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La fuerza del corazón

Para el oyente, las baladas románticas son dardos certeros en la diana de su corazón

Portada de '3', el cuarto álbum de estudio de Alejandro Sanz.
Portada de '3', el cuarto álbum de estudio de Alejandro Sanz.

Si de algo anda sobrada la música popular —aquí y en todas partes— es de canciones de amor. Y por algo será: para el oyente, las baladas románticas son dardos certeros en la diana de su corazón; historias que evocan historias. Para el músico, el amor (junto con su antítesis, el desamor) es el fertilizante principal de su escritura. El amor, no descubrimos nada, inspira.

Pero, cuidado: hay canciones de amor y canciones de amor.

Las que recoge este CD son, lisa y llanamente (y parafraseando a Serrat), las más bellas historias que la música española tuvo y tendrá. Una soberbia selección que demuestra que el amor no siempre es blando, ni ñoño, ni cosa de adolescentes, ni recurso fácil, ni un cúmulo de lugares comunes. Reúne a consumados especialistas en la materia, como Alejandro Sanz, José Luis Perales, Camilo Sesto o Pablo Alborán. Pero también a artistas que se han arrimado a la temática amorosa de forma ocasional, como Joaquín Sabina, Revólver o Víctor Manuel. Incluso a intérpretes que pusieron sus robustas voces a tramas pergeñadas por otros, caso de Rocío Jurado, Isabel Pantoja, Rocío Dúrcal y Malú.

Hay obsequiosas promesas de amor juvenil y declaraciones de amor maduro; fechadas en la década de 1970 y en el siglo XXI… ¡Y qué distintas! Incluso dos canciones homónimas no pueden ser más diferentes: Solo pienso en ti, de Víctor Manuel, narra el noviazgo verídico de dos discapacitados; Solo pienso en ti, de C.R.A.G., pura ficción, describe a un pintor embelesado con su modelo.

En realidad, todas estas canciones tienen una sola cosa en común: celebran las mariposas en el estómago.

Alejandro Sanz

La fuerza del corazón (Alejandro Sanz)

Alejandro Sanz 3

Warner Music, 1995

Primer corte del disco que sirvió de puente entre el héroe para adolescentes y el ídolo adulto de ventas estratosféricas, La fuerza del corazón es un himno al poder del amor, descrito como un torbellino místico que todo lo puede. El corazón, poner el corazón en algo, es lo que nos hace crecer y superar adversidades. “No hay nada en este mundo que nos llene y nos mueva tanto como el amor”, explica Alejandro Sanz. “Algunas de las luchas más importantes que ha librado el ser humano han sido por amor. El amor se ha sobrepuesto a prejuicios, leyes injustas, mandatos religiosos impuestos por el hombre, rechazos y condenas de todo tipo… El amor ha sobrevivido a todos los obstáculos que se le han puesto, y las personas son capaces de poner en riesgo todo, incluida la propia vida, por amor. A esa energía le dediqué esa canción”.

Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán

Solo pienso en ti (Rodrigo García)

Señora azul

Hispavox, 1974

Prácticamente ignorado en su momento, el primer disco de este inigualable cuarteto es hoy un reivindicado clásico. Lo mismo que una de sus mejores canciones, Solo pienso en ti: la originalísima historia del pintor enamorado de su modelo que, incapaz de avanzar en su cuadro, sospecha que si ella sigue acudiendo a su inactivo taller es porque siente lo mismo que él.

“Refleja una situación de amor diferente”, explica su autor, Rodrigo García. “Siempre he intentado salirme de los cauces trillados. Es una ficción que nace de mi interés por la pintura, como aficionado. Tenía en mente cuadros como La Venus del espejo, de Velázquez, o los retratos de Julio Romero de Torres”.

Entre las versiones más conocidas de esta oda a la belleza de la mujer están las de Miguel Bosé, Amistades Peligrosas y Enrique Urquijo a dúo nada menos que con Jackson Browne, “una de las más conseguidas”, concede Rodrigo.

Álex Ubago con Amaia Montero

Sin miedo a nada (Álex Ubago)

¿Qué pides tú?

DRO, 2001

“Me muero por conocerte…”, dice el estribillo de esta acalorada letra que plasma como pocas la desesperación del enamorado que aún no ha dado el primer paso. Ubago la compuso a los 19 años, en su época de universitario, pensando en una compañera de clase. “Era lo que sentía en ese momento”, reconoce. “Vi a esa chica en mi clase, pero yo no la conocía. La historia es bonita, porque luego fue mi novia durante un tiempo y supo que existía esa canción y que estaba escrita para ella”. Con un corte italiano evidente (“tenía mucha obsesión con una canción que se llama Margarita, de Riccardo Cocciante, y está muy inspirada en ella”), Sin miedo a nada fue el gran éxito de su primer disco, gracias, en parte, a la fuerza del dúo con Amaia Montero. “Le propuse colaborar y fue ella quien eligió esta canción. Amaia la llevó a otra dimensión”.

