Fallece Nacho Sáenz de Tejada, músico, disquero y periodista
Fundador de Nuestro Pequeño Mundo, fue fiel acompañante de Pablo Guerrero y durante diez años estuvo a cargo de la información musical en EL PAÍS
Ignacio Sáenz de Tejada, periodista y músico, falleció el domingo 20 en un hospital de Majadahonda, victima de un cáncer fulminante. Conocido últimamente como acompañante del gran Pablo Guerrero, también fue miembro fundador del grupo Nuestro Pequeño Mundo y trabajó con una entonces desconocida Cecilia. Responsable de la crítica y la información musical en EL PAÍS, dejó el periodismo para funcionar como A & R en BMG Ariola, Virgin y Universal, donde fichó a artistas como Niña Pastori, Pedro Guerra o Quique González.
Perteneciente a una familia donde abundaban los diplomáticos y los militares, Nacho había nacido el 3 de abril de 1949 en Barcelona. Aunque el más celebrado de sus antepasados fue Carlos Sáenz de Tejada, brillante cartelista del franquismo insurgente, Nacho se quedó más fascinado por otro pariente, el tío Pepe, músico y bohemio.
Estudiante de periodismo, descubrió el folk y formó parte de Nuestro Pequeño Mundo, uno de aquellos grupos multitudinarios propios de la época, donde también destacaron Pic-Nic o Mocedades. Con Sinner man (1968) o If I were a rich man (1971), tuvieron un éxito tan enorme como peligroso: se encontraron vendiendo un repertorio internacional a un público sin gran curiosidad musicológica. La guitarra de Nacho estaría presente en las dos etapas de Nuestro Pequeño Mundo. También participó en grupos más fugaces, como Expression, con Julio Seijas -de Aguaviva- y Evangelina Sobredo, luego triunfadora como Cecilia.
Para Sáenz de Tejada, el integrarse en la industria tenía pleno sentido: era una forma de defender a los músicos, ofreciéndose como un interlocutor que hablaba su mismo idioma
Los ochenta vieron un relativo eclipse del folk y la canción de autor; Nacho ingresó en la plantilla de EL PAÍS, donde se esforzó en profesionalizar la información musical entre 1986 y 1994. Aunque creía firmemente que un buen crítico debía tener un amplio bagaje musical, también apostaba por la especialización e incorporó al periodista vasco Fermín Echegoyen, al experto en heavy Pedro Giner o a Berta Herrera, una de las escasas mujeres entonces presentes en este oficio.
Carecía de divismo: cuando se terminaba la famosa Historia del rock por fascículos, se ofreció a hacer el índice onomástico, un trabajo tedioso que ninguno queríamos afrontar. Ecuánime y riguroso en sus juicios, se implicó a fondo en lo que veía como injusticias. Por ejemplo, evitó el intento de linchamiento de Paco de Lucía, cuando a la muerte de Camarón (1992), se descubrió que el cantaor apenas tenía temas registrados a su nombre en la SGAE. También podía ser duro: la crónica de un concierto de Joaquín Sabina bajo de forma provocó la furia de muchos sabinianos.
Curiosamente, su siguiente destino le colocaria al servicio de Sabina, en el departamento de A & R (Artista y Repertorio) de BMG Ariola: como personas adultas, se entendieron a las mil maravillas y, a posteriori, Nacho se mostraba orgulloso de haber conseguido que Joaquín contara en Yo, mi, me, contigo con una pedal steel guitar (complejo instrumento que, curiosamente, sería una de sus obsesiones en sus últimos años). Aunque no trabajaba directamente con el trío, otros artistas de la casa eran Mecano, a los que había descrito de forma memorable como “promotores de una infancia masificada”.
Para Sáenz de Tejada, el integrarse en la industria tenía pleno sentido: era una forma de defender a los músicos, ofreciéndose como un interlocutor que hablaba su mismo idioma. Ya en sus tiempos de periodista, una entrevista con un grupo nuevo podía fácilmente desembocar en una jam session en casa de Nacho. Tras Ariola, pasó por Virgin y Universal, aunque se fue desencantando ante los planteamientos cortoplacistas de una discográficas que exigían rendimientos inmediatos a sus fichajes. La ruptura fue amistosa: durante años, escribió anónimamente textos promocionales para nuevos lanzamientos. Volvió a la música, que nunca dejó realmente.
Había estudiado durante varios años guitarra flamenca y colaborado en discos de Luis Eduardo Aute y otros. Sin embargo, encontró acomodo al lado del perro más verde de los cantautores: en Pablo Guerrero halló a un creador de alto lirismo pero predispuesto a la exploración sonora. En compañía de Luis Mendo, trenzaba los tapices guitarreros que sugería la música del poeta extremeño. Era lo menos parecido a un trabajo alimenticio pero Nacho lo defendía con ardor, incluso atendiendo a los periodistas cuando Pablo no estaba disponible. En los viajes de Pablo y compañía, era el responsable del reproductor de sonido: siempre tenía nueva música para compartir.
Vivió sus últimos tiempos con la periodista Fietta Jarque; tenía cuatro hijos de relaciones anteriores. Nunca sintió la necesidad de grabar en solitario, aunque estaba elaborando un repertorio de piezas variadas -desde A las barricadas a clásicas del folk estadounidense- que interpretaba a la guitarra; su arsenal instrumental se había ampliado con el dobro y la citada pedal steel guitar. Sus amigos y familiares le despiden hoy en el tanatorio de Pozuelo de Alarcón.
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