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Desencanto en la Maestranza

Fallaron los novilleros, fallaron los novillos, blandos, descastados y sin calidad

Antonio Lorca

Fue un acierto indiscutible repetir en un mano a mano a los dos chavales que el pasado 1 de junio alcanzaron un triunfo clamoroso y abrieron la Puerta del Príncipe; pero el resultado final fue un completo desencanto e hizo honor a la máxima maldita: nunca segundas partes fueron buenas.

Fallaron los novillos, de presentación impropia para esta plaza, blandos, descastados y sin calidad; fallaron los novilleros, de vibrante comienzo que se fue diluyendo como un azucarillo hasta la pesadez impropia de futuras figuras y por debajo de sus oponentes; y el público, que respondió en masa a la ilusionante llamada, demostró que el triunfalismo y el bullanguería también se han apoderado de esta afición, otrora exigente y sabia.

Fuente Ymbro / Jiménez y Garrido, Mano a Mano

Novillos de Fuente Ymbro, muy justos de presentación, blandos, mansos y desclasados; destacó el sexto por su movilidad en la muleta.

Borja Jiménez: cinco pinchazos _aviso_ y estocada (silencio); casi entera atravesada y caída y dos descabellos (silencio); dos pinchazos _aviso_, un pinchazo y dos descabellos (silencio).

José Garrido: casi entera baja (palmas); _aviso_ dos pinchazos y dos descabellos (silencio); estocada (oreja).

Plaza de toros de La Maestranza. 3 de julio. Novillada nocturna fuera de abono. Tres cuartos de entrada.

El comienzo fue un espectáculo, porque solo así se puede calificar la imagen de una Maestranza casi llena -lo que no ocurrió en la pasada Feria de Abril- para ver a dos novilleros; y a los dos se les obligó a desmonterarse una vez roto el paseíllo para responder a la cariñosa ovación del respetable.

Mientras sonaban los primeros clarines, Jiménez se dirigió a la puerta de chiqueros y allí se hincó de rodillas para recibir al novillo con una larga cambiada que hiló con unas aceleradas verónicas; después, un llamativo tercio de quites entre los dos actuantes, por vistosas saltilleras Garrido, primorosamente rematadas con una media espectacular, y por tafalleras Jiménez. El caso se repetiría en el segundo novillo, con el que Garrido se lució de verdad en cuatro extraordinarias verónicas en el centro del anillo, y un elegante quite por chicuelinas, otra vez abrochado con una media a pies juntos que supo a cartel de toros; y Jiménez le replicó con otro apunte por chicuelinas vistosas.

Hasta aquí lo mejor de la noche; esa fue la cima de un festejo que comenzó a precipitarse poco a poco por la pendiente del desencanto. Ni los novillos colaboraron, si es que esa es su obligación, ni los novilleros llegaron a ofrecer la imagen de dominio y soltura que de ellos se esperaba.

No tuvo oponentes claros Borja Jiménez, pero él también fue protagonista de la desilusión que transmitió. A su primero lo dejó tullido el picador en un fuerte puyazo que supo a venganza tras un costalazo inicial; su nobleza -la del toro- no pudo con su mortecino final de existencia, que el novillero se encargó de dilatar con un pésimo manejo del estoque. Pasó desapercibido el torero ante el manso y distraído tercero, y se mostró muy pesado y despegado ante el quinto, al que consiguió ligarle una emocionante tanda de redondos. No hubo más. Lo intentó sin éxito. Una página sin brillantez que no emborrona, pero mancha, su triunfo anterior.

A José Garrido se le ve más hecho, maduro y seguro, con oficio y conocimiento de la técnica, pureza en sus maneras y gracia en sus muñecas. Manejó con soltura el capote, se lució en los adornos, abusó del pico en el toreo fundamental y no fue capaz de dominar el entusiasmo del sexto, al que no picó, y se dejó comer el terreno por la codicia repetidora del animal. Se rajó muy pronto su primero; de más a menos fue su larga y pesada labor ante el cuarto, y quedó a merced de la acometividad del último. El público facilón le concedió una oreja que no hacía honor a los méritos del muchacho ni espantaba el mal sabor de boca que había dejado una novillada de expectación que acabó en desilusión. Así es la vida… Tan así que, a pesar de todo, da toda la impresión de que tanto uno como otro novillero tiene futuro por delante.

 

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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