Los tesoros originales de los Masaveu
El CentroCentro Cibeles expone “Del Románico a la Ilustración. Imagen y materia” con 63 obras escogidas entre 1500 piezas
A la hora de hablar de las grandes colecciones privadas españolas, uno de los primeros nombres que se cuela en la memoria es el de los Masaveu. No porque haya protagonizado demasiadas exposiciones (solo en 1989 se exhibió parte de ella en el Prado), sino porque sus muchas obras maestras han formado parte de manera individual de grandes muestras institucionales durante las últimas décadas. Iniciada por el asturiano Pedro Masaveu (1886-1968) y multiplicada por su hijo Pedro Masaveu Peterson, la colección actual (450 sirvieron para pagar derechos de sucesión) suma más de 1500 piezas que no han salido casi nunca de las paredes del Palacio de Hevia, en las afueras de Oviedo.
Para esta inicial excursión artística fuera del territorio familiar, coproducida con la Fundación María Cristina Masaveu, se han querido mostrar los tesoros más representativos de un personal museo en el que faltan pocos de los grandes artistas de la historia. El comisario, Ángel Aterido, ha argumentado un viaje por la evolución de los materiales para contar las grandes transformaciones artísticas a través de siete siglos de arte. La sola posibilidad de contemplar algunas de las piezas elegidas es un reclamo más que suficiente para visitar la exposición (El Bosco, El Greco, Zurbarán, Ribera o Murillo, por ejemplo). Pero el recorrido completo ofrece además toda una lección sobre las grandes transformaciones del arte sacro.
Agrupadas bajo el epígrafe De madera y oro, las obras de las primeras salas fueron realizadas entre la Edad Media y los albores del Renacimiento. Es un tiempo en el que los artistas escogen el oro para dotar de divinidad y efectos sobrenaturales a sus figuras. Los calvarios y anunciaciones son el tema central de un espacio en el que la pieza destacada es un Descendimiento, un relieve hecho en marfil por un maestro anónimo del siglo XII que formó parte de una obra que acabó dispersa entre el Hermitage de San Petersburgo y el Metropolitan de Nueva York.
El segundo bloque, titulado Entre el Gótico y el Renacimiento es un amplio espacio que ocupa la frontera entre los siglos XV y XVI y en el que conviven formas y materiales medievales con una nueva estética inspirada en la antigüedad del mundo clásico hasta la implantación definitiva del óleo. El San Francisco de Ribera, la Virgen con el Niño de Murillo o la versión de El expolio de El Greco, que Pedro Masaveu Peterson adquirió en subasta en Londres comparten espacio con uno de los tesoros más impactantes de la historia: Las tentaciones de San Antonio Abad, de El Bosco.Las numerosas figuras tan fantásticas como terribles que hacen de este óleo sobre tabla una de las más representativas del uso del arte para imponer la fe, sigue produciendo desasosiego en el espectador.
El triunfo del lienzo, representado en la última parte de la exposición, se produce plenamente durante el barroco. los temas siguen siendo religiosos, pero más que en los mensajes, los mecenas empiezan a valorar la calidad artística. Carducho, José de Ribera, Zurbarán, Alonso Cano, Antonio del Castillo o Murillo, son algunos de los artistas mejor representados en este periodo clave de la historia de la pintura española.
Pero la exposición no solo es un repaso por los hitos de la colección Masaveu. Su preparación ha servido también para reconducir algunas atribuciones erróneamente realizadas, un problema muy frecuente en el arte antiguo. Así ha ocurrido con La liberación de San Pedro, atribuida a Zurbarán, que ha resultado ser de Bartolomeo Cavarozzi; la escultura San Pedro de Alcalá, atribuida a Alonso Cano, fue realizada por Pedro de Mena; San Bernardino de Siena con un donante, atribuida a Reixac, es de Jacomart y El profeta Daniel, que se exhibía bajo la cartela de Diego de la Cruz, ha resultado ser obra del Maestro de San Nicolás.
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