Maneras de vender música
El año estuvo marcado por estrellas como Beyoncé, Jay-Z o Kanye West, que cambiaron las reglas con nuevos experimentos de marketing discográfico
Decir que este año se vendieron menos discos en formato físico que en el anterior es ya una tradición tan dramática como la del anuncio de la Lotería. Ocurre desde hace una década (las ventas han bajado un 77, 5% desde el 2001), aunque la sangría ha tocado directamente a lo que hasta ahora se llamaba “la tabla de salvación del músico”. Traducido: el directo. A falta de los datos definitivos, la subida del IVA cultural al 21% ha ahogado a músicos y promotores a la hora de organizar conciertos, que han caído en picado. También ha supuesto una zancadilla a muchas salas de conciertos que luchan para acatar las cada vez más restrictivas normas municipales.
Pese a todo, el año nos deja alguna que otra buena noticia: como el auge de la música en streaming —es decir, escuchar online, sin descargar—, que se ha convertido en la gran esperanza de las discográficas. Con 36 millones de usuarios activos, Spotify y Deezer son las dos plataformas líderes del sector. Entre las dos suman 11 millones suscriptores de pago en todo el mundo y, según la optimista previsión de la consultora Music Ally, esta cifra podría llegar a los 191 millones en sólo cinco años.
También ha sido el año de la consolidación de otras formas de hacer marketing para vender música. Solo hay que ver lo bien que les salió la jugada a artistas como la estadounidense Beyoncé, que, publicado directamente online y por sorpresa, ha convertido su nuevo disco en el álbum que se ha vendido más rápido de la historia en iTunes: 828.773 descargas en todo el mundo en tres días (617.213 en Estados Unidos). La novedad: 14 canciones, con 17 vídeos y, sobre todo, el secreto con el que ha mantenido el lanzamiento. Nadie sabía que estaba grabando disco hasta que se publicó. Lo mismo hizo David Bowie con The next day. En un mundo dominado por las redes sociales y las filtraciones de información, el inglés sacó en marzo, a sus 66 años, un disco por sorpresa cuando muchos ya preparaban su necrológica.
Los patrocinios también han sido importantes este año: el marido de Beyoncé, el rapero Jay-Z anunció su nuevo disco a través de una aplicación de móvil, en un anuncio de la final de la NBA. “No hay reglas, todo el mundo está intentado averiguar por dónde tirar”, dijo. “Por esa razón, Internet es como si fuera el salvaje oeste. Tenemos que escribir nuevas normas”. El también rapero Kanye West le tomó la palabra y publicó su disco con una portada inédita: sin carátula, tenía el aspecto de un CD virgen.
En España el grupo granadino Lori Meyers también tiró de marketing para anunciar las canciones de su nuevo disco Impronta, elegido por los lectores de EL PAÍS como el mejor del año junto a los de Bunbury y Guadalupe Plata. Llenaron las calles de carteles con código que permitían reproducir en móviles y tabletas sus nuevas canciones.
Claro que esto de la mercadotecnia funciona como las citas de Oscar Wilde: siempre hay un ejemplo para corroborar un extremo... o el absolutamente contrario. Otro de los discos del año siguió las reglas de promoción tradicional. Daft Punk llenaron el mundo de carteles de su nuevo disco y su compañía pagó a periodistas viajes promocionales. Vamos, lo de siempre.
En lo artístico en España fue también el año del regreso de grandes nombres como Bunbury, Kiko Veneno, Mala Rodríguez, Dani Martín, Quique González, Fangoria, Rosendo, Iván Ferreiro o Extremoduro. Este último resulta otro caso curioso: a pesar a la filtración de su disco Para todos los públicos por un robo en la empresa de fabricación, lograron colarlo en los primeros puestos de las listas de ventas, dominadas en 2013 por la boy band, Auryn y Violetta, la nueva criatura de Disney. Roberto Iniesta, líder de Extremoduro no suele dar entrevistas y este año, fiel a sí mismo, no fue una excepción. Lo que podría ser otra forma de marketing. O en su caso, la misma de todos los años.
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