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Gianni Amelio sigue perdido y Donald Rumsfeld provoca terror

El talento del director italiano pareció esfumarse. Solo quedó la inutilidad de las buenas intenciones El ex secretario de Defensa de EE UU encuentra justificación para todas las decisiones que tomó

Carlos Boyero
El cineasta Gianni Amelio, ayer en la Mostra de Venecia.
El cineasta Gianni Amelio, ayer en la Mostra de Venecia. ALESSANDRO BIANCHI (Reuters)

Gianni Amelio encadenó al comienzo de los años noventa tres películas que parecían devolverle la prodigiosa salud de otra época a un cine italiano que padecía (y sigue padeciendo) una alarmante sequía. Fueron Puertas abiertas, El ladrón de niños y Lamerica,un cine social deudor del neorrealismo y concebido con mucho talento. Amelio siguió buceando en temáticas sobre realidades sobrias, pero ese talento pareció esfumarse y solo quedó la inutilidad de las buenas intenciones. A pesar de ello, siempre esperas volver a conectar con las perdidas esencias de este director. Habrá que seguir esperando.

L’intrepido habla de la crisis actual con un estilo que a veces pretende acercarse a la comedia y en otros momentos opta por el realismo desgarrado. La protagoniza un hombre que alguna vez tuvo un trabajo fijo, pero que lleva años buscándose la vida cotidianamente en lo primero que le ofrecen. En la construcción y repartiendo pizzas, entreteniendo a los niños disfrazado de oso y cosiendo a máquina. Lo hace con optimismo y profesionalidad, se niega a dejarse vencer por la angustia y la amargura. Tiene a su cargo a un hijo que se dedica a la música y sufre ataques de pánico. También conoce a una mujer joven y desesperada, que al igual que él se conforma con los trabajos de un día. Con estos perdedores empeñados en sobrevivir, el antiguo Amelio podría haber hecho una película dura y tierna, veraz y profunda, pero todo me resulta de una intensidad agotadora, forzado y hueco, seudolírico, escasamente creíble.

El documental The unknown known, dirigido por Errol Morris, está centrado en la figura de Donald Rumsfeld, un político que consiguió algo tan insólito como ser consejero de cuatro presidentes de Estados Unidos, dos veces secretario de Defensa, impulsor y estratega de la guerra de Irak, mantenerse desde su juventud en las máximas esferas del poder.

Rumsfeld se ha prestado a una larga entrevista en la que encuentra justificaciones para todas las decisiones que tomó, insiste en que la mejor forma de guardar la paz es estar continuamente preparados para la guerra, asegura que no quería casarse pero lo hizo ante la posibilidad de que su mujer lo hiciera con otro hombre. Este halcón profesional e incombustible habla con seguridad, desparpajo, surrealismo, frialdad y cinismo de las responsabilidades que asumió en su larga y trascendente carrera, incluido el falso pretexto de las armas químicas que nunca existieron para invadir Irak. Es un individuo vehemente que da mucho miedo. La forma de arropar la entrevista me gusta menos. El director Errol Morris fue el creador de grandes campañas publicitarias y es algo que se nota molestamente en las imágenes y en el montaje que acompañan al discurso de Rumsfeld. También utiliza abusivamente la decepcionante música que ha compuesto Danny Effman, el extraordinario compositor que firma las bandas sonoras en el cine de Tim Burton.

Patrice Leconte ha presentado fuera de concurso Una promesa, que adapta la novela de Stefan Zweig Viaje al pasado. Ambientada en la Alemania de 1912, describe con sutileza y escasas palabras la historia de amor entre una mujer casada con un empresario y un joven al que su marido promociona en el trabajo y le lleva a vivir a la mansión familiar. No es una película deslumbrante, pero sí está narrada con sensibilidad y encanto, virtudes inencontrables en la mayoría de lo que se está viendo (o padeciendo) en esta Mostra.

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