El estúpido bigote de Tono y Mihura
Resucita la comedia que los fundadores de ‘La codorniz’ crearon al doblar con su humor absurdo una opereta austriaca
¿Es Johan Strauss el padre del chotis y las sevillanas? ¿Sabrán sus herederos que el rey del vals fue ridiculizado por dos grandes del humor español como Tono (Antonio Lara de Gavilán) y Miguel Mihura en una película austriaca pero doblada con la verborrea absurda y el ingenio delirante habitual de los fundadores de La codorniz? Hoy, tras casi siete décadas desaparecida, se podrá ver en la madrileña Cineteca Un bigote para dos, "una película de gracia estúpida, que es la gracia mayor de todas las gracias" (según sus creadores), o el resultado de que Tono y Mihura doblaran en 1940, cambiando diálogos y trama, Unsterbliche melodien, un filme austriaco de 1935 que a ritmo de opereta recorría la vida del compositor Johan Strauss. Según Santiago Aguilar, uno de los urdidores de esta versión, "lo que hoy se estrena no es ni una restauración ni una recuperación ni nada que se le parezca. Es sólo una oportunidad de ver lo que pudo ser la película: una aproximación filológica, vamos".
Porque lo que han hecho Aguilar y Felipe Cabrerizo no es tanto una resurrección como un glorioso divertimento: han localizado la película original y la han subtitulado con el guion de Tono y Mihura. Desgraciadamente el doblaje y la música se ha perdido en el tiempo: las diez copias con las que se estrenó Un bigote para dos no existen desde 1949, la última vez de la que exista constancia histórica que se proyectara esta comedia.
Aguilar -que hace años formó La cuadrilla junto a Luis Guridi y así dirigieron películas como Justino, un asesino de la tercera edad- es amante del humor de Mihura y Tono. "En 2005 Felipe y yo empezamos a escribir para la Filmoteca el libro La codorniz en cinta. Del humorismo al cine y vuelta. 1928-1978. Quisimos establecer las conexiones entre el cine y la revista La codorniz. Dentro de aquel estudio lo más complicado de localizar fueron las primeras películas, las de los años treinta". Y surge esta historia. "Enrique Jardiel Poncela hizo unos doblajes en 1933 de cortos mudos de 1903 y 1904 que llamó Celuloides rancios. Se estrenaron seis y no continuó la serie. Y cuando acaba la Guerra Civil, Tono y Mihura, impulsados por la productora y distribuidora CIFESA, hacen algo parecido, inspirados en las Canciones estúpidas, una serie que tenían en revistas como La ametralladora, y en las que cogían, por ejemplo, cuplés populares y los adornaban con fotos exóticas como gorilas. Ellos pensaron que esto se podría hacer en el cine. Así que en 1940 empezó la carrera entre Jardiel Poncela por llevar al cine su Celuloides rancios y Tono y Mihura por crear una película que se basara en las Canciones estúpidas. Miguel Mihura sacaba ventaja porque mientras el resto de esa generación había ido a Hollywood y vuelto, él y su hermano mayor Jerónimo se quedaron trabajando en los estudios CEA en doblaje". Jardiel Poncela coge una película catalana de 1916 y la rebautiza como Mauricio, una víctima del vicio, donde se ríe de este melodrama rancio. "Mihura y Tono están mano sobre mano esperando abrir La codorniz, y mientras publican otras revistas y CIFESA les ofrece este doblaje".
No se sabe si alguien de CIFESA les propuso revisar absurdamente la opereta o es una idea de la pareja. "No hay constancia histórica. Sí sabemos que en CIFESA tenían mucho material procedente de la Alemania nazi, y en esa época la opereta era un género muy popular. Tenían que darle salida. La pareja dedica el verano de 1940 a su doblaje, y rebautizada como Un bigote para dos se estrena en noviembre en el cine madrileño Rialto". Quedan rastros de diversas proyecciones de sus 10 copias en varios años. "Hasta 1949, que comparte un extrañísimo programa doble con La corona de hierro, de Alessandro Blasetti, en el cine Alcántara. A partir de ahí ya no hay rastro". Un bigote para dos y Mauricio desaparecieron como tantas otras películas de celuloide.
