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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Kill Ruiz

Muchos se preguntan al verlo dimitir en comparecencia algo barroca si Ruiz-Gallardón tiene futuro político. En política, visto desde los medios, solo se tiene presente

David Trueba

Ha habido pocos personajes en la política española como Alberto Ruiz-Gallardón. Desde la juventud ocupa cargos de enorme responsabilidad política y social y ha tenido enfrentamientos tan duros con líderes de su propio partido que le ganaron el cariño de todos aquellos que valoran la insumisión. Si ha caído del gobierno Rajoy es por méritos propios. En un gobierno que no va a cambiar de ministros en toda la legislatura es glorioso salir así. El presidente Rajoy es una roca y si algo ha demostrado, de manera eficaz y nada ruidosa, es que manda como pocos políticos han mandado en España y en sus partidos en las últimas décadas. Mirado por encima del hombro, va siendo hora de que a Rajoy se le reconozca su perfil implacable.

Muchos se preguntan al verlo dimitir en comparecencia algo barroca si Ruiz-Gallardón tiene futuro político. En política, visto desde los medios, solo se tiene presente y él es puro presente. Para ejemplo de salidas de escena tenemos a Esperanza Aguirre, que prometió el día de su retirada irse a cuidar de los nietos y el marido y a estas alturas los nietos y el marido habrán tenido que recurrir al auxilio social si la querían en casa y contándoles cuentos. Son bestias políticas de un calibre tal que las televisiones, radios y periódicos españoles se han rendido a ellos siempre que han necesitado un nuevo presente. Gallardón maneja los tiempos con la habilidad del zorro de larga mirada. Absténganse los enterradores de cometer el error de la precipitación. Saldrá de su tumba como Uma Thurman en Kill Bill.

Para apreciar el servicio que Gallardón le ha hecho al gobierno de Rajoy conviene recordar algo escrito en esta misma página en marzo de 2012. Sabíamos ya por entonces que la ley del aborto no tendría recorrido. Era una impagable estrategia para distraer la atención mediática y social. El debate nació, recuérdenlo, cuando arreciaban los recortes, las renuncias sociales y la refutación del programa con que Rajoy ganó las elecciones. Sirvió para cohesionar a seguidores decepcionados. Fue útil en la supervivencia mediática. Con una pátina conservadora ganada en su labor de ministro, Gallardón se va. En política nunca hay futuro, pero los medios estarán siempre abiertos para sus nuevos presentes.

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