Richard Attenborough, icono del mejor cine británico
El festival de San Sebastián le organizó en 1991 un homenaje al que no pudo asistir
La muerte del actor y director Richard Attenborough, acaecida el domingo a la edad de 91 años, ha hecho rememorar aquel cine británico que competía con el de Hollywood, logrando con frecuencia grandes éxitos, especialmente en películas históricas o de guerra. Luego, ya se sabe, ambas cinematografías han acabado en una simbiosis que hace difícil la identificación del país productor. Pero en 1942, cuando Attenborough apareció por primera en la pantalla con solo 19 años, Inglaterra estaba en guerra y sus películas tenían que servir de estímulo al patriotismo y la resistencia. Y a ello contribuyó Sangre, sudor y lágrimas, escrita, protagonizada y dirigida por el escritor Noel Coward, ayudado por el aún principiante David Lean. En ella, Attenborough interpretaba a un chico apocado, característica que repetiría en otros personajes. Cuentan que por ser en la película un soldado desertor retiraron su nombre de los títulos de crédito, lo que a él le hizo poca gracia. Pero tenía nervio de actor, y así lo fue demostrando en un buen número de películas, bélicas o alegres comedias de posguerra, llegando a ser tan valorado por el público británico que en 1949 se le consideró uno de los actores más populares en su país. También en el teatro. Estrenó en Londres en 1952 la archirrepresentada La ratonera, de Agatha Christie, en cuyo reparto figuraba su esposa, la también actriz Sheila Sim.
En España no era entonces muy conocido, como demostró su presencia en el festival de San Sebastián de 1960, adonde acudió para presentar Objetivo: Banco de Inglaterra. No obstante, fue premiado el conjunto del reparto masculino de esta película, que él mismo recogió. Había protagonizado ya la aplaudida Brigthon Rock (1947), basada en la novela de Graham Green, en la que encarnaba a un gánster asesino, pero en España no se había estrenado. Aún faltaba tiempo para que le viéramos en otros títulos, entre los que destaca especialmente El estrangulador de Rillington Place (1971), donde dio vida a un estremecedor asesino en serie. A lo largo de su carrera como actor se fueron sucediendo apariciones memorables, generalmente en personajes secundarios como los de La gran evasión (1963), El vuelo del Fénix (1969), El extravagante doctor Dolittle (1967), Si quieres ser millonario no malgastes el tiempo trabajando (1969), El factor humano (1979), Parque Jurásico (1993) y sus secuelas… De modo que en 1991 el festival donostiarra le organizó un homenaje pero en esa ocasión no pudo asistir. Estaba trabajando en la película Chaplin, que dirigiría un año más tarde.
Y es que Attenborough era ya un reputado director, y había alcanzado un clamoroso éxito internacional con Gandhi (1982), por la que como director recibió uno de los ocho Oscar logrados por el filme. Realizaría luego otras dos películas referidas a las antiguas colonias británicas: Grita libertad (1987) y Búho gris (1999), pero fue con Tierras de penumbra (1993) donde logró su mejor trabajo como director, por el que fue de nuevo premiado, así como su protagonista, Anthony Hopkins, a quien Attenborough confesaba gran admiración. De hecho, le dirigió en otras ocasiones: El joven Winston (1972), Un puente lejano (1977), Magia, el muñeco diabólico (1978), y Chaplin (1992), pero no, claro, en los filmes musicales, género para el que Hopkins no parece dotado. En realidad tampoco Attenborough. Su primera película como director fue ¡Oh, qué bonita es la guerra! (1969), musical ambientado en tiempos de la Gran Guerra, de escasa repercusión, y años después volvió a intentarlo con A Chorus Line (1985), que no obtuvo el éxito de Broadway, donde había sido representada a lo largo de 18 años. En cualquier caso, Attenborough, actor brillante y director irregular, forma parte de la iconografía del mejor cine británico, tantas veces entremezclado con el de Hollywood.
Babelia
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