Pero a Aguilar le carcomía el gusanillo. "Por puro placer personal quería ver la película". Sabía que el guion de doblaje con los diálogos, presentado a la censura por CIFESA, estaba en el Archivo General de la Administración en Alcalá de Henares, gracias a la investigación previa de Fernando Lara y Eduardo Rodríguez Merchán para el libro Miguel Mihura. En el infierno del cine. "Hasta en su control administrativo fue delirante. En la ficha de la censura escriben tras el epígrafe 'actores': 'No es relevante'. Es una película pirata, de la que solo avisan que usan material austriaco. Y encima logran la nacionalidad española solo por el doblaje".
Otra cosa ha sido encontrar la película austriaca. Han expurgado por la web a la búsqueda de alguna huella de Unsterbliche melodien, hasta que un internauta les avisó sobre una página estadounidense especializada en películas alemanas de esa época, "es decir, nazis y afines". Allí aparece el DVD con la película con un documental y un anuncio. "La compré en junio, hemos estado trabajando el material en verano, y documentamos el proceso para la revista Caimán". Hoy, dentro de la sesión mensual de proyecciones que esta publicación celebra en la Cineteca por fin podrá verse esta joya del humor.
¿Qué hay en Un bigote para dos? "Por de pronto, algo fascinante para mí surgió durante el subtitulado. Descubrí cómo trabajaban, cómo iban puliendo los diálogos. Lo hicieron justo después de escribir a cuatro manos la obra Ni pobre ni rico sino todo lo contrario [que se estrenaría años después]. Y parte de sus mecanismos de su humor se reflejan en la película. Por ejemplo, sus cambios de nombres. Strauss se convierte en Enriqueto, el señor del bigote; una de sus novias deviene en Manolita, una cantante con voz de tenor... Tienen una capacidad gloriosa de subvertir todo lo que tocan. Mira, esa teoría que les califica de franquistas acomodados, que usaban un humor sin interés ni valor se viene abajo cuando descubres toda la carga que esconde la película. Claro que tuvieron su carnet de la Falange, porque así podían viajar libremente, y Tono y Mihura dirigieron revistas del bando sublevado; sin embargo, no se casaron con nadie y no respetaban ni a la familia... ni a la ley de la gravedad".
En Un bigote para dos cambiaron todos los rótulos, y por ejemplo convierten el estreno de una opereta de Strauss en el siguiente intertítulo: "Esta noche debuta la señorita Lilí como empleada de los lavabos". El argumento romántico, que desarrolla los años en que Strauss, viudo de su primera esposa, se decide entre otras dos mujeres -una buena y una mala- acaba convertido en pura broma. "A la buena, Manolita, le ponen voz de tenor y el ahora Enriqueto ya no se siente atraído por ella. En cambio, la pizpireta Lilí le regala patatas fritas. Tono y Mihura son maestros de los desplazamientos: si la casquibana vuelve a casa en un coche, ellos no dicen que se ha liado con el conductor sino que quien le interesa es el caballo. El humor usa como trampolín el absurdo. El espectador actual disfruta de unas bromas muy avanzadas para 1940". Añadieron dos planos, hoy desaparecidos: de una tormenta y de un hombre desnudo, que sirve en uno de los grandes gags del filme. "No remontaron más, con su imaginación era suficiente para darle la vuelta a la película. Cada vez que se escuchaba en el sonido original la palabra achtung ellos la sustituían por Antón. Y el final, que prefiero no desvelar, es maravilloso". La investigación de Aguilar y Cabrerizo se publicará en febrero bajo el título Un bigote para dos. El eslabón perdido de la comedia cinematográfica española. "Espero que el público disfrute de esta pieza desconocida del puzzle de la comedia española. Es un hallazgo que el espectador actual verá con otros ojos al de los años cuarenta. Y sobre todo, que es divertidísima",
Babelia
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