Discontinuidad de los parques
La dirección de Peris-Mencheta y los actores brillan sobre el texto de 'Continuidad de los parques'
Lo mejor de Continuidad de los parques es la pasión y el talento comunicativo que Sergio Peris-Mencheta le echa a sus montajes, y que aquí se traduce en una colectiva efervescencia actoral. El anterior trabajo del director, Un trozo invisible de este mundo,fue un trallazo emocional, y quizás haya en el nuevo montaje del Matadero un lógico anhelo de juego, de divertimento, de subir a por aire. Por otro lado, el listón quedó tan alto que cualquier propuesta que viniera luego había de tenerlo un poco crudo, y digo esto de entrada para matizar mi juicio de que lo más discutible del espectáculo sea la selección de los textos de Jaime Pujol.
El autor (Mallorca, 1961) tiene una larga trayectoria: ha estrenado trece comedias, y Continuidad de los parques (vista en Madrid en 1998, en la sala Triángulo) cuenta ya con cinco producciones con distintos episodios. En el prólogo a su edición completa (Alupa, 2014), Roberto Lisart habla de Roald Dahl o Saki, enormes cuentistas, como influencias posibles. Yo pensé más bien en la escuela francesa: las piezas breves de Raymond Devos o los Diablogues de Roland Dubillard, pero, lástima, sin su pegada. Pujol tiene indudable habilidad dramática; su escritura, no obstante, me parece muy desigual: la necesidad de rematar sus sketches con una pirueta imprevista acaba resultando mecánica, sobre todo cuando lo imprevisto tampoco es demasiado interesante.
La función nada tiene que ver con el famoso relato de Cortázar. Cabe entender el título como un guiño afectuoso y una definición literal: las escenas transcurren en el banco de un parque y en continuidad, a lo largo de un día. Da la bienvenida la actriz Marta Solaz, con un pórtico (que no firma Pujol) en el que insta a los espectadores a que se saluden por su nombre. Queda un tanto formulario, como darse la mano en misa. Yo creo que en el teatro la comunicación va de los actores al público y viceversa: de arriba abajo, no horizontalmente. Poco más tarde, Marta Solaz brilla como responsable de una imaginativa banda sonora: canta (muy bien) y teclea con arte en una loop station, creando climas irónicos o enigmáticos que se hacen un poco largos, tal vez porque están marcados por el tiempo que necesitan los actores para sus complicados cambios de posticería.
Jaime Pujol tiene habilidad dramática, pero su escritura es desigual y sus piruetas acaban resultando mecánicas
La puesta del primer episodio, ‘Seducción’, bordea los estereotipos del chiste de mariquitas. Gorka Otxoa y Fele Martínez lo interpretan con energía, pero tal vez hubiera ganado más enteros sin buscar la risa por ese lado. En el segundo, ‘Voces’, Luis Zahera hace un buen retrato de un vagabundo borracho, cercano a la esquizofrenia, que se resuelve, como apuntaba antes, en un colofón trivial. En el tercero, ‘Sin cables’, sube como la espuma la arrolladora gracia de Gorka Otxoa, que sirve su composición con un hervor descoyuntado y loco muy en la línea de Tip. Desde su revelación en Pagafantas, ha ampliado notablemente su paleta de cómico, como aquí demuestra, muy bien guiado por Peris-Mencheta y secundado por un sobrio y seguro Roberto Álvarez. Hablando de Tip, la esencia de ‘Sin cables’ me hizo viajar en el tiempo por un riel paralelo y recordé los sketches que escribía Manolo Ruiz Castillo para La tortuga perezosa, en la lejanísima tele de mi infancia. Cambio de registro para el cuarto episodio, ‘Yeguas en la noche’, una paranoia donde tres extrañas criaturas (Otxoa, Martínez, Zahera), mitad predicadores bíblicos, mitad pirados pythonescos, atormentan a Álvarez. Frase clave: “No hay más que una yegua en la noche y es la que tú te montas”. Brillante coreografía de los visitantes, a cargo de Diana Bernedo, aunque el tono acelerado e hiperverborreico acaba fatigando un poco. Me resultó mucho más atractivo ‘Yeguas en la noche 2’, que viene a ser algo así como la versión dub del anterior: vemos solo las reacciones del personaje de Roberto Álvarez y no a sus causantes. Las dos siguientes historias son lo más flojo del conjunto: reinciden en el esquema “fugas de la realidad” y si atrapan la atención es, de nuevo, por el trabajo de sus intérpretes. Gorka Otxoa vira sin derrapes del naturalismo al slapstick como el enloquecido chorizo de ‘En la manga’, frente a un Álvarez con acentos de augusto, y Fele Martínez es un agobiadísimo chuleta en ‘Malas pulgas’.
La faena memorable llega con ‘Luz verde’, el último episodio, que no en vano se ha representado varias veces por separado, y donde hay, por fin, verdad humana y aliento poético. La premisa puede parecer más de lo mismo: un tipo en un banco (Fele Martínez) se encuentra “reconvertido” en súbito taxista por la irrupción de un presunto loco (Luis Zahera). El delirio está muy bien modulado y nos permite asomarnos a la cabeza del visitante, pero lo más sugestivo (e inesperado) es el síndrome de Sancho Panza que experimenta el antagonista. La dirección de tonos y ritmos es una pequeña filigrana, que arroja un doble tanteo: Zahera borda su papel, sin estridencias, y Fele Martínez da el do de pecho. En la serie Gran Hotel, donde interpretaba a un aristócrata débil y henchido de honor, redescubrí a un “nuevo” Fele Martínez, muy crecido de recursos, y hay que verle aquí, lentamente arrastrado al viaje que le propone el otro, con una gestualidad y una capacidad de respuesta de muchos quilates. Continuidad de los parques, pues, acaba en punta, y con grandes y merecidos aplausos.
Fin de semana en el Lliure para ver otra vez El caballero de Olmedo de Pasqual (sala Fabià Puigserver) y la reposición, en catalán, del monólogo inicial de Homebody/Kabul, de Tony Kushner, que Vicky Peña estrenó en el Español, en 2007, a las órdenes de Mario Gas, que vuelve a dirigirla (Espai Lliure). Recomiendo vivamente ambas funciones, que están llenando, como no podía ser menos. El caballero ha alcanzado su punto absoluto, con una rítmica impecable: debe de ser dificilísimo conseguir que todo parezca tan fácil. Reparto sembrado, con una rotunda Rosa María Sardá como estrella invitada: ¡ah, ese modo de clavar las réplicas, de mirar al público con sorna cómplice, como por encima de unas gafas imaginarias! Y lo de Vicky Peña es darle a la caza alcance, a lomos de un texto endiablado, con la retórica apasionada, irónica y arborescente de los narradores de Nabokov. El sábado próximo se lo cuento.
Continuidad de los parques. De Jaime Pujol. Dirección: Sergio Peris-Mencheta. Actores: Roberto Álvarez, Fele Martínez, Gorka Otxoa, Luis Zahera. Con la colaboración de Marta Solaz. Naves del Matadero. Madrid. Hasta el 27 de abril.
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