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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sr. Burns

Todo Gobierno tiene su señor Burns, uno de los 50 mejores villanos de la historia. En el Ejecutivo español ocupa la cartera de Hacienda

David Trueba
Cristóbal Montoro.
Cristóbal Montoro.

El señor Burns es el dueño de la Central Nuclear que da trabajo a Homer Simpson en Springfield. Su esfuerzo por contaminar la sociedad en la que vive, su apuesta por las malformaciones y el cáncer, le han ganado la consideración de figurar entre los 50 mejores villanos de la historia, según la revista Wizard. Cuando al señor Burns le desagrada alguien siempre ordena a su ayudante que suelte los perros. Su grito de: “Suelte los perros” completa su empeño por aterrorizar a los que le rodean, a quienes advierte de que la opresión y la tiranía son una pequeña tasa por vivir en el país de la libertad.

Todo Gobierno tiene su señor Burns. En el español ocupa la cartera de Hacienda. Frente al perfil técnico, cosmopolita, inteligente y discreto del ministro de Economía, el titular de Hacienda suele acusar, vilipendiar y prevaricar con los supuestos datos de tributación fiscal de todo aquel que se opone a su inclinación natural para el tejemaneje. El presidente Rajoy es firme partidario de no sustituir a ministros fracasados. Es un gesto con el que busca proteger a los cargos afectados de manera directa en casos de corrupción, incompatibilidades o de la mera incapacidad profesional. Pero en una última reforma contable, Montoro se ha cargado los planes de reforma eléctrica del ministro de Industria y se ha garantizado un puesto en el Consejo de Administración de alguna gran empresa energética. Es un momento perfecto para dejarle caminar hacia su futuro bien remunerado y desintoxicar nuestro presente.

El titular de Hacienda va camino de cargarse la institución más frágil de nuestro sistema, porque el contribuyente necesita sentir que su dinero es recaudado y utilizado sin sectarismo ni como brazo armado de las fobias personales de un político adicto al sueldo público. Es gracioso que cada declaración acusatoria en la que suelta a los perros, es rectificada y matizada por él mismo un poco después. Contamina el río y al día siguiente se baña en él para demostrar que el agua turbia no es peligrosa para la salud. El señor Burns dijo una vez: “¿De qué sirve el dinero si no puede inspirar terror en el prójimo?”. Pues eso. ¿De qué serviría pues dirigir el Ministerio de Hacienda sin ese privilegio?

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