‘Terroristas’ con bombas de gomaespuma
Artistas y activistas libaneses tiran de humor negro para denunciar la deriva del país
Beirut se despierta y Rima Najdi con ella. No es un día cualquiera, la joven artista ha decidido pegarse al cuerpo varios cartuchos de aparente dinamita y salir a pasear vestida de terrorista suicida para despedirse de su ciudad. Tiene un billete de vuelta a Berlín, donde reside y trabaja como artista, pero estas últimas vacaciones su cabeza se ha quedado en la capital libanesa, testigo de su más reciente intervención. Su cabeza, metafóricamente hablando: “Caminé por ahí durante seis horas, vestida de negro, con cilindros de gomaespuma, cables y un reloj conectado a ellos para protestar contra la normalización de la violencia”.
La performance de Najdi el pasado 12 de enero en Beirut ha ido un paso más allá en su visión del artista como “trabajador social”. Los ataques terroristas, cada vez más frecuentes, y el contagio de la guerra siria mantienen a Líbano en un impás de imprevisibles consecuencias que han transformado el país en una máquina de titulares sobre la violencia que lo azota.
Tras verse una mañana parada en un semáforo pensando si en el siguiente cruce saldría volando por los aires, Najdi se dio cuenta de que la psicosis la estaba atrapando. Con el alias de Madame Bomba, empaquetó ese miedo bajo el nombre de Proyecto TNT y se dispuso a hacer preguntas con una bomba tipo ACME atada al cuerpo. “¿Por qué haces esto?”, le preguntaron, “¿Tú por qué crees?”.
“Utilicé una caricatura, pero no era mi intención ser cómica”, comenta por videoconferencia desde Alemania. La acción fue alabada desde la campaña STOP Cultural Terrorism, una iniciativa que, además de denunciar la censura en Líbano, pretende dar visibilidad a las actividades culturales encaminadas a criticar la deriva violenta y sectaria del país.
La referencia puede parecer desafortunada, pero no es gratuita. “El sarcasmo es quizá un acto de catarsis para denunciar la situación que viven los libaneses”, asegura Madame Bomba en referencia a la paranoia que ha llevado no solo a “normalizar la violencia”, sino que también ha monopolizado el diálogo social en forma de tanques y patrullas que han robado hasta las calles. “Todo espacio está militarizado, los supermercados, los aparcamientos públicos. No hay sitio para opinar”, se queja.
De eso sabe bien Hussein Sharafedin, un destacado rapero conocido como AA The Preacherman (El Predicador). Mientras conducía de camino a un mecánico en Dahiyeh, barrio controlado por el partido-milicia chií Hezbolá y sacudido por cinco atentados desde el verano (el último, un día antes de su arresto), fue detenido como sospechoso de terrorismo después de que dos policías le hiciesen bajar del coche a punta de kalashnikov. “Nadie me hizo ninguna pregunta”, denuncia, “no me dijeron qué estaba pasando, nada, todo lo que vi fueron armas”. Acabó pasando la noche en una celda de la unidad antiterrorista. Su único delito: ajustarse al perfil de islamista radical suní, sin pelo en la cabeza y una barba más larga que su puño.
Pocas horas después de que la imagen del hombretón barbudo en pantalones bombachos y camisa hipster diese la vuelta a Twitter, la maquinaria de las redes sociales se puso en marcha. Había nacido la campaña #BeardedIsNotTerrorist (Ser barbudo no es ser terrorista) para protestar contra una detención, además de arbitraria, totalmente surrealista contra la que vacila días después en su primera actuación tras el incidente. “Ven una barba (los policías) y piensan: ‘Mira, va a volarse a sí mismo”, ironiza, “no puedes parar a alguien solo porque tiene barba, si me hubiesen quitado la camisa hubieran visto mis tatuajes”.
“Vivimos en una sociedad perturbada. Líbano está loco”, critica. Para Rima Najdi la situación ha llegado a un punto límite. “Puedes vivir apartado y no sentir esa paranoia”, comenta, “y de una u otra forma, Beirut se las apaña en pocos días para mostrarte esa psicosis. La muerte se ha convertido en algo tan arbitrario que de repente resulta un riesgo potencial conforme vas de un sitio a otro, y aún así, la vida sigue”.
Babelia
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