Los dilemas de servir al Señor
El Antiguo Testamento vuelve a estar de moda. Scott está rodando 'Éxodo', resucitando a Moisés Y Aronofsky nos ofrece su 'Noé'
Hollywood descubrió en los años cincuenta que el tratamiento espectacular del género bíblico y de los hechos más trascendentes de la antigüedad desde que Eva convenció voluptuosamente a su hombre para que se zampara la manzana prohibida, disponía de un público masivo, con capacidad para estremecerse con la reconstrucción de nuestros ancestros. Con la dosis justa de fidelidad a lo que cuenta la Biblia, pero también permitiendo las licencias imaginativas de guionistas y directores para añadir sus ocurrencias. Ofreciendo notable protagonismo al cartón piedra suntuoso, programando infaliblemente su estreno en Semana Santa, utilizando gran parte de su presupuesto en efectos especiales, acentuando el énfasis y el sentimentalismo (o la sensiblería), sin la menor duda sobre la identificación de los buenos y de los villanos.
Cecil B. DeMille, que presumía de conocer mejor que nadie los gustos de los espectadores, fue el duradero rey del género. Y un excelso profesional que jamás presumió de artista, como William Wyler, creó una obra maestra titulada Ben-Hur. Curiosamente, ese género presuntamente convencional ha sido frecuentado por directores muy personales. Imaginas que a Nicholas Ray y a John Huston, que atravesaban épocas difíciles, lo que más les sedujo para dirigir Rey de Reyes y La Biblia sería el pastón que les ofrecieran. Pero está claro que cuando Martin Scorsese aborda la torturada La última tentación de Cristo y Mel Gibson rueda en arameo y con exceso de naturalismo La pasión de Cristo no obedece a trabajos mercenarios, sino que responde a lo que han deseado hacer, independientemente del resultado.
El Antiguo Testamento vuelve a estar de moda. Ridley Scott está rodando Éxodo, resucitando al temible Moisés. Y Darren Aronofsky, ese director tan raro al que la modernidad le otorgó su bendición después de las insoportables e incomprensibles ( para mi superficial entendimiento) Pi, Réquiem por un sueño y La fuente de la vida, que sin perder prestigio se tornó más accesible en El luchador y Cisne negro, nos ofrece en Noé su particular visión, a ratos épica, en otros espiritual, de aquel tozudo señor del Génesis, incondicional siervo de los deseos del Creador, atormentado por dilemas salvajes que le exigen la muerte de sus descendientes, que se salvó del diluvio apocalíptico con el que Dios castigó a los hombres, construyendo su legendaria Arca.
El arranque de Noé parece inspirado en Mad Max; en su mejores momentos la dura supervivencia de este señor obsesivo y de su dividida familia tiene cierto poder de conmoción, en los peores su estética me recuerda para mal la del videoclip de lujo, también la de la saga del Anillo. Russell Crowe tiene potencia interna y externa, es complejo, es creíble. Veo y escucho sin disgusto esta digna adaptación bíblica, pero al cabo de un tiempo consulto el reloj, un síntoma que siempre es revelador.
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