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‘Rubber soul’, la primera cumbre

The Beatles dan un salto de calidad y ambición tras recibir influencias americanas. Más folk, adiós al ‘ye-ye’. Ya no se sienten manejados. Ahora tienen el control de su carrera

Ricardo de Querol
La portada de 'Rubber soul', obra del fotógrafo Robert Freeman con rótulos del artista Charles Front
La portada de 'Rubber soul', obra del fotógrafo Robert Freeman con rótulos del artista Charles Front

En otoño de 1965, a su regreso de una agotadora gira por Europa y Estados Unidos, los Beatles tenían poco tiempo para tener listo un disco para Navidad. La presión de una Beatlemanía insaciable, el frenético ritmo que imponía la industria, no era el mejor modo de conseguir una obra maestra. Sin embargo, Rubber soul es uno de los mejores discos de su carrera, el más perfecto que habían hecho hasta ese momento. El álbum (que este domingo puede comprarse con EL PAÍS en versión remasterizada por 9,90 euros) muestra a unos Beatles maduros que toman el control de su sonido y de su carrera. Ya no explotan el pop fresco y encantador, pero intrascendente, de sus inicios. Como se apuntaba ya en Help!, sus inquietudes son otras.

La presión comercial era insoportable pero su momento creativo era el ideal. Los Beatles eran otros a su regreso de sus giras americanas de 1964 y 1965. No tanto por la experiencia de llenar los estadios de béisbol: estaban hartos de los fans. Pero en aquellos viajes se empaparon de otras músicas, de otras formas de componer. Bob Dylan se convirtió en su amigo y su gran referencia.

No volverían a cantar “ella te quiere, ye-ye”. “Las cosas estaban cambiando en dirección contraria a ese rollo popero”, recordaba Paul McCartney en Anthology. “Dylan fue una influencia muy fuerte en ese momento”. John Lennon lo confesó de forma fotunda: hasta que conoció la obra de Dylan, solo había hecho “letras de usar y tirar”. No fue mucho menor la importancia en su evolución de otros colegas como The Byrds o los Beach Boys, con quienes mantuvieron una rivalidad/admiración mutua que obsesionó y estimuló a ambos.

El resultado de ese viaje que iniciaron unos veinteañeros abrumados por el éxito es Rubber soul. Domina el folk, lo acústico antes que lo eléctrico, lo sugerente mejor que lo obvio. Las letras son instrospectivas. Es un disco reposado, con medios tiempos y baladas, aunque alguna descarga rítmica, como el rotundo Drive my car que abre el disco. Avanza la experimentación, la apertura de los horizontes: los Beatles incorporan instrumentaciones arriesgadas, desde el exótico sitar indio (en Norwegian wood) a un falso clavicordio que remite al barroco (In my life).

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Cuesta creer que ninguno de los 14 temas del LP se editara en el Reino Unido como single, cuando lo difícil sería elegir cuáles, porque contiene más de un puñado de joyas. Están en una etapa tan fecunda que las canciones que lanzan como sencillos son otras distintas a las de los álbumes. Igual de buenas. Así van de sobrados.

Tenemos al mejor Lennon, pletórico como autor. Se pone seductor y pícaro en Norwegian wood, melancólico en Girl, reflexivo en Nowhere man, y nostálgico en In my life, quizás la mejor pieza del álbum. Con permiso de McCartney, que aporta la romántica Michelle, una vieja composición suya, y varias de esas canciones bonitas y sencillas que le salen con facilidad: I'm looking through you o You won't see me. Ya despunta George Harrison, que compone y canta un energético Think for yourself y la muy suya If I needed someone. A Ringo le dejan la voz en una pieza menor de country al estilo rural, What goes on.

Es el primer álbum de los Beatles con una idea, un hilo, el concepto de obra cerrada. Hasta entonces se sentían manejados. Lo contó así Lennon: “Por fin fuimos capaces de dominar el estudio. Al principio hacíamos lo que se nos decía. Esta vez controlamos todo. Hasta la portada”. Es una tapa icónica, obra del fotógrafo Robert Freeman con las letras redondísimas del artista Charles Front.

El éxito ya no les atropellará, nadie elegirá su repertorio: ahora mandan ellos. Su siguiente exigencia, meses después, sería abandonar las giras y volcar todo su esfuerzo y su talento en el estudio. Vendrían detrás Revolver, Sgt. Pepper's y todavía más singles maravillosos que tampoco cabían en los LP. Todo había cambiado después de Rubber soul.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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