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La eterna lucha del cine cubano

La película ‘Conducta’, única financiada este año por el ICAIC, repite el fenómeno de ‘Fresa y chocolate’ Mientras, los creadores pelean por una nueva Ley de Cine

Los actores Alina Rodríguez, la maestra, y Armando Valdés, el niño protagonista, en un fotograma de 'Conducta'.
Los actores Alina Rodríguez, la maestra, y Armando Valdés, el niño protagonista, en un fotograma de 'Conducta'.

El gran acontecimiento audiovisual del año. Así definen en Cuba a Conducta, segunda película del director Ernesto Daranas (Los dioses rotos), ganadora en el último festival de Málaga de la Biznaga de Plata en la sección Territorio Latinoamericano y que el pasado viernes inauguraba el 15º Havana Film Festival de Nueva York.

“Conducta se estrenó en febrero en Cuba y ha sido un fenómeno parecido al que fue Fresa y chocolate. La gente ha llenado los cines durante semanas”, explica Diana Vargas, directora artística de esta cita neoyorquina con el cine latinoamericano que este año celebra su nombre e inicios con un homenaje al cine cubano.

Los vendedores de piratería ganan más que el Instituto” Jorge Perugorría

En Conducta, Ernesto Daranas cuenta la historia de Chala, un niño que trabaja de entrenador de perros de pelea —práctica ilegal— para que él y su madre, drogadicta, puedan sobrevivir. En esa situación entra Carmela, su maestra. “Me interesaba la situación de la infancia en los entornos marginales habaneros. Cuando la familia y la propia sociedad fallan, el rol de un verdadero educador es determinante”, cuenta Daranas por email desde Cuba.

El director lidia a través de sus personajes con la crisis de la educación y los valores que se vive en la isla, y su gran éxito ha generado un debate entre los cubanos. “Cualquier película que aborde aspectos poco halagadores de la sociedad queda abierta a la polémica y eso es lo que más nos ha estimulado del impacto de Conducta”, explica Daranas que asegura tuvo “toda la libertad posible”.

Por ahora, Conducta es la única producción financiada por el ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfica) este año. Cuatro produjo en 2013. Y más de una docena en 2012. Un claro síntoma del cambio que vive en la última década el cine cubano en el que las cintas independientes, sin ninguna financiación del Gobierno, no paran de crecer, aunque sus productores no estén legalizados o reconocidos.

“Hacer películas todavía es algo difícil en Cuba, sobre todo, porque en una crisis así el Gobierno prioriza otras cosas”, explica Jorge Perugorría que lleva al festival su último filme como director y actor, Se vende. “Pero gracias al soporte digital y la posibilidad de hacer películas de bajo presupuesto aún se hacen siete u ocho al año dentro de un cine independiente muy interesante que se puede ver en la muestra de cine joven [celebrada estos días en La Habana]”.

Algunos títulos solo se estrenan en su país tras el éxito internacional

“Es un fenómeno fascinante”, dice Vargas. “Hay películas híbridas, como las de Jorge Perugorría, que trabaja con fondos independientes, pero también con ayuda del ICAIC; las independientes, como las de la productora Quinta Avenida que están detrás de Melaza o Juan de los muertos; y casos como Jirafas, de Enrique Kiki Álvarez, totalmente independiente, en régimen de cooperativa”.

Precisamente, en mayo hará un año de la carta abierta a los cineastas que Kiki Álvarez publicó para denunciar la situación crítica del cine cubano. “El ICAIC producía poco, la distribución estaba parada; más el deterioro del patrimonio cinematográfico, el mal estado de las salas…”. Y, como en todo el mundo, la piratería. “El cubano creó sus mecanismos para compartir información de lo que pasa en Cuba en todos los lugares que están y ahora son portales para la piratería”, explica Perugorría sobre una práctica permitida. “Los vendedores de discos hacen más dinero que el ICAIC en los cines”.

Tras la carta, formaron una asamblea que desde entonces se reúne periódicamente, y redactaron una declaración. “Se resume en una nueva Ley del Cine”, cuenta Álvarez, terminando su nueva película Venecia, también independiente. “La que hay es de la fundación del ICAIC (1959), que no tiene operatividad en las nuevas circunstancias económicas de la sociedad cubana. Necesitamos una nueva ley en la que se reconozca la labor de los productores independientes, el Estado cree un fondo de fomento y en la que el ICAIC articule todo eso”.

Ante las dificultades para producir, las trabas para distribuir si la producción es independiente y algunos retrocesos, como una reciente orden del Ministerio del Interior por controlar los permisos de rodaje que según Perugorría ya se ha retirado, surgen otras opiniones. “Llevamos un año hablando de estos cambios y no ha pasado nada”, dice Carlos Lechuga, en el festival de Nueva York con Melaza, su ópera prima (disponible en la web Filmin), estrenada en Cuba solo después de su éxito internacional, y que ya está metido en el proceso de su siguiente película, “una de vampiros”. “Ando buscando inversores porque el ICAIC no responde”, dice. “Alguien como Kiki es la esperanza: si te dan por todos lados, puedes hacer una película en tu casa. Pero yo quiero crecer en este oficio, probar géneros sin miedo al cine comercial y no puedo hacer una película de vampiros en mi casa”.

En este ambiente de expectación y de incertidumbre, Conducta ha sido una "recuperación" según Kiki Álvarez, cierto respiro para el cine cubano dentro de Cuba que fuera hace ya un par de años volvió a volar solo. “Hay una revalorización e interés, películas que han logrado insertarse de nuevo en los festivales, como fueron Jirafas y Melaza en Róterdam”, continúa Álvarez. “Soy optimista: estamos logrando crear expectativas alrededor del cine que hacemos, ahora nos toca cumplirlas”.

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