Rocío Jurado

Como yo te amo (Manuel Alejandro)

Señora

RCA, 1979

Aunque la fructífera relación entre Rocío Jurado y Manuel Alejandro —y, por ende, la transformación de la folclórica en baladista pop— había empezado tres años antes con la notable A que no te vas, para la película La querida, y en 1978 él ya le había compuesto un disco casi entero (De ahora en adelante), no fue hasta el sensacional Señora cuando la brillantez del binomio salió a relucir en su plenitud. Esa obra maestra contenía hitos de la canción ligera como Ese hombre, Señora, Algo se me fue contigo, Amores a solas y, por encima de todas ellas, este canto al amor desmesurado: Como yo te amo. Con esta colección de temas pop en la maleta, Rocío ya estaba preparada para conquistar América.

La canción no solo pasó a la historia por su voluptuosa grandiosidad, sino por ser la causa de un distanciamiento entre Rocío Jurado y Raphael que duró décadas. Por alguna razón, casi al mismo tiempo que el tema llegó a manos de la Jurado lo hizo a las de Raphael, que también lo grabó. Raphael ya era una celebridad en México, y el enorme éxito de su versión allí tuvo la consecuencia indirecta de entorpecer la aventura americana de Rocío (hasta el punto de que en México Como yo te amo es considerada una canción de Raphael). “Se la escribí a Rocío Jurado”, refrenda el propio Manuel Alejandro, “pero ella nunca tuvo el tirón tan grande que ha tenido siempre Raphael en América”. En 2005, seis meses antes de la muerte de Rocío Jurado, ambos se juntaron para cantarla por primera vez a dúo en el especial de televisión Rocío… siempre. “Me emocionó mucho [cantar] con Raphael”, declaró ella tras la grabación. “Fue un reencuentro. Tenemos mucha fe el uno en el otro”.

Joaquín Sabina

Y sin embargo (Sabina / Varona-Sabina-De Diego)

Yo, mi, me, contigo

BMG Ariola, 1996

Cuando Joaquín Sabina se animó a hacer una canción de amor, tenía que ponerle un “pero” al asunto, o un “sin embargo”. “De sobra sabes que eres la primera”, empieza diciendo la letra, “y sin embargo un rato cada día, ya ves, te engañaría con cualquiera”. No, el amor según Sabina no podía ser casto ni virtuoso ni fiel: ante todo, Y sin embargo exuda sinceridad. A ritmo de bolero con un toque de rock; o como el músico argentino Charly García, invitado en la grabación del álbum, la definió cuando Sabina se la puso: “Un bolero de Mark Knopfler”. “Nos gustó mucho cómo quedó”, dice Antonio García de Diego, coautor de la música, “porque son dos lenguajes que están muy bien fusionados”. El público se identificó con su enfoque canalla. “Es una canción de todos, de ellas y ellos”, prosigue Antonio. “Las tías la hacen muy suya y los tíos se ven reflejados en ella”.

Víctor Manuel

Solo pienso en ti (Víctor Manuel San José)

Soy un corazón tendido al sol

CBS, 1978

Solo pienso en ti, el tema que abría el disco con el que Víctor Manuel se reinventó, cuenta la verdadera historia de Mariluz y Antonio, una pareja formada en una residencia para discapacitados en Cabra, Córdoba. “Haciendo tiempo antes de un concierto”, recuerda, “leí en el diario Córdoba un reportaje sobre esta residencia donde convivían discapacitados de ambos sexos que fabricaban muebles, forjas… Y se empezaban a formar parejas como la de Mariluz y Antonio, que al terminar su tarea se agarraban de la mano y paseaban por el jardín. Sobre esa imagen construí la canción”. Con el tiempo, Víctor llegó a conocer a Mariluz y Antonio, hoy casados y con tres hijos.

Una canción única, a la vez de amor y con la carga de sensibilidad social propia de un cantautor, que fue número uno en la primavera de 1979 y es considerada por muchos su obra maestra. “Ha crecido con los años”, admite.

