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De aquel tsunami a esta música

Un impresionante auditorio portátil del escultor Anish Kapoor y del arquitecto Arata Isozaki acoge el proyecto Ark Nova en zonas devastadas por el desastre japonés de 2011

Vista aérea del auditorio portátil de Isozaki / Kapoor en las proximidades de Matsushima.
Vista aérea del auditorio portátil de Isozaki / Kapoor en las proximidades de Matsushima.

Parece un cuento oriental o, tal vez, una fantasía futurista de corte social. El punto de partida de esta historia se remonta al trágico terremoto y su consiguiente tsunami en la región de Tohoku, al noreste de Japón, el 11 de marzo de 2011. Cinco meses después se anunciaba en el Festival de Lucerna la creación de Ark Nova,un proyecto solidario con la región devastada que consistía a grandes rasgos en llevar a la zona el consuelo de la música inaugurando allí un auditorio móvil, diseñado por el artista indio Anish Kapoor y el arquitecto japonés Arata Isozaki, y creando una orquesta de jóvenes de la región afectada por la tragedia.

En el acto de presentación en Lucerna, Claudio Abbado dirigió a la orquesta del festival de la ciudad suiza en el adagio de la Décima sinfonía de Mahler, como homenaje a las víctimas, comprometiéndose además a dirigir el concierto de inauguración en Japón de esta aventura utópica. Si este tipo de proyectos suelen quedarse normalmente en el apartado de las buenas intenciones, en esta ocasión no ha sido así. El auditorio se instaló en una pradera a las afueras de Matsushima y la orquesta contó para su preparación con la colaboración de Gustavo Dudamel, que volcó en ella su experiencia del sistema venezolano, y de Ryuichi Sakamoto, implicado al máximo en esta aventura artística y social.

Abbado, Sakamoto, Dudamel y el Festival de Lucerna auspician el proyecto solidario

El aire de leyenda se asoma ya desde la denominación del proyecto. Ark Nova se inspira por una parte en el arca de Noé, tal y como se cuenta en el libro del Génesis del Antiguo Testamento, y por otra en un personaje conocido en la tradición japonesa —según el folclorista Shinobu Orikuchi— como marebito, un visitante extranjero que trae religiones, o en este caso un festival, revitalizando la zona.

Matsushima es uno de los principales destinos turísticos de esta región, entre otras razones por su bahía, donde hay unas 260 islas cubiertas de pinos. En una ladera de su demarcación territorial se ha instalado por primera vez el auditorio transportable. La sensación que transmite es en cierto modo de irrealidad, ya desde su forma escultórica de globo hinchable y geometría no clasificable por razones más estéticas que funcionales. Las dimensiones son 30 metros de ancho, 36 de largo y 18 de alto. La capacidad es de 500 localidades, en bancos corridos de madera procedente de los bosques próximos al templo Zuiganji, un símbolo de Matsushima. Escuchar un concierto aquí supone una experiencia difícilmente definible, algo así como vivir la música dentro de una escultura.

Interior del auditorio

Abbado canceló el pasado 11 de septiembre su presencia en Japón, con la orquesta del Festival de Lucerna, por motivos de salud. Algunos de los músicos más destacados de la orquesta, con Wolfram Christ a la cabeza, interpretaron como alternativa, el pasado sábado, obras de cámara de Brahms y Chaikovski. La idea de la programación es combinar diferentes tipos de música. Y así, después del concierto de música romántica europea, tuvo lugar un espectáculo de música y danza Shinto, en una modalidad de esta región denominada Kuromori Kagura. En días precedentes, y dentro de este concepto de convivencia artística, habían tenido lugar actuaciones de jazz y de teatro kabuki, además de las propiamente clásicas. El auditorio transportable se trasladará a diferentes puntos de esta región japonesa a lo largo de tres años. Después viajará a otras latitudes: parece ser que ya hay interés de países del golfo Pérsico.

El día estrella de esta insólita experiencia musical y artística fue el pasado domingo, con el venerado Ryuichi Sakamoto al frente de la orquesta de jóvenes Tohoku. No cabían todos los músicos en el escenario. Cuatrocientos niños y jóvenes de entre 12 y 18 años, fundamentalmente de las prefecturas de Fukushima (la de la tristemente célebre central nuclear) y Miyagi, han participado en las actividades de formación de esta nueva agrupación musical. Sakamoto dividió la orquesta en dos para el primero de sus conciertos. Con cada una de esas mitades interpretó fragmentos de su música para cine y algunos de sus temas más populares. Desde la banda sonora de El último emperador a la de Feliz Navidad, Mr. Lawrence, todo era familiar y festivo para los jóvenes y para el público asistente. En el segundo concierto, de enfoque más didáctico, la dirección musical fue compartida por Sakamoto y Yoshihide Otomo. Los dos volvieron para improvisar temas de vanguardia, desde el piano y la guitarra, en el concierto de clausura del festival, y Sakamoto, ya en solitario al piano, encandiló a sus seguidores con sus propuestas más melódicas.

La euforia se había apoderado del ambiente, estado de ánimo compartido por Isozaki, Sakamoto o Michael Haefliger, director del Festival de Lucerna. La financiación deArk Nova es compartida por varias instituciones públicas suizas y japonesas y por empresas privadas. No se ha declarado el coste económico de la operación. La rentabilidad económica de esta experiencia es más que dudosa. Sin embargo, lo que supone como invitación al sueño artístico, la proyección social desde la música y la convivencia entre culturas diferentes es, sencillamente, ejemplar.

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