Unos andamios con vida
El madrileño Marcos Zotes defiende con sus instalaciones en Islandia una arquitectura humana
De repente, un vetusto andamio abandonado, paradigma de un sueño roto, recibe una segunda vida gracias al poder de la luz. Pixel Cloud (Nube de Píxeles) es un proyecto que trasladó el mundo virtual a una construcción abandonada de Reikiavik (Islandia). Su creador, el arquitecto Marcos Zotes, madrileño de 36 años, defiende una concepción social de su disciplina y critica los excesos del capitalismo. “Quería proyectar algo natural, como una nube sobre un cuerpo industrial, y dar valor al aspecto humano contra esos proyectos millonarios”.
Islandia, un país azotado por una burbuja bancaria que revolvió sus cimientos, es el escenario perfecto. “Está todo lleno de andamios y me gusta ofrecer a la gente una experiencia positiva”, señala Zotes, que habla de un cambio radical en el imaginario colectivo islandés. “Era una sociedad muy derrochadora que ha tenido que enfrentarse a la realidad. Esa toma de conciencia es positiva. La crisis es buena para la arquitectura. Era todo exuberancia y elitismo. Solo querían generar dinero, no les importaba la gente”.
Sus proyectos, en contraposición con los modelos de arquitectura convencional, no requieren una planificación excesiva. “Son espontáneos, ideas que surgen y se realizan en un corto periodo de tiempo sin necesidad de dedicar años a contratos, clientes y demás burocracia”. Pixel Cloud nació a finales de 2012, con un fuerte mensaje visual: “Trasladar el concepto de lo digital hacia el mundo físico”. El público islandés pudo acceder recientemente al interior de la construcción de Zotes y ver la obra desde dentro. “Me pareció muy interesante que la gente interactuara con la luz, que no fuera un agente pasivo y tomara parte de lo que estaba pasando”.
Las ideas de Zotes tienen un fuerte arraigo en el arte urbano, como el grafiti. “Mi forma de entender la arquitectura está ligada al tiempo que he pasado en la calle. He sido siempre muy callejero”. Tras estudiar delineación en España, se marchó a Londres a titularse como arquitecto. Tras trabajar en OMA, un prestigioso estudio holandés, y obtener un máster en la Universidad de Columbia, regresó a Islandia, donde vive con su mujer y su hijo de cuatro años. Allí ejerce de profesor universitario y colabora con otros estudios arquitectónicos, además de trabajar en el suyo, Unstable (Inestable).
Su idea es “reutilizar espacios públicos o estructuras urbanas en desuso para que la gente tome conciencia del lugar en el que vive”. El arquitecto se presenta a concursos públicos, su principal fuente de financiación, y realiza proyectos propios. Tiene claros sus planes, pero no su estilo. “No podría definirlo, va en contra de lo que yo creo. La arquitectura no debe tener un fin, sino responder a las necesidades de los ciudadanos y que ellos participen, por eso mis trabajos tratan de abarcar al mayor público posible”.
Entre sus referentes, le fascinan los proyectos utópicos de los años sesenta y setenta con crítica social como Archigram (Reino Unido) o Superestudio (Italia). “En Madrid hay muy buenos arquitectos jóvenes que hacen grandes obras con la luz como Democracia o Luz Interruptus”.
Babelia
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