Cuatro voces sobre el poder de Amazon
¿Oportunidad o amenaza? Dos escritores, un librero y un editor dan sus razones
EL LECTOR Y ESCRITOR
Amazon y yo. Por Luis Magrinyà
Cuando descubrí Amazon a finales de los 90 me pareció el imperio de la comodidad (una palabra de cuyo origen, por cierto, sale también el inglés commodity, que significa ‘mercancía’). No me podía creer que, en cuatro o cinco días y en unos paquetitos de cartón muy ingeniosos, me llegaran del Reino Unido −y, en poco tiempo, de Francia y Alemania− libros y discos en otras lenguas que no podía comprar aquí. El desembarco en España, algo tardío, de este mago de la proximidad no me fue, en consecuencia, demasiado útil: vivo en una ciudad grande, bien abastecida de librerías y simpáticos (o quisquillosos, a veces las dos cosas se funden genialmente) libreros, y si a uno no le cansa pasear tampoco le ve tantas ventajas al servicio de correos. Un día, cuando Amazon ya era un gran bazar, compré un flexo de mesa muy barato: la verdad es que al cabo de dos días se rompió. No lo devolví porque me dio pereza, que es uno de los beneficios con que cuentan los dueños de los gimnasios y todas las variedades de teletienda.
Amazon, sin duda, fue quien dio impulso a las ventas de libros electrónicos en España: antes de Amazon, digan lo que quieran, no se vendían nada. Hoy es un negocio en alza y a veces olvidamos que algunas de sus ofertas (como el Kindle Flash, que permite comprar un e-book con un descuento enorme durante 24 horas) están disponibles en las demás librerías digitales… solo que Amazon parece que es la única que las hace, porque es la única que las promociona efectivamente.
Hemos topado con la palabra clave: “única”. Pero ¿quién no ambiciona el monopolio? Amazon no menos que los grandes grupos editoriales, cuyas fusiones causan espanto. Parece que Jeff Bezos, pese a su reloj destinado a marcar la hora exacta durante 10.000 años y a sus expediciones en busca de cohetes hundidos en el Atlántico, no consigue entrar dentro de la mitología del capitalismo guay con tan buen pie como otros padres fundadores… esos que empezaron como él en un ya increíble garaje, llenándose la boca con la palabra “revolución” y dictaminando con cara de cadete ninguneado: “El mundo analógico está muerto”. En sus disputas con titanes como Macmillan o Hachette siempre parece el malo; y, en Europa, lo vemos siempre ligado al pérfido Luxemburgo, a parlamentarios franceses indignados, a obreros explotados alemanes y al régimen de pymes español. Más que a otros. ¿Por qué será?
El Kindle que yo me compré era el más caro, en color y con wi-fi. No he podido comprobar que dé cáncer, como ha declarado recientemente Andrew Wylie, pero sí que está mórbidamente repleto de publicidad. Resulta además que carece de ese requisito básico para un lector de permitir ordenar y clasificar sus libros según su propio criterio de “biblioteca”, y no tenerlos ahí amontonados en un caos sin mentalidad. La triste deducción es que ese Kindle no está diseñado por lectores (o con la ayuda de algún lector), lo que lleva a preguntarse si lo estará siquiera para lectores. Pero no hay que alarmarse: con el mundo editorial a veces uno se pregunta lo mismo.
Luis Magrinyà es escritor. Su última novela es Habitación doble (Anagrama).
EL LIBRERO
Pluralidad vs. monopolio. Por Francisco Llorca Zabala
Son muchos los que, preocupados por las consecuencias de la irrupción de Amazon en un ecosistema tan vulnerable como es el del libro, tienden a demonizar al operador logístico sin un análisis previo de la situación. Estas reacciones airadas me recuerdan mucho a las que se escucharon en algunas reuniones con otros agentes del sector ante la implantación del libro digital. Lo cierto es que no faltan motivos para la queja: Amazon se mueve en el filo a la hora de reinterpretar la ley del precio fijo y valerse de una ingeniería fiscal que, si bien legal, puede ser calificada de amoral. Pero ya deberíamos saber que hecha la ley, hecha la trampa, y que es precisamente en ese campo donde debemos trabajar los diferentes eslabones de una cadena cada vez más tensa: velando por el cumplimiento de una legislación laboral que impida cualquier tipo de abuso, promoviendo la penalización de prácticas como el dumping (vender por debajo de los costes de producción) y una fiscalidad común (eso evitaría que Amazon España tributara en otros países maximizando sus beneficios), exigiendo la protección de nuestros datos como usuarios…, reivindicaciones justas y que pretenden que las reglas del juego sean iguales para todos. Sin embargo, las ventajas que Amazon ofrece a sus clientes están fuera de toda duda: precios que el resto de la competencia no puede asumir, amplitud de catálogo, un servicio eficaz… Ninguna librería online ha sido capaz de superar este modelo, por lo que muchas han optado por vender sus libros a través de la web de la compañía americana a cambio de una comisión. Pero ¿es ésta la solución? Es cierto que una librería independiente no puede competir en estos campos con Amazon, pero de la misma manera, y esto es importante, la compañía no puede hacerlo con una librería en otros que le son propios. Y por una sencilla razón: porque Amazon no es una librería, sino un operador logístico. Del mismo modo que el trabajo de un picker o un packer en un almacén no puede sustituir la imprescindible figura del librero y su trato personalizado, ni un libro puede ser considerado tan solo una mercancía (o “un servicio”, según lo denominó el director de la filial española). La solución no pasa por instalarse en la queja permanente sino en apostar por la diferenciación y la especialización, los rasgos que hacen necesarias y únicas a las librerías. Las librerías no son centros de distribución, son espacios de interrelación, puntos de encuentro para la comunidad y que garantizan su pluralidad, algo que difícilmente ocurrirá en la situación de monopolio hacia la que caminamos. Lo expresó muy bien Joan Margarit: “La llibertat és una llibreria”. Merece la pena defenderlas.
