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De frente| Eduardo Arroyo

“Pertenezco a esa cofradía estúpida y miserable que pinta”

El artista madrileño reniega de los últimos Gobiernos, de la sociedad civil y de su profesión

Juan Cruz
El artista madrileño, Eduardo Arroyo.
El artista madrileño, Eduardo Arroyo. Bernardo Pérez

¿De qué color es ahora España? Manet la pinta de rosa y negro en El torero muerto y en Lola de Valencia. Me gustan esos colores. Pero creo que el lío tremendo de España debe pintarse ahora en Technicolor.

¿Cuál es la raíz de este color confuso? Hubo varias decadencias. Una, la pérdida de las colonias. La que vivimos ahora empieza el primer día del Gobierno de Zapatero. Es cuando acaba el entusiasmo.

¿No fue la crisis? Son jodidas, pero he vivido 17.000. Los políticos son desilusionantes desde hace años en Europa, y Zapatero marcó esta desilusión aquí.

¿Sólo él? La sociedad civil se está cargando a España. Y la deserción del Estado, que no hace nada. No hay nadie que vaya a hacer algo en Cataluña. Murió el gran editor Vallcorba y ni dios de Cultura fue al funeral. El embajador francés rindió homenaje a los liberadores de París. El Estado no fue.

Está muy lastimada la autoestima. Es una catástrofe, una profunda degradación. Un mundo fantástico donde todo el mundo hace responsable al otro.

¿Qué nos puede animar? Tienen que cambiar las reglas del juego. Creo en la energía del ciudadano de a pie. Ese personaje abandonado no se arredra. El Gobierno, tan economicista, lo ha arrumbado. Es el país el que me mantiene optimista.

¡A ver cuándo coño me van a dar el Premio Velázquez...! Y no rechazarlo, claro; los que lo rechazan son los más subvencionados

¿Cómo afecta esto a su oficio? Si tuviera veinte años no se me ocurriría ser artista. En la mejor de las hipótesis sería bibliotecario. En la peor, editor. No se me ocurriría vivir en este horrible circo.

¿Por qué es un circo? Es un abandono total. Todo el mundo es artista, todos quieren estar en los museos; todos son fotógrafos con sus móviles. La dispersión es total.

¿Nada que hacer? Esta situación patética la alimenta el Gobierno; aunque no mucho, indudablemente incide. Este era un oficio de parias que sabíamos que íbamos a acabar bajo un puente. Ahora la ambición lleva a algunos a simularse vanguardistas para no ser tachados de cutres.

¿Qué sería para usted un artista? Yo soy un viejo pintor que de joven veía en París a los viejos pintores, que me admitían. En ellos veía cuál iba a ser mi vejez. Cambiaron las reglas del juego.

¿Qué pasa ahora? Los museos están colonizados estúpidamente por artistas sin interés, que creen que son modernos. Eso no ocurre en música o literatura, donde coexisten artistas de todo tipo. Yo hago aún una cosa desagradable: pinto al óleo y huelo a esencia de trementina.

Imagínese ante un lienzo contando este momento de España. ¿Qué figuras le vendrían? Somos un país que representa, completamente enmascarado. Lo he pintado. Para ahora me interesaría el retrato de Dorian Grey; pintar cuidadosamente una escena y luego estamparle un cubo de trementina para destruirlo.

Imagínese en medio de un naufragio. Grite lo que quiera. ¡A ver cuándo coño me van a dar el Premio Velázquez...! Y no rechazarlo, claro; los que lo rechazan, por cierto, son los más subvencionados... Empezaron dándoselo a Gaya, a Tàpies, a Palazuelos, a Juan Soriano, a Antonio López, a Luis Gordillo. Y luego empezaron a dárselo a ilustres desconocidos, hasta llegar a Esther Ferrer, a la que respeto y que está bastante bien...

¿Lo merece? Pues sí, lo merezco. Dos lo merecen más que yo: Rafael Canogar y Darío Villalba, pero desgraciadamente para ellos pertenecen a esa cofradía estúpida y miserable que pinta y a la que yo también pertenezco. Ellos que pintan, como yo, pero no saben que no pintamos nada. Y esta es la historia que me gustaría gritar.

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