‘Zahonero’, el toro de una vida
Miura regresó a las Ventas después de nueve años de ausencia con casi todos los honores
Miura regresó a las Ventas después de nueve años de ausencia con todos los honores. Lidió tres toros de calidad, con especial atención al segundo, Zahonero, de 611 kilos, un toro grandioso. Una pena la invalidez del quinto, un toro precioso, que fue devuelto a los corrales, y la aspereza y bronquedad, marca de la casa, de los primero y sexto. Pero con esas lagunas, una vuelta más que satisfactoria. Ya es meritorio que casi todos los toros fueran recibidos con una ovación por su estampa, y tres despedidos con la plaza en pie.
Pero el protagonista de la tarde fue ese segundo, Zahonero, de pelo cárdeno, grande y largo como un tren, que humilló de salida en el capote de Castaño, que alcanzó a esbozar alguna verónica. Acudió hasta tres veces de largo al caballo, pero, ¡ay!, no presentó pelea y se repuchó en los dos últimos encuentros. Se vino arriba en banderillas y galopó para que se lucieran David Adalid y Fernando Sánchez, sencillamente extraordinarios. Y llegó a la muleta con la fuerza, la codicia, el recorrido y la nobleza de un toro bravo y encastado que llevaba un cortijo en cada pitón, y que pedía a voces un torero dispuesto a jugarse la vida para convertirlo en un hombre rico y feliz.
MIURA / RAFAELILLO, CASTAÑO, MARÍN
Toros de Miura —el quinto, devuelto—, muy bien presentados, cumplidores en los caballos; bravo y muy encastado el segundo; muy nobles tercero y cuarto; dificultosos primero y sexto. Sobrero de Fidel San Román, bronco.
Rafaelillo: tres pinchazos, media —aviso— y un descabello (silencio); estocada (silencio).
Javier Castaño: estocada tendida y un descabello (pitos);pinchazo, estocada y dos descabellos (silencio).
Serafín Marín: pinchazo hondo —aviso— y un descabello (pitos); pinchazo, bajonazo —aviso— y un descabello (silencio).
Plaza de Las Ventas. 8 de junio. Trigésimo primera y última corrida de feria. Lleno.
Zahonero embistió —mejor, se comió la muleta, fijo en el engaño y humillando en cada pase— de manera incansable por ambos lados, y transmitió desde los inicios la emoción de que la se impregna toda la plaza cuando se hace presente un toro de verdad. Su matador, Javier Castaño lo lució con generosidad citándolo de largo en las dos primeras tandas, pero mientras el animal se acercaba a la gloria, el torero se quedaba en cueros. A mitad de faena, con los tendidos ya conmovidos, el torero seguía buscando la manera de mandar en aquella mole de bravura que le ganó la pelea de principio a fin. Se colocó mal, no supo qué hacer con el vendaval de casta, siempre muy despegado, y se dejó enganchar la muleta. Era un toro de escándalo, de puerta grande, un toro para cambiarte la vida, pero Castaño no supo coger ese tren que la suerte le presentó.
Tampoco mejoró ante el sobrero, áspero y de corto viaje, con el que volvió a incidir en sus errores y alcanzó unos niveles preocupantes de imperfección. Grande, eso sí, su cuadrilla, tanto los picadores Fernando Sánchez y Tito Sandoval, como los de a pie, Marco Galán, con el capote, y Fernando Sánchez y David Adalid con las banderillas. Otro triunfo incontestable de este torerísimo equipo.
Ovación y pitos
Esperanzador regreso de Miura tras nueve años de ausencia de este plaza.
a terna de toreros no estuvo a la altura de la calidad de algunos toros.
La corrida también fue una oportunidad de oro para Serafín Marín, pero torea muy poco y el compromiso era muy fuerte. Dulce y nobilísimo era el tercero, pero el torero realizó un toreo superficial. Además, mostró dudas ante el deslucido sexto, a diferencia de Rafaelillo, que se peleó con el complicado primero, pero cuando el cuarto se dejó torear, lo hizo muy mal. Los toreros viene preparados para la pelea, y cuando un miura embiste, los primeros sorprendidos son los de la coleta.
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