Francisco Llorca Zabala es copropietario de la librería madrileña Tipos Infames.
EL ESCRITOR AUTOEDITADO
La gran oportunidad. Por Esteban Navarro
Desde junio del año 2011, en que fui consciente por primera vez de la existencia de Amazon y de qué significaba en el mundo editorial, mi opinión apenas ha variado respecto a este gigante comercial. Es difícil predecir la repercusión que tendrá a largo plazo en la literatura, si bien, desde el enfoque del lector, hasta ahora, ha sido positiva.
Siempre diré que para mí Amazon ha significado la gran oportunidad de dar a conocer mi obra y me ha servido como trampolín para que una editorial apostara por mí, algo que nunca antes fue posible. Pero reconozco que ahora me encuentro más cómodo publicando en papel y que hay cierta desafección entre el mundo editorial y Amazon, y las desafecciones nunca son buenas, para nadie. Yo haría tres puntualizaciones:
Lo primero es que no creo que Amazon perjudique, lo que daña es la piratería y esta se asocia a la proliferación del libro electrónico. Si vemos a Amazon como los facilitadores de la publicación digital, podemos caer en la trampa de creer que a su vez han favorecido la piratería, algo que es totalmente falso. El libro electrónico ha llegado para quedarse y tarde o temprano tendría que llegar.
Lo segundo es respecto a las ofertas excesivas que hacen, si estas infringen alguna ley, pues que sean atacados de forma legal, de lo contrario significa que pueden hacerlo o está permitido.
Y, por último, está claro que Amazon llena un hueco que ya estaba ocupado previamente, y eso perjudica y perjudicará a muchas empresas del sector, algo así como, y salvando las distancias, ocurre con la guerra entre los taxistas y Uber, donde algún ministro ha salido al paso diciendo que “hay que adaptarse a las nuevas tecnologías”.
Esteban Navarro es autor de, entre otras, las novelas La casa de enfrente, Los fresones rojos y El buen padre, autoeditadas en Amazon. En Ediciones B ha publicado La casa de enfrente y La noche de los peones.
LOS EDITORES
Competencia desleal. Por Antonio María Ávila
El mundo del libro, como el resto de los sectores productivos, está en un proceso de transformación en el que han aparecido jugadores globales ajenos a las tradiciones del mundo del libro tipo Google, Apple o Amazon, lo que, en principio, ni es bueno ni es malo, aunque destacamos que todos son estadounidenses y ninguno europeo.
1. Por lo que se refiere a Amazon, lo primero que hay que señalar es que no es un operador del mundo del libro, sino un operador multisector en el que el libro representa un porcentaje pequeño, que estimo no superior al 12% de su facturación, aunque le da una gran visibilidad, esto último es un dato a tener en cuenta puesto que su visión es ajena al mundo del libro.
2. Amazon actúa en dos campos, como librero y distribuidor, figuras que están uniéndose en el mundo analógico, en el que es uno más y no tiene posición mayoritaria. Su perspectiva estadounidense y su visión global, a veces, le hace chocar con las tradiciones y prácticas comerciales de uno u otro país. En España, formalmente, respeta el precio fijo legalmente vigente, aunque a veces hace interpretaciones arriesgadas de la normativa que provocan conflictos con los restantes operadores del mundo del libro.
3. En el mundo del libro electrónico es el operador mayoritario en el mundo anglosajón, con más del 60% de la cuota de mercado. En el mercado de la comercialización y distribución de libros digitales en español, su cuota es significativamente menor y trata de imponer sus posiciones ante la inactividad de los órganos de la competencia nacionales y comunitarios, que no vigilan sus prácticas para tratar de conseguir la posición de dominio que disfruta en el mundo de la distribución en inglés. Esa posición, en parte, la ha logrado aprovechándose de la menor fiscalidad que paga globalmente respecto de sus competidores españoles, que no pueden luchar con las mismas herramientas mientras los organismos de la competencia lo permitan.
Antonio María Ávila es director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España.
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