José Luis Perales

Te quiero (José Luis Perales)

Nido de águilas

Hispavox, 1981

El éxito de José Luis Perales como compositor se debe en gran medida a su inusitada habilidad para ponerse en la piel de quien tiene que cantar. Pero ¿qué ocurre cuando es él el intérprete? “En el momento de escribir una canción, el autor se plantea contar con música sus propias experiencias, lo que la hace autobiográfica, o ser el narrador de la historia de otros, lo que marca una gran diferencia”, comenta. En Te quiero —la declaración de amor más simple y directa en idioma español— optó por plasmar sus afectos más íntimos. “Yo fui el protagonista de esa historia de amor en la que las imágenes o las metáforas utilizadas forman parte de ese sentimiento que inspira el amor hacia la otra persona”.

Te quiero consolidó, además, la imagen de un nuevo Perales, resultado de la urgencia de las discográficas por modernizar el sonido de los cantautores. Para ello, ya en su anterior disco (Tiempo de otoño, 1979) el indispensable Rafael Trabuchelli había cedido parte del trabajo de producción a Danilo Vaona; un productor y arreglista italiano, veinteañero y muy al tanto de los nuevos sonidos que llegaban del Reino Unido y Estados Unidos (empezaba a implantarse el sintetizador). Sirva de ejemplo el inicio de este tema, una audaz introducción de guitarra eléctrica, arpegios siderales de teclados y oníricos violines que remite a grupos de rock de moda entonces como la Electric Light Orchestra. “El trabajo de Danilo Vaona fue fundamental para acompañar este texto”, reconoce Perales.

Esta canción sigue siendo uno de los estandartes en la carrera de José Luis Perales, y su estribillo (“te quiero, eres el centro de mi corazón…”) forma ya parte de la memoria colectiva. 

Camilo Sesto

El amor de mi vida (Camilo Blanes)

Sentimientos

Ariola, 1978 

En 1978, el público juvenil hervía ya con Tequila, proliferaban cochambrosos festivales de rock urbano y hacía furor el “sonido disco”. Sin embargo, nada de esto pareció afectar —al menos todavía no— a Camilo Sesto, cuya popularidad seguía en máximos históricos: sus viajes a América, sus relaciones sentimentales, sus rivalidades…, todo eso era materia de debate permanente en las revistas musicales y del corazón. Camilo respondió con uno de sus discos más vendidos: Sentimientos. Incluía esta introspectiva balada de amor desgarrado. “Por lo que más quieras no me arranques de ti”, clama el amante atribulado ante la sola idea de quedarse sin los favores de su amada. De una duración inusitada (cinco minutos y medio), y con un ritmo excepcionalmente lento, la canción vestía un complejo arreglo casi sinfónico de René de Coupaud, teclista de Alcatraz y colaborador de Albert Hammond, Donna Hightower, Joan Baptista Humet, Camilo Sesto y otros solistas en los setenta.

“Cuando Camilo me enseñó la melodía y percibí ese aire especialmente romántico y sentido”, recuerda De Coupaud, “enseguida me vino a la mente una orquestación a medio camino entre la música clásica de los nacionalistas rusos y las fanfarrias de moros y cristianos del Alcoy natal de Camilo”. El arreglo incluye secciones de cuerda y metales, sintetizador, coros femeninos y hasta unas inconfundibles campanas “como remate a un tema grandilocuente”. Y añade: “Aun hoy, cuando lo escucho me parece que ha aguantado bien el paso del tiempo. Que ha aguantado el tirón”.

A Camilo le conmovió el resultado. “La noche que estábamos grabando las campanas”, prosigue René, “mi mujer fue al estudio a recogerme y le preguntó a Camilo: ‘¿Cómo va?’. Él le mostró el brazo y dijo: ‘Tengo los pelos de punta”.

El preciosismo del arreglo exigió una escrupulosa labor en la mesa de mezclas; al menos todo lo escrupulosa que las mesas analógicas de aquellos años permitían. “Había que aprenderse de memoria todos los niveles”, cuenta Joaquín Torres (excomponente de Los Pasos), ingeniero de sonido y guitarrista en la grabación. “A veces se necesitaban dos o tres pares de manos para ir subiendo y bajando pistas. Y llega el día de la mezcla, la terminamos a las cuatro de la madrugada, y cuando vamos a escucharla, ¡la habíamos copiado a la mitad de velocidad! Tuvimos que repetir la mezcla, intentando acordarnos del nivel de cada instrumento. ¡Casi nos da un síncope!”. 

