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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Destejer

La Fiesta del Cine, que consiste en tres días de precios rebajados, convoca colas desbordadas de espectadores. Una vez más se ha demostrado la tesis contraria a los cálculos gubernamentales

David Trueba
Colas en uno de las salas de Madrid durante la Fiesta del Cine
Colas en uno de las salas de Madrid durante la Fiesta del CineSamuel Sánchez

Cuando el ministro de Hacienda atacó al cine español, los medios exigían contestaciones, pero era un error entrar en esa discusión. La polémica verdadera no estribaba en discutir sobre el cine nacional, sino en saber qué consecuencias habría tenido para un ministro de Sanidad afirmar que los médicos españoles eran malos. O qué habría sucedido con el ministro de Agricultura si hubiera dicho que las naranjas españolas eran de mala calidad. O qué decisión habría tomado el presidente sobre el ministro de Justicia si hubiera dicho que el problema de la justicia española no es la falta de recursos, sino la mediocridad de sus profesionales. Los ceses habrían sido inmediatos. Rápido llegó la sincera rectificación del ministro de Hacienda, que se excusó por sus palabras y rectificó su opinión, con lo que un asunto tan intrascendente quedó zanjado.

Pero convendría retomar la idea esencial, que quedaba oculta bajo los titulares más estridentes. La subida desmesurada del IVA ha hundido a muchas salas y ha puesto en peligro todo un modelo de negocio. Al bajar el gobierno francés ese impuesto, reactivó la importancia de ese motor económico, al contrario que nuestros responsables. Ahora, la Fiesta del Cine, que consiste en tres días de precios rebajados en las salas, convoca colas desbordadas de espectadores. Una vez más se ha demostrado la tesis contraria a los cálculos gubernamentales, si incentivas el consumo puedes recaudar fondos para tapar el agujero contable, que es enorme, pero sin destrozar al pequeño comercio.

Bajo la asfixia de los impuestos y las tasas recaudatorias, un ejemplo tan sencillo puede aplicarse a cientos de actividades que han sido estranguladas por un ejercicio de fiscalidad ramplón. La búsqueda del atajo en la recaudación ha provocado el estrangulamiento del consumo y como consecuencia inmediata el aumento del paro. Todos los expertos coinciden en que el error europeo ha consistido en despertarse un día con prisas excesivas por corregir el desmadre bancario en el que nos tenían inmersos, en lugar de aplicarse de manera progresiva a subsanar lo que ellos mismos, con su liberalidad, habían causado. El daño inmediato ya está hecho. Ahora se trata de que comprendan, de una vez, que el tratamiento puede destrozar el tejido industrial y eso ya no tendrá arreglo durante generaciones.

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