_
_
_
_
_

Guitarra clásica, actitud rockera

Miloš Karadaglić, la gran esperanza de la guitarra clásica, debuta mañana en España dentro del ciclo Yellow Lounge que organiza Deutsche Grammophon

Daniel Verdú
El guitarrista Miloš Karadaglić.
El guitarrista Miloš Karadaglić.

Miloš Karadaglić (Montenegro, 1983), como tantos otros niños, lo que quería era ser una estrella del rock para ligarse al máximo número de chicas. La otra opción que tenía era jugar bien al fútbol, pero como él dice, su habilidad para tocar la guitarra era evidentemente superior a la de chutar un balón. De una manera tan utilitaria surgió uno de los mejores guitarristas clásicos de hoy. Un montenegrino que forjó su carrera en Londres (en la Royal Music Academy) y que se ha convertido en emblema de un renovado acercamiento a la interpretación de este instrumento que recorre los auditorios. Con ese talento para congregar a todo tipo de público a través de una impresionante técnica y emoción, actuará hoy en la segunda edición de Yellow Lounge, el evento que Deutsche Grammophon organiza por todo el mundo para acercar la música clásica a nuevos públicos.

“La idea es hacer de un recital clásico algo un poco menos intimidador. Todos sabemos que los jóvenes no suelen ir a los auditorios tradicionales. Tenemos que pensar maneras de llevar esta música más cerca de la gente, en lugar de esperar a que vengan ellos. Tocar en un club o en un sitio cool está bien para eso. Y con la guitarra es incluso más fácil porque a todo el mundo le gusta. Siempre está en los bares, en los clubes, en las bandas…”, explica Karadaglić por teléfono. El evento se realizará en Q17 Studios, un estudio fotográfico en Madrid donde también actuarán DJ Slow y la violinista Leticia Moreno.

Es la primera vez que el guitarrista, abocado al gusto por el instrumento gracias a las grabaciones de Andrés Segovia que su padre solía hacerle escuchar, viene a España. “Estoy muy emocionado. Es como venir a casa: por la tradición, el instrumento, la historia…”. Y lo hace encumbrado ya como una de las grandes revelaciones del circuito clásico, pese a que su intención es tocar para el máximo de público posible (lo ha hecho en el Royal Albert Hall para 3.000 personas). Para algunos eso significa simplificar piezas de clásica y pasarlas por el ordenador y convertirlas en, pongamos, música techno. Pero también puede consistir en seleccionar cuidadosamente piezas del repertorio y mostrarlas de alguna forma que atraiga a un público más joven. Y como guitarrista es más fácil, porque la mayoría del repertorio es accesible”.

Sin embargo, y pese a la popularidad del instrumento, la guitarra nunca ha logrado en el circuito clásico un reconocimiento remotamente cercano al del piano o el violín. “Es un instrumento mucho más joven. La guitarra que vemos estos días no tiene más de unos 100 años y el repertorio todavía se está desarrollando. En el siglo XX hubo una gran evolución y popularidad, pero debe continuar. Pero tiene una ventaja respecto al piano o el violín. No asusta a la gente. Puedes tocar para intelectuales, para adolescentes, amantes del pop… y siempre encuentran algo. El repertorio es accesible y te permite algunos crossovers que facilitan todo bastante”, señala.

Hubo un tiempo, sin embargo, en el que todos sus managers le decían a Miloš que su trabajo era maravilloso, pero no había mercado para él. “Yo perseveré. Ahora para muchos es fácil ver la superficie, pero ha habido mucho trabajo. Y no hago esto para ser un héroe o un campeón, lo hago porque es lo que amo. Mi personalidad no permitió que nadie me encasillara. Yo quería tocar la guitarra en los auditorios más grandes, no solo para guitarristas. Así que decidí no hacer competiciones de guitarra, sino de música en general. Así podría hacer algo en una escala más global. Me llevó muchos años de trabajo duro. Pero cuando pasó, en 2010, era el momento en que tenía que pasar”, recuerda.

Hijo de una familia montenegrina, en la que todos sus miembros eran y son economistas, hoy es ya un icono de esa clásica que busca renovar a su encanecido público. “Quizá porque no vengo de una estirpe de músicos lo que quiero es tocar para todo tipo de públicos. No para una élite”. Tampoco esperen verle en un concierto de Radiohead. Sus influencias musicales se basan hoy en una gran dosis de flamenco y, sobre todo, de ópera. “Pienso que los instrumentos han intentado copiar la voz humana. Así que me inspira mucho y aprendo sobre el fraseo escuchando a cantantes. Eso sí, si me tomo una vaso de vino y tengo una noche libre, lo que ocurre una vez al año, escucho Diana Krall, jazz… Y si estoy muy emocional escucho flamenco. Es quizá la música más poderosa de este mundo Es algo que amo por encima de todo”.

En este viaje a España, como muchas otras veces (su hermano estudia en Madrid), intentará escaparse a algún bar o tabalao flamenco para ver a alguno de esos tipo que “tocan como si no hubiera mañana”. “Me encantaría tocar de esa manera. Es algo muy poderoso. Me gusta Paco Peña mucho. También Paco de Lucía cuando toca El concierto de Aranjuez… Ah, y me encanta la cantaora Estrella Morente, es una diosa”.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_