El arte contemporáneo lidia con el toreo

Una matadora de altos tacones rojos sujeta con una mano el estoque y con la otra una olla exprés mientras mira desafiante a la cámara. “¿Por qué no, si los hombres llevan para torear medias rosa?”, responde la fotógrafa sevillana Pilar Albarracín preguntada por la indumentaria que porta su modelo. La obra Torera ocupó la fachada del Museo de las Civilizaciones de Europa y del Mediterráneo de Marsella cuando fue inaugurado y ahora se expone orgullosa junto a otras nueve, pinturas y esculturas incluidas, en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid. Es la muestra La confirmación de la alternativa, en el tendido 11. Organizada por la Galería Javier López y comisariada por Fer Francés, trata de buscar con el arte contemporáneo una mirada a lo que se relaciona con el mundo de la tauromaquia. Pero fuera precisamente de la arena de la plaza.

Y ahí quiere este evento establecer su diferencia, porque la atracción entre arte y toro es larga. Y el debate ante la tradición intenso, como apunta Carlos Urroz, director de ARCO, y presente en la inauguración: “Es parte de nuestro pasado, de nuestra estética que hay que preservar”. La fiesta, la sangre, la lucha, la tragedia y el rito han cautivado la imaginación de Goya a Romero de Torres, pasando por Manet, Eduardo Arroyo... Y Picasso. La sociedad, la tradición y los animales son los temas que guían al visitante por este paseo por las inmediaciones del Tendido 11, entre los tradicionales barriles, las pilas de almohadillas, las puertas que dejan entrever parte del coso. “Me interesa la comparación entre el mundo taurino, la idea de la faena, de la lucha, o el cuerpo con el otro mundo que es el de la mujer y su batalla diaria”, explica Albarracín de su fotografía. Esta imagen que arroja el enfrentamiento con la muerte en la realidad cotidiana, y desea “desmontar esas verdades que se consideran absolutas”. Esa olla exprés representa la eterna promesa de una vida más fácil para la mujer, y un utensilio que ha servido para fabricar bombas. La torera entabla una pelea en lo doméstico, que se burla, como explica el comisario Francés “de los valores de la heroicidad masculina”.

Ese mismo juego con los tópicos de masculinidad o de trascendencia se exponen con una fotografía de Carlos Aires de un bombero torero, “individuos en muchas ocasiones considerados bufones [que] son sinónimo de un humor muy cruel”, como sostiene la carta de presentación de la exposición. Y los utensilios tradicionales se prestan a funciones distintas; así los espectadores que acudan a Las Ventas se encontrarán con la instalación de Jacobo Castellano realizada con palillos de más de cinco metros de longitud sobre el arco. O la cabeza de un toro en Taurus de Marina Vargas de rojo furioso que enlaza con la importancia del toro en la mitología europea.

Muchos de los artistas son andaluces, pero su vinculación con el mundo del toro es en algunos casos nula. Y su deseo es emplear el lenguaje del arte contemporáneo para meterse en la piel del animal. Jesús Zurita retrata al toro indultado en el campo, cuando “ya ha pasado por el enfrentamiento, una bestia dividida en dos partes, cuerpo tendido y relajado, cabeza angulada…” que trae un eco de la violencia extrema. La obra de Miki Leal incluye también esa perspectiva, con un diálogo entre campesinos ante un animal oculto por el capote: “Es el juicio al toro de lidia: el que existe antes de que salga a la arena; el del momento de la faena, y el de las tertulias de a continuación”, explica Francés, también ante el cuadro realizado por Manuel León en que los nazarenos llevan el protagonismo y provocan un efecto distinto sobre otro de los elementos presentes en la fiesta: el de la religión. Llamativo es con respecto a este tema el retrato del papa Pío XII dando la bendición de Santiago Ydáñez.