Audrey Totter, la fría dama del cine negro
La actriz estadounidense se especializó durante los años cuarenta y cincuenta en papeles de mujeres frías y fuertes
A mí me besó Audrey Totter. O, al menos, comparto esa experiencia con el resto de los espectadores de La dama del lago (1947), película en la que Totter plantó sus labios sobre la cámara subjetiva, que hacía las veces de Robert Montgomery en el papel de Philip Marlowe. La película, dirigida por Montgomery sobre una novela de Raymond Chandler, fue filmada de forma que toda la historia, literalmente, se viera a través de los ojos de Marlowe.
El papel de la periodista Adrienne Fromsett, que contrata los servicios de Marlowe, supuso un antes y un después para Totter, que falleció el 12 de diciembre a los 95 años. Antes de aquel filme había participado en otros 12. Montgomery eligió a Totter por su versatilidad como actriz radiofónica. Pensó que su soltura ante los micrófonos le vendría bien para superar las dificultades de la cámara subjetiva. Totter rememoraba: “En el cine se te enseña a ignorar la presencia de la cámara, y aquí tenías que tratarla como si fuera un actor más. Actué para un micrófono durante años, así que me resultó fácil hacerlo para una cámara”.
Antes de debutar en el cine para la Metro Goldwyn Mayer en 1944, Totter trabajó en la radio durante seis años. En su segunda película es la sexi narradora de la asesina esquizofrénica interpretada por Phyllis Thaxter en Bewitched (1945).
Audrey Mary Totter (Joliet, Illinois, 1917), de padre esloveno y madre con ascendencia sueca, empezó en la radio después de sus estudios de secundaria en su ciudad natal. Su primera aparición en la gran pantalla fue en Main Street after dark (1945), donde ya mostró el aire sombrío que imprimiría a sus personajes, como el de la vampiresa de acento húngaro que representó en The sailor takes a wife.
Pero la primera vez que causó sensación fue como la elección de John Garfield para interpretar la camarera de El cartero siempre llama dos veces (“Es un día caluroso, eso es un asiento de cuero y mi falda es muy corta”, murmura su personaje).
La mujer del lago fue una de las cinco películas que rodó en 1947, año en el que dio vida a personajes tan dispares como la sobrina de Claude Rain en The unsuspected o la psiquiatra que intenta curar la amnesia de Robert Taylor en Muro de tinieblas. Por lo general, Totter interpetaba a damas aceradas, hasta que mostró una novedosa ternura en una de sus mejores películas, Combate trucado, drama ambientado en el mundo del boxeo que Robert Wise rodó con áspero realismo. Totter encarnaba a Julie, la mujer de un boxeador envejecido, Stoker Thompson (Robert Ryan).
En la mayoría del resto de sus películas, Totter podría haber parafraseado a Mae West cuando decía “cuando soy buena soy muy buena, cuando soy mala soy mucho mejor”. En Tension (1949) es Claire Quimgy, que engaña a su marido y consigue que le acusen de la muerte de su amante. “Si no eres lo bastante listo para mostrarte de acuerdo conmigo, al menos mantén la boca cerrada”, espeta a su desgraciada media costilla en la película, Richard Basehart. Ese mismo año, en Alias Nick Beal, es una mujer a la que ficha el diablo como peón para hacerse con el alma de un abogado incorruptible.
Al cabo de seis años de contrato, MGM prescindió en 1951 de Totter, que tras pasar por Columbia empezó a trabajar como actriz freelance. Totter, que salió con los actores Clark Gable, Cary Grant y John Payne, y con el productor Ross Hunter (“hasta que se dio cuenta de que era gay”), se casó en 1953 con un profesor universitario y decidió vivir para su familia y no para su carrera, aunque siguió poniendo picante a algunas películas de serie b.
© Guardian News & Media 2014.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.