“Una manifestación es el hueco que te dejan para hacer el ridículo social”
Un infarto lo ha enviado al hospital y obligado a suspender su gira. En esta charla, Albert Pla repasa sus claves creativas y sus ideas sociales y políticas
“Ha tenido un infarto y está en el hospital”, decía por teléfono ayer la representante en Madrid de Albert Pla. El cantautor de Sabadell, de 47 años, había ingresado la noche del lunes en el hospital Josep Trueta de Girona. Las noticias eran tan parcas como es costumbre en él. “Se encuentra estable y fuera de peligro, aunque permanecerá en observación los próximos días”, decía el corto comunicado en el que también se anunciaba la suspensión “de forma indefinida” de sus actuaciones. Entre ellas, las del espectáculo Manifestación,previstas para este fin de semana en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Días antes, Pla aprovechaba su paso por la capital para promocionar esas tres funciones. Atendía a la prensa en la cafetería del hostal madrileño donde se alojaba. Bajaba de su habitación a media mañana descansado y de buen humor. Pero no es un entrevistado parlanchín. Al contrario, sus respuestas tienden a ser breves. Muchas veces, monosílabos. Aunque asegura que hablar con periodistas no es algo que le resulte especialmente desagradable. “Supongo que tú también preferirías estar en otro sitio, ¿no? Yo pasaré aquí el día, en esta postura, pero está bien”, decía con esa cara de pícaro tímido tan alejada de su imagen pública de iconoclasta.
Porque habla poco, pero si abre la boca, se lía. En octubre durante una conversación telefónica para promocionar la función en Gijón de Manifestación, soltó: “Me da asco ser español”.
Cinco palabras hicieron que el concejal de Cultura de la ciudad asturiana —para más señas, cantautor aficionado y del PP— suspendiera la actuación. Pla entraba por la puerta grande en la lista negra de los defensores del orgullo patrio, que no se conformaron con la cancelación y abogaron por un boicot total e indefinido al cantautor que, según parece, no cuajó. “Yo nunca me he podido quejar de que me faltase público. Y si después de aquello pasó, no me he enterado. Creo que he perdido un montón de público que no teníamos”. Durante días, convertido en la bestia antiespañola, le llamaron de todo. De radical a subnormal profundo: “¿En serio? Ese es curioso. Ni me enteré, se lo comió todo mi mánager”.
El aludido interviene desde la mesa de al lado. “Que te pasen estas cosas es como que te den el Oscar”, asegura. Y añade que la gira no se suspendió ni en Gijón, donde se resolvió con un cambio de fechas y de teatro.
De lo aleatorio de estas polémicas da cuenta que pocos días después Pla, esta vez con claro ánimo de provocar, hacía pública una canción nueva, Bomba, con versos como “Sé hacer bombas qué alegría, mataré a la policía” y no pasó nada. “Yo tampoco entiendo bien el mecanismo de estas cosas”. Pero, ¿por qué lo dijo? Se encoge de hombros. “Para mí es un honor que el PP se moleste conmigo, me parece muy bien. Si vinieran a ver el espectáculo, este o cualquiera de los míos, más se escandalizarían”.
Si no llega a ser por sus problemas de salud hubieran tenido una segunda oportunidad para el escándalo en Madrid. Porque Manifestación pasó por el Círculo de Bellas Artes en marzo de 2013. “No exactamente igual. Ha cambiado, claro. Vas encontrando cosas nuevas. Después de un año todo ha crecido mucho, no sé si para bien o para mal, pero lo ha hecho. Se va llenando de cosas, cada vez lo paso mejor”.
Más teatro que canción, la obra se centra en un personaje que se confunde de manifestación y al intentar salir de ella cae en otra y luego en otra en un bucle sin fin. “Es la historia de un pobrecillo. Está furioso y lo que quiere es matar a todo el mundo: a los ricos, a los políticos... y al final, se conforma con ir a una manifestación, que no sirven para nada. Yo creo que al final alguien va a romper algo. O no, no lo sé. Lo que sí sé es que pacíficamente da igual lo que hagas. Porque si te quieres cagar en su puta madre, te dicen que vale, que de diez a once de la mañana. Y eso no creo que sirva para mucho. Una manifestación es el huequito que te dejan para que hagas el ridículo social”.
Surge en la conversación el referéndum catalán. ¿Le da miedo? “¿Asustarse, quién? ¿Los catalanes? Yo no he visto a nadie acojonado. A los españoles sí parece que les acojona. Yo no he votado en mi vida y esta vez tampoco lo voy a hacer, lo tengo clarísimo. ¿En qué me va a afectar? Hombre, dejaríamos de ver a Aznar y a Gallardón por la tele y en los periódicos saldrían menos personajes como el Rey… Pero en mi pueblo seguiría siendo todo muy normal, no creo que cambiara nada”. ¿Y no teme lo que pueda provocar? “Sí, la gente se enfada mucho con estupideces como ser blanco o negro, o rojo o azul. Cada uno, pobrecillo, tiene tantas preocupaciones... tantos problemas personales... De hecho, la gran mentira es que la política y la economía de este gran sistema nos influye en lo personal. Si tienes buenos políticos y buena economía, todo es bueno. Pero no tiene nada que ver. Puede que tu político preferido mande y se muera tu mujer”.
Bueno, que se abarate el despido, o los contratos basura, es política que afecta a la gente. “Claro, porque nos han enseñado a vivir de esta manera, a vivir de las pelas, a vivir una especie de libertad que dicen que tienes y cuando te amenazan con quitártelo, te acojonas, porque no sabes hacer otra cosa”. ¿Y cuáles son las alternativas? “Aquí en España, ninguna. Pero hay mil maneras de vivir en cualquier lado. Yo he estado debajo de una palmera muchos años y no he gastado ni un duro. No me preocupa hacerme pobre. Me voy a un sitio donde no se necesite dinero”. ¿Eso dónde está? “Coges un avión y vas de Marruecos para abajo o de Canarias a la izquierda”. Da la impresión de que en África para no tener dinero hace falta dinero, ¿no? “Puede que sea verdad, pero depende de lo que quieras”.
Babelia
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