Cortado por el mismo patrón
Teresa Helbig y Martin Lamothe destacan en una plúmbea segunda jornada de la Fashion Week Madrid
Decir que la de jornada de ayer, segunda de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid, fue como el día de la marmota es un déjà vu en sí mismo. Una temporada más la pasarela fue testigo de la perfecta falda de cuero de Roberto Torretta, las 25 variaciones sobre el mismo concepto de Juana Martín y la performance folclórico-exótica de Francis Montesinos. Estamos en febrero de 2014, pero podría tratarse de septiembre de 2012 y nada apunta a que vaya a ser diferente en 2017. Permanecer fiel a una visión sin dejar de evolucionar no es tarea sencilla, del mismo modo que mantener viva una marca a lo largo de décadas resulta tan complejo como admirable. Pero no cambiar nada para que todo siga igual supone la negación del principio motriz de la moda.
Nadie discute que las propuestas de Torretta o Ángel Schlesser tengan mercado (aunque el invierno de este último haya sufrido los efectos del cambio climático). El problema es que, entre tanta carne de fondo de armario, se echa en falta un poco de alimento para el espíritu.
Sin ser el paradigma de la originalidad, la colección de Teresa Helbig transmite ambición y surge como una botella de cava en mitad del desierto. La aparente sencillez de sus exquisitos vestidos y monos cortos sublima decenas de horas de aguja e hilo, un complejo patronaje y la obsesión por el detalle que la diseñadora ha convertido en seña de identidad de esta firma familiar de costura a medida. “Hemos colocado a mano las 35.000 tachuelas que llevan las prendas del desfile. Tenemos los dedos anestesiados, pero esto es lo que nos permite diferenciarnos y aportar algo, un tejido, un acabado, realmente único”, explica la diseñadora barcelonesa.
Iñaki y Aitor Muñoz se centran en lo que mejor saben hacer y articulan su propuesta para Ailanto en torno a estampados de inspiración natural. Mariposas, flores y motivos vegetales que encuentran su referente en la obra del museo londinense de arte botánico Shirley Sherwood. Esta aparente falta de riesgo en el planteamiento de su colección se compensa con una mayor profundidad temporada tras temporada. Además de sus inexcusables vestidos y blusas, los hermanos Muñoz apuestan por prendas en neopreno troquelado y abrigos de lana hervida. Piezas evocadoras que oscilan entre la estética mod y el patio de un colegio de la campiña británica. Quadrophenia y Criaturas Celestiales.
El trabajo de desarrollo de materiales de Elena Martín, álter ego de Martin Lamothe, merece mención aparte, aunque solo sea por llevar una buena dosis de tensión creativa al pabellón 14 de Ifema. La diseñadora formada en la escuela londinense de St. Martins invirtió más de cuatro meses en producir la microfibra engomada —un tejido a medio camino entre el neopreno y el cuero— de sus abrigos y pantalones. Junto a ellos, chaquetas de pelo de cabrito oxidado, esponjosos vestidos de seda enguatada y una serie de piezas en serraje, la piel de vaca que suele utilizarse en los asientos de los automóviles y que Martín aligera y trata con una capa de charol.
La diseñadora ha logrado vehicular todo este despliegue textil en un modelo de negocio que hoy representa “la mejor salida” a sus desfiles. “Patento mis tejidos y la forma de tratarlos, y una firma internacional especializada en este campo los comercializa entre marcas y compañías más grandes”, explica Martín.
Babelia
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