Laure Prouvost gana el premio Turner
Las instalaciones de vídeo de la artista francesa, que ha desarrollado su carrera en Londres, buscan provocar a su audiencia
Las instalaciones de vídeo de Laure Prouvost, cuyo frenético montaje y el deliberado uso incorrecto del lenguaje buscan provocar a la audiencia, han merecido el Turner, un premio habitualmente controvertido y capaz de propulsar un nombre en el ámbito del arte contemporáneo. La presentación del galardón ha salido por primera vez de los límites geográficos de Inglaterra para presentarse en la localidad norirlandesa de Londonderry, antaño asociada a la violencia política y, en este 2013, actual ciudad de la cultura del Reino Unido.
En el fallo de esta edición número 29 ha pesado más la franca sorpresa que la polémica, porque Prouvost (Lille, 1978) no figuraba en ninguna de las quinielas. La crítica apenas había reseñado su obra seleccionada por el jurado del Turner, el vídeo Wantee ambientado en una tea party y donde prima la desorientación visual y la narrativa caprichosa, en contraste con la amplia difusión de las propuestas de los otros tres contendientes británicos.
Protagonista de una carrera que ha desarrollado principalmente en Londres, Prouvost era la única no británica entre los seleccionados como finalistas de un premio destinado a aquellos artistas menores de 50 años que, independientemente de su nacionalidad, trabajen o expongan en el Reino Unido.
Entre ellos, el germano-británico Tino Sehgal (nacido en Londres en 1976 y criado en Alemania), el más conocido del grupo de jóvenes artistas, ejecuta coreografías o lo que él denomina “situaciones construidas” –aunque algunas respondan también a la improvisación- en las que se representan encuentros reales de sus modelos con el propio público. Esa propuesta que quiere poner a prueba los límites del material artístico y la percepción de las audiencias ha sorprendido a muchos de los visitantes que desde diciembre (y hasta el próximo enero) vienen asistiendo al despliegue de obras finalistas al Turner en Londonderry: la búsqueda de una obra acabada de Seghal resulta fútil, porque ellos mismos forman parte de ese obra.
El favorito de las casas de apuesta –cuyos vaticinios erraron de nuevo- era David Shrigley, un inglés de 44 años que vive y trabaja en la escena artística de Glasgow, donde destaca el toque macabro y a la vez cómico de sus dibujos y esculturas. A través de un cuerpo de trabajo que también incluye la fotografía y el cine, Shrigley exhibe el más negro de los humores, una inteligencia macabra y “una mofa infinita”, a decir de los miembros del jurado del Turner. No le dieron finalmente el premio, a pesar de que su escultura de un enorme robot masculino (Life Model) que desde su desnudez guiña el ojo e incluso orina ha sido la más publicitada de las obras finalistas.
Lynette Yiadom-Boakye, una londinense de 35 años cuya familia procede originariamente de Ghana, ha sido la primera mujer de raza negra seleccionada como finalista del Turner. Sus retratos de sujetos en realidad imaginarios, en su mayoría hombres y mujeres negros, son cuadros figurativos que no requieren de modelos. Porque todos sus personajes surgen de la mente de la creadora.
La ceremonia de entrega del premio Turner, dotado con 25.000 libras (30.000 euros) para el vencedor, se ha celebrado en el centro cultural de Ebrington, un espacio que en el pasado alojó los barracones militares de Londonderry (o Derry a secas, porque aquel prefijo no es querido por todos los norirlandeses) y que anoche se vistió de gala en la fiesta del arte contemporáneo más esperada del año.
Babelia
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