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Preocupantes pegapases

Se cansaron y aburrieron hasta la desesperación a los pocos aficionados en la plaza

Antonio Lorca

Se supone que alguien les habrá inculcado a los novilleros que ayer se anunciaron en La Maestranza que el toreo no consiste en pegar pases. Pues, o no han estado muy atentos a los buenos consejos o han faltado mucho a clase, porque torear, lo que se dice torear, no torearon; ahora bien, se cansaron de dar pases. Se cansaron y aburrieron hasta la desesperación a los pocos aficionados que se acercaron a la plaza en una tarde de mucho calor, que más se prestaba a contemplar el mar desde la hamaca que a aguantar el pestiño de tres desaplicados.

Porque es verdad que con los chavales hay que ser generosos, pero no menos que sinceros; sobre todo, cuando hacen el paseíllo en plaza de tanta responsabilidad y evidencian que no han asumido las enseñanzas y yerran gravemente.

MOLINA/DIÉGUEZ, CAMPOS, LLAGUNO

Novillos de Javier Molina, correctos de presentación, desiguales en los caballos y muy nobles; destacaron primero, segundo, tercero y quinto.

Mario Diéguez: media estocada (ovación); estocada (ovación).

Tomás Campos: estocada _aviso_ y tres descabellos (silencio); estocada (ovación).

Juan Pablo Llaguno: media, cinco descabellos _aviso_ y un descabello (silencio); estocada (ovación).

Plaza de la Maestranza. 15 de junio. Novillada de abono. Menos de media entrada

Lo ofrecido ayer por Mario Diéguez, Tomás Campos y Juan Pablo Llaguno fue un auténtico recital de pegapasismo moderno anodino, insulso y vacío. Y algo más: muy preocupante para su futuro. Prueba de ello es que los novillos de Javier Molina se dejaron torear y expresaron una nobleza dulzona para que chavales con mínimas condiciones les hubieran cortado las orejas. Pero tal gesta no es posible si los novilleros se empeñan en el toreo rectilíneo, siempre al hilo del pitón, despegado, sin cruzarse nunca, fuera de cacho en cada cite… En fin, un horror. Y ya se sabe que los horrores en el toreo no emocionan. Estos chavales parecen desconocer que el toreo es en redondo, que hay que invadir el terreno de los novillos, que hay que citar al pitón contrario, que hay que dejarse rozar la taleguilla, la muleta siempre planchada, tirar de la embestida al novillo que repite y alargar el muletazo e hilvanarlo con el de pecho.

Si se subvierte la ortodoxia y se la acomoda a las ventajas del torero frente al toro, el resultado final es el llamado pegapasismo moderno que nada tiene que ver con la emoción que desprende el toreo verdadero.

Ayer, ninguno de los tres toreó. Ojalá sus representantes y cuadrillas no les mientan porque les harán un flaco favor. Diéguez, Campos y Llaguno desaprovecharon una oportunidad de oro que debieron convertir en un éxito incontestable. Todavía, alguno de ellos, como es el caso de Campos, tiene tiempo de rectificar. Diéguez está a punto de cumplir 29 años y sus formas toreras le auguran un futuro incierto; y al mexicano Llaguno se le ven pocos mimbres, o, al menos, esa triste imagen ofreció con el capote y la muleta entre las manos. Ah! Y que no les engañen las pocas palmas que escucharon y que con tantas prisas se aprestaron a recoger desde los medios: procedían de achicharrados turistas en bermudas que solo saben que el de negro es el toro.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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