Ana Belén

Lía (José María Cano)

Rosa de amor y fuego

BMG Ariola, 1989

Con Rosa de amor y fuego Ana Belén estrenaba discográfica (siguiendo los pasos de su marido, Víctor Manuel, que había migrado de CBS a BMG poco antes) y, como ocurre con los primeros discos de un contrato, en su elaboración se puso toda la carne en el asador. Entre otras cosas, eso significaba un ángulo más sofisticado y un gran esmero en la selección del repertorio, y para esto ¿qué mejor que una canción de uno de los compositores de Mecano, el grupo pop de esa década? Mecano seguía en la cúspide —acababan de publicar Descanso dominical— cuando José María Cano le pasó a Ana Belén esta sensual canción, un delicioso trabalenguas amoroso, mitad bolero, mitad bossa nova, esencial desde entonces en el catálogo de la solista. (El suntuoso arreglo corrió a cargo del pianista Manel Santisteban, colaborador de Mecano y Tino Casal y cofundador de La Década Prodigiosa).

En una entrevista a EL PAÍS en 1991, José María Cano confesó que temía haber tocado techo con esta composición: “He llegado a mi cumbre profesional, no creo que sea capaz de hacer cosas mucho mejores”, admitía. “Me doy cuenta de que ya no llamo la atención (…) Desde Lía ya nadie me dice nada, aunque quizá el error sea esperar que tiren cohetes”. Tras la disolución de Mecano, José María grabó un solo disco en solitario (Josecano, 2000) y hoy es un artista plástico de renombre internacional.

Lía ha tenido posteriormente otras lecturas, entre ellas una del propio autor, que la incluyó precisamente en su disco Josecano acompañada de una bonita dedicatoria a los artistas que también la han cantado: “Para Ana Belén, Julio Iglesias, María Dolores Pradera y Simone, a quienes esta canción mía debe casi todo”.

Pablo Alborán

Solamente tú (Pablo Alborán)

Pablo Alborán

Trimeca / EMI, 2011

Meses antes de que su primer disco viera la luz, millones de internautas en todo el mundo ya habían visto en YouTube un vídeo de Pablo Alborán titulado Solamente tú (en casa). Kelly Rowland, excomponente de Destiny’s Child (y prima, por cierto, de Beyoncé), había alabado en público su doméstica interpretación. De este modo, Pablo Alborán se convertía en el mejor ejemplo hasta entonces de una nueva manera de dar a conocer la música: vía Internet, directamente del artista al oyente, sin intermediarios. Cuando su mentor, Manuel Illán (descubridor también de Diana Navarro), por fin le consiguió un contrato discográfico —no fue tan fácil: alguna compañía le dio calabazas—, Solamente tú terminó de eclosionar: en 2011, esta hermosa balada fue la tercera canción más descargada en España (la primera de un artista español), y el álbum, el más vendido en el país.

Revólver

El roce de tu piel (Carlos J. Goñi)

Básico

Warner Music, 1993

Aunque los dos primeros álbumes de Revólver tuvieron un éxito relativo, todo parecía indicar que Carlos Goñi (que llevaba diez años sacando discos con distintos grupos) estaba destinado a ser un músico maldito de por vida… hasta que llegó Básico. Un trabajo histórico que sentó las bases en España de los discos unplugged.

El roce de tu piel, estrenada en la grabación, iba dirigida a su siguiente disco de estudio, pero su aire romántico —acorde con un envoltorio acústico— anticipó su alumbramiento. “Con el segundo disco habíamos hecho una gira acústica muy larga, y en medio de esa gira compuse esta canción. En La Coruña, antes de un concierto”, ha declarado Goñi. Conociendo el dato, algunos versos de la letra cobran sentido: “Un vaso de whisky, un hotel diferente…, una noche de mayo, con el mar a mi lado…”. El dilema amoroso del músico en la carretera.

Mocedades

Eres tú (Juan Carlos Calderón)

Mocedades

Zafiro / Novola, 1973

Eres tú, medalla de plata en el festival de Eurovisión de 1973, es una de las pocas canciones españolas de cuya existencia el resto del mundo ha tenido realmente conocimiento. Llegó al número 9 en la lista del Billboard y fue objeto de múltiples versiones, incluyendo una adaptación al inglés (Touch the wind). Esta declaración de entrega absoluta (“toda mi esperanza eres tú…, todo mi horizonte eres tú”) nació de la pluma y el piano del desaparecido Juan Carlos Calderón, que sin embargo acabó cogiéndola manía. “Siempre apareció como su canción más importante”, aclara su hija, Teresa Calderón. “Esto a veces le molestaba porque había compuesto otras muchas canciones de las que se sentía también muy orgulloso, como Tómame o déjame, que le gustaba especialmente”.

