La huelga sube a escena en el festival de Aviñón
Los eventuales del espectáculo obligan a suspender la inauguración del certamen
Del Palacio de los Papas, que en su día convirtió la ciudad provenzal en capital de la cristiandad, suelen emerger por estas fechas los fragores de las representaciones teatrales, a menudo acompañados de abucheos de un público al que todas las leyendas definen como despiadado. Ayer, en cambio, sólo se escuchó el clamor sindical de los eventuales del espectáculo, cuya huelga contra una reforma que recorta sus indemnizaciones obligó a suspender la jornada inaugural del festival de teatro que la ciudad acoge cada verano desde 1947.
El espectáculo de inauguración —una esperada relectura de El príncipe de Hombourg de Kleist, dirigido por el italiano Giorgio Barberio Corsetti— no se representó anoche en el patio del palacio papal. Tampoco se pudo asistir al otro espectáculo previsto para ayer, Coup fatal, reinterpretación del repertorio barroco a cargo de músicos congoleños, bajo la batuta del belga Alain Platel, uno de los nombres históricamente asociados al certamen. En 2003, cuando los mismos trabajadores eventuales forzaron la anulación de la edición entera para protestar contra otra reforma que les perjudicaba, cuentan que Platel intentó disuadirlos proponiendo integrar sus pancartas en el decorado.
Ayer no hubo negociación posible. Los trabajadores del certamen, reunidos el jueves en asamblea general, ya se habían inclinado mayoritariamente por la huelga, por 204 votos a favor y 144 en contra, aunque dejaron libertad de elección a cada equipo técnico y artístico. Las dos compañías afectadas no desearon ir en contra del voto mayoritario y comunicaron al nuevo director artístico del certamen, Olivier Py, que no se subirían al escenario durante el primer día.
En 2003 la presión de los eventuales ya impidió que se celebrara el festival
El desenlace deslució el descorche de la primera edición tramada por el celebrado director y dramaturgo de 48 años, exdirector del Odéon de París hasta 2012. “Siempre he estado a favor de la causa de los eventuales, pero no soy favorable a la anulación de los espectáculos. El teatro es el acto político más importante que uno pueda ejecutar”, explica Py.
El director ha protagonizado una edición en forma de carrera de obstáculos, tras el impresionante ascenso del Frente Nacional en las municipales de marzo, cuando obtuvo el 35% de los votos y quedó a un paso de conquistar la alcaldía. Py amenazó entonces con trasladar el festival a otra ciudad, lo que le convirtió en objeto de todo tipo de críticas. “Quería un festival político y lo he tenido. Es difícil vivir esto, aunque en el fondo sea apasionante. Demuestra que el compromiso político no está muerto y que sigue zarandeando el teatro”, afirma el director, quien desea evitar una anulación generalizada. “Tendría un inmenso impacto económico en la ciudad, que destruiría el empleo. Y eso ayudaría al Frente Nacional. Cuanto peor es la situación, más avanza la ultraderecha”.
Hasta el 27 de julio tendrían que pasar por el festival cerca de 60.000 participantes, con los habituales problemas de alojamiento que tal cifra conlleva en una ciudad de solo 90.000 habitantes. El éxito de público también va en aumento. El año pasado, el festival oficial y el off sumaron 350.000 entradas vendidas. La suspensión total del certamen habría provocado pérdidas “de entre 25 y 40 millones de euros para la ciudad”, según Olivier Py.
Terminan así semanas de incertidumbre provocadas por la protesta de los trabajadores discontinuos de las artes escénicas, el sector musical y la industria audiovisual, que se benefician de un sistema único en Europa para cobrar el paro entre un trabajo y el siguiente, a cambio de cotizar 500 horas anuales. El motivo de su revuelta es la reforma de este régimen fiscal, negociada por la patronal y tres de los cincos sindicatos mayoritarios que existen en Francia. El nuevo régimen limitará las indemnizaciones máximas, aumenta en dos puntos las cotizaciones y prolonga los cobros diferidos, lo que perjudica particularmente a los técnicos.
La reforma, largamente acariciada por la patronal —y su nuevo presidente, Pierre Gattaz, bestia negra de los antiliberales—, está pensada para combatir un déficit creciente, ante el aumento de la población que desea ejercer una profesión artística. Según un informe parlamentario de 2013, en los últimos veinte años el número de personas que practican un oficio vinculado a las artes habría aumentado un 94% en Francia. En 1989 había 50.000 eventuales que se beneficiaban de este régimen. Hoy serían entre tres y cinco veces más.
El movimiento denuncia la rebaja del sistema de indemnizaciones
Creado en 1936 por el Frente Popular, el régimen intermitente es una institución puramente francesa, que simboliza el concepto de excepción cultural y el lugar que la creación artística ocupa en su sociedad. Pero, en tiempos de liquidez menguante, los supuestos privilegios del colectivo son cada vez más contestados. Según un sondeo reciente, el 60% de los franceses desean que el régimen sea reformado. Ante la tensión creciente, el primer ministro Manuel Valls ha nombrado una comisión de expertos para que encuentren soluciones de consenso antes de que termine el año. Los sindicatos lo ven insuficiente y exigen volver a negociar desde cero.
Pese al ruido escuchado ayer, la celebración del Festival de Aviñón no debería peligrar. “No llamamos a la huelga indefinida ni a la anulación del festival. Las pérdidas económicas y culturales serían excesivas y penalizarían al público”, especifica Marc Slyper, portavoz de la CGT, sindicato mayoritario entre los trabajadores del espectáculo, que ayer organizó dos protestas por las calles de la ciudad. Las centrales prefieren seguir organizando jornadas de movilización puntuales, que piensan retomar los próximos lunes y sábado, cuando aspiran a que no se celebre ningún espectáculo ni en la programación oficial ni en el festival off.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.