El regreso del hombre de plástico
Plastikman, alias artístico de Richie Hawtin, lanza su nuevo disco después de 10 años y lo presenta hoy en el arranque de Sónar con un nuevo espectáculo
Richie Hawtin (Oxfordshire, Reino Unido, 1970) ha elegido mal día para meterse en casa todo el equipo que piensa trasladar a Barcelona. Un raro martes del mes junio en el que las habituales frías temperaturas de Berlín han llegado a los 35 grados. “Mi casa está ahora llena de aparatos, consolas, equipos de vídeo. Hace un calor terrorífico en Berlín, definitivamente nos hemos equivocado de días para meter todo esto aquí”, bromea por teléfono. Él y su séquito, la empresa en la que se ha convertido el músico Hawtin y sus múltiples facetas desplegadas durante estos últimos 20 años como productor, dj, promotor o editor de sellos como M_nus o Plus 8, desembarcan hoy en Barcelona para presentar el nuevo espectáculo de Plastikman: un enorme monolito de luz y formas cambiantes estrenado en el Guggenheim de Nueva York el 6 de noviembre de 2013 por encargo del diseñador de moda Raf Simons y que solo podrá verse de nuevo en el festival Sónar, cuya 21ª edición arranca esta tarde.
Tal es la expectación e interés que despierta, que el certamen barcelonés -vigoroso todavía a través del cambio permanente e interesantísimas evoluciones como su creciente apartado Sónar + D-, retrasará por primera vez el cierre de la primera jornada diurna hasta las 23.00 para que la oscuridad envuelva el artefacto y pueda lucir en todo su esplendor. Mientras el monolito interpreta los sonidos, él desplegará enfrentado al monumento, como una especie de “David contra Goliat”, las pistas de Ex (Mute), el primer disco que lanza bajo ese alias tras una década de silencio. Un trabajo grabado en directo durante el show del Guggenheim, donde acudió invitado por el cerebro creativo de la casa Dior y fan confeso de su música. “Raf Simons me llamó para actuar en el museo. Y ese desafío me empujó a crear nueva música y a buscar una forma o estructura que tuviera sentido en ese espacio. Cuando terminamos el show, pensamos que sería fantástico hacerlo una vez más así que hablé con el equipo de Sónar, con los que tengo una magnifica relación, y nos pusimos de acuerdo”.
Ex se presenta como un retorno a ciertos orígenes musicales de uno de los artistas que más ha vinculado su obra a los desarrollos tecnológicos y a lo efímero de sus novedades. A veces con una demostración de instinto desbordante –como las pioneras incursiones en dispositivos digitales para dj-, y otras más inclinadas al marketing y la publicidad de productos irrelevantes. Este año, por ejemplo, vinculado al estreno de Ex, trae al festival el lanzamiento de SubPac, una suerte de mochila amplificada que se conecta a los aparatos de reproducción musical domésticos para que el oyente pueda experimentar a través del cuerpo un mayor rango de frecuencias. “Es como un subwoofer de alta resolución para tu cuerpo. Puedes sentir todas esas frecuencias bajas que hemos perdido en los últimos dos años. Para experimentar la música electrónica, que está hecha para todo el espectro de frecuencias, es muy útil”.
En pleno auge del EDM, la vertiente masificada y comercial de la música electrónica que recorre el mundo estos días -una tendencia en la que Hawtin ha logrado convivir de forma natural- el artista reivindica el contacto del músico con el público. “No me gusta esa elevación al estrellato, donde no se puede conectar con la gente. Empecé en pequeños clubes donde podías tocar al público. Cuando iba a ver a Derrick May o Kevin Saunderson, podías hablar con ellos, estar ahí. Y eso es algo muy especial y específico de la música electrónica de ese tiempo. Con este show trato de explorar algo así como el hombre contra la máquina. Un planteamiento sobre quién controla a quién: el hombre a la tecnología, o al revés”. Algo que ha debido plantearse mucho últimamente.
Porque ahí reside parte de la apuesta musical de Ex. Un retorno a algunas máquinas analógicas con las que comenzó a hacer música, como la legendaria Roland 303 que tenía cogiendo polvo desde hacía años, pero modificadas para funcionar en un contexto puramente digital. Convertidas ahora en algo así como un instrumento para controlar su réplica en forma de plugin. Uno de los máximos estandartes del “menos es más” en la electrónica, el principal culpable del boom del minimal techno que vivió la electrónica hace más de una década, asegura que empezaba a estar abrumado por la velocidad de los cambios y la superficialidad de su relación con ellos. “Quería volver a tomar el control. He detenido esa búsqueda permanente de lo nuevo, he elegido un equipo que iba a usar durante los próximos meses y he tomado el control. Es algo que había perdido en mi aspecto como productor. Y esa es una de las razones por las que Plastikman se había ido durante casi 10 años. Se trata de limitarte y pasar tiempo con los instrumentos que has elegido. Esta escena electrónica nos empuja demasiado rápido adelante, a veces se pierde la creatividad en ese proceso. Si tocas la batería o la guitarra lo perfeccionas durante años, da igual la tecnología. Con la electrónica debería pasar así. No intento redefinir mi paleta de colores, sino verla de otra forma. Instrumentos tradicionales en un contexto digital nuevo”. Y la obra surgida es algo así como la continuación de Closer, su anterior disco.
Podría decirse que Plastikman es hoy la faceta más seria y profunda de Richie Hawtin. Porque el hombre detrás del alias lleva ya un tiempo diversificando sus ocupaciones y se ha embarcado en negocios como promotor con su fiesta Enter en Ibiza y en estrella de la isla durante el verano. Un entorno en el que ha mostrado una imagen de él un tanto más frívola de la que ahora cultiva con este show museístico. Pero él no cree que ese hedonismo veraniego se haya comido al artista. Al contrario. “Normalmente me aburro muy rápido de los proyectos. Pero ahora no lo siento porque estoy muy emocionado con todo el proyecto Enter. Los artistas que contrato me inspiran mucho y me han abierto la mente. El álbum surge de mucho de lo que ha pasado ahí”, señala citando a artistas como Demdike Stare o Maya Jane Coles, a quienes ha contratado recientemente y en los quees capaz de ver algunas claves para su propio futuro.
Hoy la electrónica ya no es un accidente en la historia de la música y posee su propia tradición. Un relato cuyas primeras páginas se escribieron en ciudades como Detroit y Chicago en los años 80 y 90 y en las que un Hawtin de aspecto mucho más sencilo formaba parte de la gran rebelión musical que se cocía en los almacenes abandonados. Pero el público más joven ya no se siente atado a ese pasado y abraza los nuevos sonidos del EDM y su jugueteo a la amnesia sonora. A él no le importa demasiado. Es uno de los pocos que ha sobrevivido a aquellos tiempos y, como el propio Sónar, huye hoy del dogma que lo ciñe todo a aquellos principios fundacionales. “Prefiero darle la bienvenida a este fenómeno porque abre la mente de mucha gente para apreciar la música y el uso de la tecnología. Llevo 25 años creyendo en esto. Ojalá más gente se encaminara a mi sonido, pero si les parece demasiado extraño u oscuro, también están Skrillex o Deadmaus”. Y para el que quiera, por supuesto, él seguirá estando ahí.
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