Sea como fuere, Eres tú nació de la unión de dos canciones en las que Calderón trabajaba por separado: de una tomó el estribillo, y de la otra, el resto. La reiteración del título en la letra no es casual: su autor pensaba que así se quedaría mejor en el oído de los espectadores eurovisivos que no hablaban español. Formaba parte del paquete de temas que Calderón envió a Zafiro cuando desde la compañía le pidieron material para el festival. La elección final era una cuestión que carcomía al compositor, que justamente esos días fue intervenido de un oído. “En la habitación del hospital, antes de la operación, estaba nerviosísimo, con la cama llena de partituras”, recuerda Teresa. “Cuando vinieron a llevárselo al quirófano, ya en la camilla, le dijo a mi madre: ‘¡Llama a Zafiro y diles que tiene que ser Eres tú, sin duda!’. La enfermera comentó: ‘¡Qué barbaridad, este hombre no para de trabajar!”.

 Rocío Dúrcal

La gata bajo la lluvia (Rafael Pérez-Botija)

La gata

Ariola, 1981

El idilio de Rocío Dúrcal con la ranchera —iniciado en 1977— no impidió que la cantante madrileña realizara incursiones esporádicas en otros terrenos desde principios de los ochenta. La primera fue este álbum de 1981, para el que su discográfica mexicana puso el timón en manos del compositor español Rafael Pérez-Botija, especialista en baladas románticas. “La canción salió prácticamente sola, paseando una noche fría por el jardín de mi casa”, recuerda Pérez-Botija. “Acababa de venir de Nueva York de ponerme de acuerdo con Rocío para hacerle el disco el día antes de que mataran a John Lennon. Yo, como gran admirador de los Beatles, venía muy impactado y supongo que inspirado”.

Compuesta expresamente para Rocío Dúrcal (“también impactado por ella cuando la conocí”), La gata bajo la lluvia habla de desamparo ante la perspectiva de la separación y refleja el conflicto entre dependencia y libertad. Los giros amexicanados de la Señora y el arreglo castizo —ojo a la introducción de organillo— producen juntos un efecto sorprendente. “Aunque casi nadie lo sabe”, revela el autor, “la canción es un chotis disfrazado, y a los madrileños se les llamaba gatos y gatas”. Precisamente la alusión felina retrasó el calado de la canción en México. “Allí la gata es como se conoce de forma coloquial y despectiva a la empleada del hogar. Con el tiempo se abrió camino”.

Y vaya si lo hizo: el tema triunfó a ambos lados del Atlántico y le abrió a su compositor las puertas del mercado americano. “Creo que es una de mis mejores canciones”, dice Pérez-Botija, “aunque con Marieta tampoco era difícil acertar”.

Isabel Pantoja

Hoy quiero confesarme (José Luis Perales)

Marinero de luces

RCA, 1985

Isabel Pantoja aún estaba de medio luto —durante un año entero, hasta octubre de 1985, había guardado luto riguroso por la muerte de Paquirri— cuando terminó la grabación de este disco, alrededor del cual, como es lógico, se había generado una gran expectación. Cuando por fin salió a la venta y se conocieron sus canciones, el impacto fue mayúsculo: Isabel reaparecía ni más ni menos que con un disco que hablaba de pérdida irreparable, del dolor de una mujer enamorada. Su tema más emblemático era Hoy quiero confesarme, compuesto, como el resto del álbum, por un inspirado José Luis Perales. “Después de la muerte de su marido”, comenta Perales, “cualquier canción que escribí para ella tenía inevitablemente un punto de contacto con ese acontecimiento. Pero las canciones siempre están sujetas a la libre interpretación de la gente”. 

Malú

Blanco y negro (Armando Ávila-María Bernal-Aitor García-Jules Ramllano)

Guerra fría

Sony Music, 2010

El amor en sus distintas tonalidades ha sido temática recurrente en la carrera de Malú. Ya en 2000 prometía en EL PAÍS: “Siempre cantaré canciones de amor (…) Es un sentimiento muy ligado a la música o a la forma que yo tengo de sentirla”. Y lo ha cumplido: diez años después de aquellas declaraciones lograba un fenomenal éxito con Blanco y negro, una potente balada que aborda un clásico de las relaciones amorosas: aquello de que “los polos opuestos se atraen” o lo de “ni contigo ni sin ti”. “Es un tema al amor universal”, describe Malú, “que servía de carta de presentación de un disco que fue el principio de los cambios, sobre todo en la forma de contar las cosas de una manera mucho más optimista”. El tema, firmado por sus colaboradores de México —el disco se grabó allá—, ganó el Premio 40 Principales a la mejor canción de 2010.

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