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Katia Kabanova se libera de la orquesta

André Engel dirige una versión de la ópera de Janácek si más acompañamiento que el piano

Escena de 'Katia Kabanova', dirigido por André Engel.
Escena de 'Katia Kabanova', dirigido por André Engel. Richard Schroeder

No es la primera vez que el director francés André Engel lleva a escena la ópera Katia Kabanova, de Leos Janácek. En 2011, la Staatsoper de Viena sirvió de jaula a su protagonista, una mujer encerrada en casa por su marido, la sociedad que reprueba su aventura, y su propia culpa. La versión que de esta ópera llega este fin de semana a los Teatros del Canal, dentro del Festival de Otoño a Primavera, huye de la grandeza de la casa austríaca. La nueva Kabanova de Engel, nacida de un taller con jóvenes intérpretes, de ha desnudado de orquesta para dejar las voces bien visibles.

“Si me interesé en la ópera, y no en la obra de teatro [La tormenta, de Alexandr Ostrovski, en la que se basa Janácek], fue por el trabajo que hace sobre la línea de canto. Y porque, lo reconozco, la expresión musical es más fuerte, emocionalmente, que la lengua”. El también director de teatro (con montajes como El rey Lear con el actor Michel Piccoli en el Odéon parisino) buscaba la “dimensión dramática” presente en la torturada historia de Kabanova, reflejo de los amores del propio compositor. El piano, instrumento para el que se ha reducido el majestuoso despliegue orquestal de Janácek, es el único acompañamiento musical a las voces de los nueve intérpretes.

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Esta pequeña tortura, estar solos ante el peligro con el foso vacío y sin un director de orquesta como mediador, era la premisa del taller que Engel impartió en 2010 en la Abadía de Royaumont. Junto a Irène Kudela, directora musical de la pieza, reunió a un grupo de cantantes primerizos en mitad de la nada campestre a 50 kilómetros de París. La propuesta: buscar el tono teatral de Katia Kabanova a través de la complicidad entre sus intérpretes. “Gano mucho con ellos. Son gente a quien la profesión no ha gastado. Están dispuestos a correr cualquier riesgo. Si a un cantante más experimentado se le plantea la posibilidad de cantar sin director de orquesta, la sola mención les parecería una locura”, admite Engel.

La libertad creativa del elenco no parece haberse contagiado a Kabanova. La protagonista del drama de Janácek sigue, para Engel, tan atrapada como en la aristocracia decimonónica rusa. “En los países occidentales, el estatus de la mujer ha cambiado, pero no es el caso del conjunto del planeta, ni de ciertos lugares donde la labor de la mujer se ve supeditada a la decisión de un hombre”, reflexiona el director. Pero el francés se resiste a ver a Katia solo como fruto de la condena social: “Es la historia de alguien que tiene verdaderos problemas consigo misma, con su deseo y su culpabilidad”. Y que actúa —parcialmente— en consecuencia. Kabanova acepta tener un amante en un desafío ante la sociedad, la familia y sus propias convicciones. “Eso es, es más una femme revoltée [mujer liberada] que una víctima”, concede Engel.

La osadía que lleva a la perdición a Kabanova ha resultado bastante más exitosa para la compañía. Tanto, que lo que iba a quedar en un simple proceso de trabajo desembocó en una muestra al público. Y no a cualquiera, sino ante los muy curtidos espectadores del teatro parisino Des Bouffes du Nord, dirigido por Peter Brook, uno de los padres del teatro contemporáneo. El barrio de La Chapelle les acogió durante todo 2012, y la gira les ocupará hasta entrado 2015. Pero el director no está seguro de querer repetir la fórmula minimalista en otros casos. Primero, porque “el hecho de que funcione no significa que haya que probarlo una segunda vez”. Pero sobre todo, admite en una declaración de amor a Janácek, porque “no todos los libretos tienen una calidad suficiente”.

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