Kenny Wheeler, un ‘jazzman’ entre la melancolía y el caos
Su trayectoria, compleja y en ocasiones contradictoria, convirtió al trompetista canadiense en uno de los músicos más personales de la historia del género
La suya ha sido una nueva crónica de una muerte anunciada. Kenny Wheeler, estrella del jazz británico, falleció el pasado jueves a los 84 años en el asilo cercano a Londres, donde tenía establecida su residencia. Su delicada situación personal y financiera había movilizado la solidaridad del mundo del jazz, que entre otras cosas organizó diversos conciertos benéficos en su Canadá natal. Trompetista, fliscornista, compositor y arreglista, una de las voces más personales e idiosincrásicas que ha dado el jazz en su historia, contaba 84 años de edad.
Kenneth Vincent John Wheeler había nacido en 1930 en la ciudad de Toronto. Cornetista desde los 12 años, estudió composición con John Weinzweig, uno de los pioneros del serialismo al norte de los Grandes Lagos. En 1952, y ante la imposibilidad de obtener el visado para viajar a Estados Unidos, emigró al Reino Unido en la compañía de su amigo de instituto y reconocido crítico musical Gene Lees: “La idea era que íbamos a formar un dúo, él tocando y yo cantando”, recordaba el segundo. “Al final, él fue un éxito y yo fui despedido”.
En 1967, el saxofonista y director de orquesta John Dankworth encargó a Wheeler la música de un nuevo álbum basado en el personaje de Don Quijote: “Era la oportunidad que tanto había estado buscando”, recordaba el trompetista. Dos años más tarde, grabaría su primer álbum como líder, Windmill tilter, acompañado por Dankworth y su orquesta: “Para entonces había progresado mucho, pero aún así seguía siendo un trompetista de bebop que no era capaz de tocar bebop”. Lo que ocurrió a continuación forma parte de la leyenda. El desubicado jazzista canadiense acudió cierto día al Little Theater Club a escuchar a un grupo de jóvenes jazzistas británicos: “Escuché a aquellos tipos tocando lo que llamaban free jazz y en ese mismo momento lo odié”. Sin embargo, regresó al club, aunque sin saber por qué, y, en una de sus visitas fue invitado a participar en la fiesta: “Fue algo grande. No sé si me gustaba, pero sentí que era algo terapéutico”.
Integrado, aunque con reparos, en la escena free londinense, en 1971 pasó a formar parte del cuarteto del multiinstumentista Anthony Braxton. “Con Kenny no podías dar nada por supuesto”, recordaba la cantante Norma Winstone. “Nunca sabías cuál iba a ser su siguiente paso”. Poco a poco, su estilo fue deslizándose del free ortodoxo a una “interpretación estilizada”, según expresión del historiador del jazz Joachim Berendt: “En toda la historia del jazz”, ha escrito Gene Lees, “no hay una carrera que se haya desarrollado más despacio que la suya”.
1975 sería el año de su estreno discográfico con ECM Records. A través de sus grabaciones con Azimuth junto a Norma Winstone y el pianista John Taylor y sus propios discos, Wheeler contribuyó a la formación del libro de estilo del sello en su búsqueda del “sonido más bello después del silencio”. Su primer disco como líder, Gnu high, le reunirá con lo mejorcito de entre los artistas de la casa: Keith Jarrett, al piano; Jack DeJohnette, a la batería; y Dave Holland, al contrabajo. Wheeler fue miembro del cuarteto del contrabajista entre 1983 y 1989.
La Royal Academy of Music dedicó al trompetista en 2013 una gran exposición retrospectiva con el título Master of Melancholy Chaos, haciendo referencia al un tanto contradictorio universo musical del creador: “Todo lo que hago”, había declarado el homenajeado para la BBC, “contiene un toque de melancolía y un toque de caos. Escribo canciones tristes y luego consigo los músicos indicados para destruirlas”. Las pasadas navidades, Wheeler entró por última vez en los estudios de grabación Abbey Road para registrar el que iba a ser su primer disco para ECM tras varios años grabando para otras compañías. La publicación del mismo, aún sin nombre, está prevista para los primeros meses de 2015.
Babelia
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