenta 'La larga cena de Navidad' en el Círculo Maldá en Barcelona
Si queréis partirme el corazón, escribió alguien, contadme la historia de una familia a través del tiempo. A mí me lo ha partido la joven compañía Ruta 40 en el barcelonés Círculo Maldá, según receta de Thornton Wilder: La larga cena de Navidad (1931) narra noventa años de la vida de la familia Bayard en apenas sesenta minutos. Arte sereno y minucioso (los ritmos, el vestuario de época, la comida imaginaria y tangible) y siete notables intérpretes que van encarnando, con sencillez y sutileza, a abuelos, padres, madres, hijos y nietos. También hay que aplaudir, por infrecuente, que se hayan lanzando al ruedo con ese amplio reparto. Me gustan todos y todas, pero quiero destacar la luz, la verdad y la emoción de María Rodríguez, que parece habitar en un cuadro de Casas. A las órdenes de Alberto Díaz han cocinado, en versión catalana de Victor Muñoz, uno de los espectáculos más delicados y a contracorriente de la temporada: ya no están en cartel, pero vuelven el 22 de enero. La reconcentrada miniatura de Wilder me trae ecos de Joyce (Los muertos) y Welles (El cuarto mandamiento), y me ha hecho recordar que ha sido tradición navideña en Madrid durante varios años, en Guindalera, y luego en los Teatros del Canal, la pasada temporada, gracias al empeño de Juan Pastor, que le dedicó el montaje a su maestro, William Layton.
Se pone en marcha el carrusel de la memoria, porque fue Thornton Wilder quien le contagió a Layton su pasión española (era un devoto de Lope), y quien le “acercó” a nuestro país al llevarle a Londres, como actor, recién acabada la Segunda Guerra, para formar parte de una puesta de Nuestra ciudad (1938), su obra maestra, que retoma y expande el tema del ciclo de la vida, con su alternancia de nacimientos y muertes, abordado siete años antes en La larga cena de Navidad.
La larga cena de Navidad narra la vida de la familia Bayard en sesenta minutos
Pienso en Nuestra ciudad y recuerdo que el gran José Luis Alonso descubrió su vocación durante el estreno de la obra en España, en 1944, a cargo del no menos grande Luis Escobar, en el María Guerrero. “¡Yo quiero dedicarme a este oficio maravilloso!”, exclamó Alonso aquella noche, y así lo hizo. Andaba pensando en en historias de padres e hijos y legados, cuando me llama José María Pou, para quien José Luis Alonso fue un mentor incontestable, y me cuenta, cerrando esta “constelación Wilder”, que acaba de interpretar el papeldel narrador, del stage manager de Nuestra ciudad, en la producción teatral navideña de la Cadena Ser, otra feliz tradición que se retomó el pasado año con el Christmas Carol dickensiano. La función, en versión y dirección de Juan Cavestany, tiene un reparto espectacular, con nombres como Carmen Machi, Juan Echanove, Irene Escolar, Javier Cámara, Pepe Viyuela, José Coronado y un largo etcétera: todo un regalo.
Yo no he visto nunca Nuestra ciudad en España, y me gustaría. Se me escapó el montaje de Francisco Vidal en 2011; si ha habido otros, los desconozco. En el mundo anglosajón sigue siendo un clásico. Con ella volvió Paul Newman a Broadway en sus últimos años, en 2004, en el papel que ahora interpreta Pou, y acaba de ser, por cierto, un gran éxito en el Almeida londinense, que ha ofrecido una nueva versión, con actores británicos, del montaje de David Cromer en 2009, en el Barrow Street Theater del off Broadway.
Babelia
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