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Cuatro años para amasar el dolor

Ramón Salazar vuelve a dirigir, tras casi una década, con ‘10.000 noches en ninguna parte’, un drama rodado en Berlín, París y Madrid

Gregorio Belinchón
Ramón Salazar y Susi Sánchez, en el rodaje de '10.000 noches en ninguna parte'
Ramón Salazar y Susi Sánchez, en el rodaje de '10.000 noches en ninguna parte'

Fue una explosión, una explosión llena de fuegos artificiales, coreada por fans que agradecían un cine alocado, desvergonzado y muy petardo. Ramón Salazar (Málaga, 1973) llamó la atención con el corto Hongos (1999), debutó en un largo con Piedras (2002) y tres años después estrenó 20 centímetros. “Todo fue demasiado rápido. En un año pasé de estudiar cine en la escuela y haber rodado un corto a competir en la Berlinale con mi primera película”.

“Mi estilo ha cambiado  porque mi vida ha cambiado desde mi anterior filme”

Y después, el silencio. Un falso silencio, porque Salazar mientras se ha convertido en un reputado profesor de actores y en el guionista adaptador de las novelas de Moccia para Tres metros sobre el cielo y Tengo ganas de ti. No reniega de este material, pero por sus palabras se nota que no es lo suyo. Lo suyo es 10.000 noches en ninguna parte: adiós al petardeo, a la locura sobreexcitada; hola al dolor amasado lentamente, a un rodaje de dos años en Berlín, París y Madrid, que ha financiado con sus guiones moccianos, y con cuatro actores involucrados hasta el final: Andrés Gertrúdix, el protagonista perdido en su propia vida tras no tener niñez, Susi Sánchez —candidata al Goya con este papel— como la madre castradora que le impide vivir su vida, y Najwa Nimri y Lola Dueñas como las mujeres en las que proyecta sus sueños en distintas fases de su vida. “Han sido cuatro años de trabajo, tengo ganas de que llegue el viernes [mañana se estrena la película]. No es una liberación, pero... [risas]”.

Salazar confiesa temores de no poder acabar 10.000 noches en ninguna parte, de no lograr “dar el siguiente paso y no ir a rodar a la ciudad prevista”. También tuvo "demasiado tiempo" para plantearse si lo que estaba haciendo iba en la dirección correcta. “De hecho la parte de Madrid, la última que rodé, cambió muchísimo por lo filmado en Berlín y París. Desnudé la historia de secundarios”. 10.000 noches en ninguna parte es por supuesto Andrés Gertrúdix, “que ha estado los cuatro años a mi lado, al que le pedí que confiara en que llegaríamos al final” y también un cambio radical de estilo, que huye de lo obvio, que ahonda en las sombras, en la emoción del dolor. “Es que mi anterior película la dirigí hace ocho años. No solo me ha cambiado el estilo, me ha cambiado la vida. Va acorde con las experiencias que he vivido y con las reflexiones que he tenido sobre mi profesión”.

Entre esos pensamientos está la confirmación de su pasión por hacer cine. “Me quiero dedicar a esto para poder transmitir en una película mis vivencias personales. Me aparece apabullante la grandiosa posibilidad de explorar mi inconsciente y contarlo en pantalla, porque eso marca tu obra. Y que logres conectar con el espectador gracias a lo que a mí me ha pasado, a ese terreno oscuro. Todos los personajes poseen algo de mí, porque todos los personajes que circulan alrededor del de Andrés son parte de su interior”.

Durante el proceso, Salazar se sintió exhausto. Hoy, metido en otro proyecto, está explorando nuevos terrenos: “Me gusta ver mi reflejo en la pantalla. Pero no me puedo quedar agarrado a la película tras cuatro años”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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