Lluís Pasqual regresa al verso
Las filas jóvenes del Lluire y del CNTC estrenan ‘El Caballero de Olmedo’
La distancia que separa el Palacio de los Papas de Aviñón y el teatro Pavón de Madrid es la misma que media entre la épica y la lírica. “Al pie de las altas torres de piedra” del legendario festival de teatro europeo Lluís Pasqual estrenó en 1992 Le chevalier d'Olmedo, versión en francés de El caballero de Olmedoque contó con un gigantesco decorado de trigales de Castilla, 11 caballos, cuarenta intérpretes, una estrella —Jean-Marc Barr era don Alonso— y la mirada de 3.500 espectadores.
Han pasado veinte años que parecen un siglo y el director catalán (poco amigo de volver a pisar la misma hierba) repite “esta gran metáfora sobre la intolerancia, sin duda la más potente del teatro clásico español”. Lo hace, eso sí, en castellano, desnudando el escenario, con actores casi imberbes (todos menores de 27 años seleccionados entre los de la Joven Compañía Nacional de Teatro clásico y La Kompanyia del Lliure) pero adiestrados hasta la extenuación en el dominio del verso y con una certeza: la fuerza hoy radica en “recuperar la lírica… sintiendo esa proximidad con los actores que hoy tanto necesitan los espectadores y que explica el éxito de las salas pequeñas”, afirma Pasqual.
El director del Teatro Lluire, en colaboración con la Compañía Nacional de Teatro Clásico de Helena Pimenta, sube a escena este sábado en Madrid una obra cuya trama se podría reducir a una simple nota de periódico pero que en manos de Lope de Vega trasciende la noticia y los siglos. Una copla inspiró al autor del Siglo de Oro (Esta noche le mataron / al caballero, / la gala de Medina, / la flor de Olmedo) y a partir de ahí ese desengaño propio de un tiempo y un país en el que ni siquiera la tragedia acaba de ser del todo tragedia sino tragicomedia. “Es importante no olvidar ese carácter tragicómico”, apunta Pasqual, “porque en ese extraño equilibrio está lo típicamente español”. Para el director, el reciente hallazgo de una obra de Lope de Vega podría ser, cotejada su calidad, “un nuevo bisonte de Altamira”.
Apoyado en la edición de El Caballero de Olmedo de Francisco Rico, obstinado en dominar el texto para disfrutar de él, el director apuesta por una escenografía con un único elemento (sillas), un ritmo veloz (la obra dura 77 minutos) y una inspiración: el flamenco. “A partir del trabajo del profesor Rico he tenido la oportunidad de acercarme al enorme lirismo de Lope. Esta es una gran aventura para los actores porque el teatro clásico, lejos de lo que muchos imaginan, es enormemente duro para ellos. Exige dominar muchas disciplinas: esgrima, canto...”. Para él los actores jóvenes están mucho mejor preparados de lo que estaban los de su generación pero les falta “el impulso”. “Porque nosotros, en 1976, después de la muerte de aquel señor, teníamos todo por inventar. Ellos están mejor preparados para un tipo de teatro pero gracias a medios como la televisión muchos han adoptado una falsa naturalidad que es odiosa”. Su reto: devolvernos la espontaneidad del verso.
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