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Cantar para recordar (aunque duela)

La pérdida de un ser querido es el hilo conductor del último disco de Basia Bulat, de gira en España esta semana

Hace cosa de un lustro Basia Bulat, una veinteañera canadiense de aspecto frágil, estaba en condiciones de liderar una prolija generación de cantautoras anglosajonas llamadas a heredar el legado de Joni Mitchell. El año pasado, justo antes de regresar al estudio, perdió a alguien muy cercano y tuvo que empezar de cero. Ella no da más detalles, pero este desenlace fue el que vertebra el reciente Tall tall shadow, que ahora presenta en una extensa gira por España. La pérdida en cuestión sobrevuela todas las letras del disco. “Es divertido”, expone la propia Bulat. “Todo el mundo interpreta el álbum de forma muy diferente. Algunos piensan que las letras son muy duras, y otros piensan que las canciones son muy animadas”. Y los dos tienen razón. La cantante, que cumple 30 años este año, lo ejemplifica con uno de sus referentes de la adolescencia: “Mira a Belle and Sebastian. Las letras son muy tristes, pero la música es tan dulce... Eso es lo que he intentado hacer, algo que pareciera honesto”.

Mira a Belle and Sebastian. Las letras son muy tristes, pero la música es tan dulce... Eso es lo que he intentado”

Tall tall shadow es ligeramente diferente a sus dos predecesores. Algo menos apegado a la tradición más folkie, se atreve incluso a experimentar con sintetizadores y texturas electrónicas. La culpa, dice, la tiene en buena medida sus dos colaboradores más cercanos, Tim Kinsgbury, miembro de Arcade Fire, y Mark Lawson, ingeniero de referencia de la banda canadiense. Ellos contribuyeron a crear la atmósfera en la que la cantante se desnudaría emocionalmente. “Solo necesito ser yo misma. Creo que me siento mejor en una situación en la que esté con mi familia. Cuanto más se parezca a tocar en un carage con tus amigos, mejor me voy a sentir”. Ellos fueron los que dieron color a las confidencias de la cantante y los que la empujaron a desterrar cualquier tipo de pudor. “Escribir las canciones no fue tan difícil, pero después de hacerlas dices, '¿qúe he hecho?, es demasiado personal'. Asusta arriesgarse, pero estoy contenta de haberlo hecho”.

El video oficial de 'Tall tall shadow', canción que titula el tercer disco de Basia Bulat.

En los conciertos, en cambio, todo es diferente. Sobre el escenario es Basia Bulat ella sola la que tiene que dar cuenta de sus confesiones ante un público lleno de desconocidos. ¿Pudor? Nada de eso. “Creo que cuando te expones tanto la gente lo ve, y lo aprecia”, asegura la cantante. La timidez y ese punto inocente con los que se dirige al público entre canción y canción desaparece cuando evoca la pérdida que vertebra su disco. “Cuando cantas las mismas canciones todas las noches es porque no quieres olvidar. Tocarlas, es otra manera de recordar y honrar a alguien”.

Bulat es una virtuosa de no pocos instrumentos, algunos de ellos inverosímiles: en concierto alterna el teclado y la guitarra con el charango, el dulcimer, un rudimentario sistema de loops y, cómo no, con el autoarpa, instrumento popularizado en tiempos reicentes por PJ Harvey. “Me gustan los instrumentos engañosos, esos que miras y no sabes cómo van a sonar”.

A Basia Bulat no le molestan las comparaciones, pero ve algo injusto que incesantemente su nombre vaya asociado al el de su compatriota Joni Mitchell. “No sé si somos parecidas o es que la gente dice que somos parecidas”, asegura. También cree que se usa un rasero distinto cuando nos referimos a las cantautoras, un subgénero en sí mismo: “La gente dice 'este es el nuevo Bob Dylan, o los nuevos U2'". Pero con las chicas, desafortunadamente, los cajones son muy pequeños.”. Aunque, insiste, tiene sus ventajas: “Me han comparado tanto con Joni como con Tracy Chapman. No sé, si sueno como tanta gente tan diferente, es porque probablemente sueno como yo misma”.

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