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Jeremías Gamboa y los extraños

Los cuentos de 'Punto de fuga' son una digna tarjeta de presentación del autor peruano

Los cuentos de Jeremías Gamboa se mueven entre el existencialismo y el retrato del Perú actual.
Los cuentos de Jeremías Gamboa se mueven entre el existencialismo y el retrato del Perú actual. Bosco Martín

En Punto de Fuga, libro de relatos del peruano Jeremías Gamboa, los personajes se narran desde su propio extrañamiento. La imposibilidad absoluta —pero pavorosamente asumida— de comunicación con cualquier otro. Personajes como astronautas de sí mismos que son al mismo tiempo planetas desiertos, sin agua ni vida alguna. Gamboa (Lima, 1975) habla en la mayor parte de esos relatos de ese estar encerrados en un cuadro de Hopper, de no saber en qué plano de la (ir)realidad nos vamos viviendo y contando. Gamboa editó este libro en 2007. Posteriormente se consolidó con la novela Contarlo todo, que llegó a España el año pasado de la mano de Mondadori. Y viene con la bendición de Vargas Llosa. El Nobel peruano fue el espejo en que el primero periodista y más tarde escritor (durante años cohabitaron ambas facetas de un modo cainita) se miró. En sus buenos momentos, Súper Mario, además de leer bien, alienta la ética del trabajo duro para llegar a ser escritor. Poca inspiración y mucha transpiración. Fe y sacrificio. La literatura de Gamboa tiene mucho de eso. Punto de fuga consiguió en su momento un meritorio eco, y los elogios de Vargas Llosa algo ayudaron, es de suponer, para que ambos compartieran agente literario. Sí, estoy hablando de Ella. La que unida a Él en defensa de viudas de escritores muertos y otros gigantes y gigantas vivos planean, la próxima noche de tormenta eléctrica, aplastar el Gotham de editores y escritorzuelos. Que Ella le representara hizo que la novela siguiente fuera un éxito antes de ser publicada. Fin de la primera parte del cuento de hadas. Vayamos por Punto de fuga.

Nuestro hombre, Gamboa, se hallaba en un dilema personal a sus 30 años. Había sido periodista para ser escritor. Había llegado a la conclusión de que ser periodista le impedía ser escritor. Dejó de ser periodista. A los 10 minutos también dejó de ser escritor. Se apuntó a un curso de posgrado en la Universidad de Boulder (Colorado), y hasta allí la Virgen de la Literatura se desplazó para iluminarle. De esa epifanía surgieron algunos de los textos de Punto de fuga y el argumento de Contarlo todo —un chico humilde que deja el periodismo para convertirse en escritor: vale, la Virgen no era David Foster Wallace.

Punto de fuga es una serie de ocho cuentos en la que parece existir un corpus del extrañamiento antes referido. Nombres que no son los tuyos, cuerpos que te son ajenos, edificios como naves abandonadas en medio del universo, espejos y cuadros, oficinas desiertas y tazas de café que debería beberse otro. Ése es el mapa que parece querer ser el lugar donde quiere ubicar su narrativa Gamboa. Un infierno herméticamente cerrado al vacío alumbra cinco de estos cuentos. Existencialismo Blade Runner. Ninguna de las narraciones es un saldo, pero tampoco dejan de ser algo que no hayas leído antes, no hayas leído de otros y no hayas olvidado autor y argumento. Pero era una más que digna tarjeta de presentación. Lo mejor, la sensación de que Gamboa era un jugador que sabía de qué virtudes disponía y su ambición tenía bastante sentido común.

Sin embargo, es en los otros tres cuentos, alejados de ese extrañamiento, cuando, en mi opinión, da lo mejor de su escritura hasta la fecha. ‘Un responso por el cine Colón’ no es el cuento más original del mundo, de espesura cortaziana —de hecho, recuerda a una velada caníbal con orquesta y público—, pero tiene hechuras de hermano mayor. La parroquia de un cine porno no acepta un Batman raquítico a cualquier precio. Por fortuna, no toda revolución será televisada. ‘La conquista del mundo’ es una partitura siempre difícil (niños, adolescencia, visita a la ciudad, helados y frustraciones) pero de la que Gamboa extrae buena música. Y la tercera, la mejor, la oceánica ‘Tierra prometida’ con ecos born to run de principio, aunque sea a ritmo del primer disco de los Clash. Aquí Gamboa edifica un texto suyo, personal, local en la misma frecuencia que de todos, universal, intransferible en su generosidad. Rápido, verborreico, agridulce, como agua sucia que se te va hacia el desagüe, pero sin que Gamboa pierda nunca el control como narrador. Un fresco de una época, una edad, una Lima, una confusión humana, melancólica y cruel, terriblemente viva. Un cuento que saca varios metros al resto. Un cuento que traiciona gloriosamente el tono de casi todo el resto de Punto de fuga y que solo podía haber escrito su autor.

Punto de fuga. Jeremías Gamboa. Alfaguara. Madrid, 2014. 174 páginas. 17,50 euros (electrónico, 8,99)

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