Erotismo pictórico en la era más recatada
Una exposición recorre en París la presencia del desnudo en la decorosa pintura victoriana
Las paredes de las que suelen colgar cuadros de Botticelli, Rembrandt o Fragonard han cambiado de orilla. En el palacete neoclásico que alberga al Museo Jacquemart-André, en los bulevares más burgueses de la rive droite parisiense, se pueden observar desde hace unos días algunos de los cuadros más emblemáticos de la pintura inglesa del siglo XIX. La muestra, extraída de la impresionante colección del millonario mexicano Juan Antonio Pérez Simón, se titula Deseo y voluptuosidad en la época victoriana. Hasta el 20 de enero, invita a descubrir los artistas contemporáneos de la reina Victoria, de Lawrence Alma-Tadema a Edward Coley Burne-Jones, pasando por Lord Frederic Leighton o Albert J. Moore. Fueron estrellas en su época hasta caer en el olvido allá por la Primera Guerra Mundial, cuando su estética, considerada rancia y barroca hasta lo indecible, empezó a ser observada con cierto desprecio intelectual.
"Supone un desafío volver a exponer este corriente menospreciado, considerado pasado de moda y eclipsado por sus coetáneos impresionistas, a los que los grandes museos siempre han considerado mucho más interesantes", expone la comisaria de la muestra, Véronique Gerard-Powell, catedrática de Historia del Arte en la Sorbona. Pese a todo, los artistas victorianos reflejan las preocupaciones de su época y acabarían teniendo más influencia de la admitida con sus cuadros recargados de motivos y de una sensibilidad bastante pomposa. "Su trabajo consistió en buscar y reflejar la belleza por la belleza", añade la comisaria.
Dos miembros de la fraternidad prerrafaelita, Dante Gabriel Rossetti y John Everett Millais, también figuran en una exposición que se esfuerza en analizar el significado social del erotismo, supuestamente prohibido en la cultura victoriana. "Existen muchos estereotipos sobre la época. Se suele creer que el desnudo estaba prohibido y que el puritanismo lo dominaba todo. Nadie se ha parado a pensar que el corsé también puede considerarse un objeto erótico. La pequeña burguesía era más rígida y reprimida, pero el arte no renunció al desnudo y la mayoría de pintores de la época tuvieron unas vidas muy poco pías", opina Gerard-Powell, recordando la fama de mujeriegos de muchos de los nombres expuestos.
Bajo la idealización de la belleza clásica y la representación de relatos extraídos de la Biblia, las leyendas medievales o la literatura británica, los pintores también exploraron la tensión entre la belleza absoluta y el impulso dionisiaco. En Las rosas de Heliogábal (1888), uno de los lienzos más icónicos de la pintura decimonónica hecha en Inglaterra, Alma-Tadema retrata al tiránico emperador romano del siglo III, conocido por haber asfixiado a sus cortesanos con un manto de flores, en una macabra mezcla de placer hedonista y crimen atroz.
Tras su paso por París, la muestra llegará a Londres y Roma, además de ser expuesta en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid a partir de junio de 2014. Supone la última fase de una innegable revalorización del corriente. Abandonados en los desvanes familiares de la aristocracia británica, estos cuadros acabaron en anticuarios a precio de saldo. El compositor Andrew Lloyd-Webber, gran coleccionista de la escuela decimonónica, recuerda a veces cómo su abuela se negó a prestarle 50 libras esterlinas para adquirir un cuadro de Leighton, que ella consideraba "basura victoriana". Hoy, el mismo cuadro costaría cerca de un millón de libras. De estética grandilocuente y cercana a la sensibilidad del péplum, la pintura victoriana empezó a apasionar desde mediados del siglo pasado a un puñado de coleccionistas surgidos del show business. Desde entonces, su cotización ha ido al alza. En 2011, un cuadro de Alma-Tadema -El hallazgo de Moisés, pintado en 1904- fue vendido en la sede londinense de Sotheby's por más de 26 millones de euros. Había sido estimado a algo más de dos.
Babelia
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