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SILLÓN DE OREJAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Por el mar corren las liebres, ‘tralará’

El optimismo de Liber contrasta con una edición improvisada y desangelada

Manuel Rodríguez Rivero
Ilustración de Max.

El señor Guindos, el ministro de Economía que fue asesor de Lehmann Brothers hasta el big bang (¡manda carallo!, dirá alguno), me recuerda cada día más a aquel estupendo señor Micawber de David Copperfield que, a pesar de toda evidencia, seguía confiando en que, de un momento a otro, le iba a sonreír la fortuna. También su colega Montoro (más parecido al villano Uriah Heep), el ministro de Hacienda que en poco más de un año ha conseguido dejar tiritando la creación y el consumo cultural en este país, insiste (sin que le crezca la nariz como a Pinocho) en que los salarios no han bajado, pero mírense ustedes el bolsillo y no se priven de hacerle después una peineta a su señoría (no creo que nadie les acuse de escrache). Y es que a veces nuestros políticos resultan menos fiables (y con mucha menos gracia literaria) que el narrador innominado de Los papeles de Aspern, la estupenda novela corta de Henry James que, de paso, constituye una auténtica lección práctica acerca de la hipocresía y la mala fe. Nuestras dos máximas autoridades económicas (delegadas; no menciono a los verdaderos jefes, que viven fuera) no son los únicos optimistas interesados, también proliferan en otros campos. Leo las notas de prensa sobre el último Líber y se me caen los palos del sombrajo. Ahora resulta que el que ha sido, en opinión de muchos asistentes, el más cutre, peor organizado, más improvisado y culturalmente menos interesante y desangelado Líber de las últimas tres décadas fue, en realidad, un espectacular éxito, sobre todo en lo que se refiere a tirón popular: se diría que hasta Jürgen Boos, el Geschäftsführer de la Feria de Fráncfort, está que no le llega la camisa al cuerpo por temor a la peligrosa competencia de la feria española. Lo de las cifras de asistentes ha alcanzado niveles propios del barón de Münchhausen (rebautizado barón de la Castaña por el inolvidable editor Saturnino Calleja), aquel patrañero militar que cabalgó en una bala de cañón para poder averiguar, desde el aire, el número y disposición de las fuerzas enemigas. Parecería, a tenor de lo publicado, que la asistencia de los madrileños al “satélite” fue tal que casi hubo que recurrir a los antidisturbios para poner orden entre los enfervorizados visitantes que pugnaban por acceder a las fabulosas actividades del programa Liberatura. En el único aspecto positivo en que la mayoría de los asistentes coinciden es en el funcionamiento relativamente aceptable de los encuentros comerciales, que siempre han sido, por otra parte, la principal baza de Líber. Bueno, también coinciden en encomiar la labor de los encargados de la comunicación, que, asimilando creativamente las técnicas empleadas por el Ministerio de la Verdad orwelliano, han conseguido vender la fantástica y extravagante mercancía de que el “Líber del Madrid Arena”, que es como pasará a la historia de la edición española (aunque sólo en nota a pie de página), ha sido todo un triunfo de los organizadores. Todo lo cual me trae a la memoria una canción infantil que escuchaba en mi lejana infancia y que decía: “Ahora que vamos despacio, tralará / vamos a contar mentiras, tralará: / por el mar corren las liebres, / por el monte las sardinas”.

Plath

A punto de finalizar el año del cincuentenario de la muerte de Sylvia Plath (1932-1963), Nórdica lo celebra publicando en su colección de ilustrados, y en edición bilingüe (traducción de María Ramos, ilustraciones de Anuska Allepuz), Tres mujeres, un largo poema “a tres voces”, escrito originalmente para la radio y en el que se plasman, por medio de monólogos alternos, las distintas experiencias de otras tantas mujeres que esperan el parto en la maternidad de un hospital: la primera, una mujer casada, da a luz normalmente; la segunda, una secretaria, aborta (no es la primera vez); la tercera, una estudiante violada, cede su hijo en adopción. Plath terminó Tres mujeres en 1962, un año antes de suicidio, y cuando ya vivía separada de su marido. Por cierto que Lumen ha reeditado Cartas de cumpleaños (bilingüe, traducción de L. A. de Villena), el extenso poemario en el que Ted Hughes (1930-1998) relata en clave autobiográfica la vida en común del matrimonio (incluyendo el affaire del autor con la poeta alemana Assia Wevill, una mujer también trágica y de inquietante belleza). De ese libro excepcional, selecciono los primeros versos del poema Odiaste España, en el que Hughes se refiere a la estancia de la pareja en este país durante su luna de miel (1956): “España te asustó. Esa España / donde me sentí como en casa. La luz de cruda sangre, / las oliváceas y salitrosas caras, los negros / confines africanos de todo te asustaron”. Por alguna razón que sólo descubriré en el diván de mi psicoanalista, el poema me trae a la memoria una sentencia apodíctica de Cioran (creo que figura en Breviario de podredumbre), uno de los pocos reaccionarios que admiro y me hacen reír, en el que afirma que España, como Rusia, es una nación “preñada de Dios”, añadiendo que a otras naciones les basta conocerlo, mientras que el nuestro lo lleva dentro. Por lo demás, les recomiendo en YouTube el vídeo en el que Plath recita Daddy —uno de sus poemas que prefiero—, compuesto también en 1962 y publicado póstumamente en ese magnífico libro que es Ariel, publicado por Hiperión en 1985 (traducción de Ramón Buenaventura) y que, inexplicablemente, no se ha reeditado.

Breves

Con tanto aniversario y celebración y sus correspondientes monográficos, acumulo junto a mi sillón de orejas notas garabateadas sobre varios de los libros leídos desde el verano. Por ejemplo, sobre un par de novelas breves, pero ambiciosas y complejas, que no me gustaría que pasaran inadvertidas en la vertiginosa rotación de las mesas de novedades. Un amigo así (Planeta), de Martín Casariego, es un hermoso relato acerca de la amistad y la traición enmarcado en una tenue pero bien armada intriga y contado por un narrador cuya personalidad se desvela al final. El marco de la historia es el alpinismo —como deporte, pero también como vestigio de una épica que ya no existe—, una afición que comparten los dos amigos protagonistas, empeñados en escalar el Mont Blanc. Novela de sentimientos y culpa en la que se deslizan otros temas secundarios (el periodismo, caracterizado como “novela del mundo”). La culpa también ocupa un papel fundamental en Pastoral iraquí (Alfaguara), primera novela de Basilio Baltasar, que sorprende por su habilidad para conciliar su marcado contenido alegórico con una narración que consigue concitar el interés del lector. El narrador, capitán del servicio de información en un destacamento español en Irak, es el testigo (rencoroso) y comentarista (a menudo poco fiable) del comportamiento de un conjunto de militares que representan distintos tipos psicológicos. El escenario bélico, con ser importante, no deja de ser una especie de claustrofóbico hortus conclusus en el que los personajes despliegan sus grandes miserias y pequeñas grandezas, empezando por el coronel Merola, un personaje corroído por la culpa, en torno al que se espesa la leve intriga de esta insólita novela.

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