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Crónica
Texto informativo con interpretación

En el salón de tu casa con Lady Gaga

La artista abrió ayer el iTunes Festival en Londres. Un mes de actuaciones que se transmiten vía Internet a todo el mundo

Diego A. Manrique
Lady Gaga ayer en la apertura del iTunes Festival en la sala Roundhouse en Londres.
Lady Gaga ayer en la apertura del iTunes Festival en la sala Roundhouse en Londres.Dave J Hogan (Getty Images)

Excitación e incertidumbre. El iTunes Festival de 2013 comenzaba ayer en el Roundhouse londinense con Lady Gaga. Un mes entero de actuaciones que llegan cada noche de septiembre a tu intimidad, vía el ordenador. Están los nombres obvios, el mainstream del pop, bastante indie, dance music de batalla, mucho hip-hop y algún italiano inesperado (no me pregunten qué hace Ludovico Einaudi allí, el año anterior también estaba Andrea Bocelli).

Mi alboroto interior tiene que ver con cierta sensación de transgresión. Aprecio de lejos la música de la Germanotta y admiro sus videos pero también sé que ella es capitana de la tropa monstruita. Se supone que encabeza un ejercito de little monsters, una multitud con fuerte contingente LGBT (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales). Así que uno debería ir más maqueado que mis trapos de verano. ¡Ni siquiera me he afeitado!

Me tranquiliza algo que conozca el lugar, tan siglo XIX. El Roundhouse fue un taller ferroviario en el barrio de Camden, hasta que en los sesenta se recicló en teatro y sala de conciertos. Por allí pasó la crema del underground británico, entre nubes de humo afgano y marroquí. Oye, cogías un colocón suave sólo con respirar.

Se supone que el acceso es gratuito pero, ah, me exigen abrir una cuenta en iTunes. Y lo odio. Detesto que me hagan esas preguntas de cancerbero de inmigración: “¿en qué ciudad se conocieron tus padres?”

 Antes de “entrar” en ese grato espacio circular, un sobresalto. Se supone que el acceso es gratuito pero, ah, me exigen abrir una cuenta en iTunes. Ya tenía una, lo juro por Steve Jobs, pero los datos se quedaron en el antiguo ordenador y ni recuerdo el nombre que entonces usaba. Así que me veo obligado a sacar una tarjeta de crédito y repetir el proceso. Y lo odio. Detesto que me hagan esas preguntas de cancerbero de inmigración: “¿en qué ciudad se conocieron tus padres?”, “¿cómo se llamaba tu primera mascota?”, “¿cuál fue tu primer viaje en avión?”. Nerviosismo: ya sé que son precauciones de seguridad para el caso de que extravíes la contraseña pero eso no me ha ayudado antes y te abruma la sensación de que cualquier error te impedirá entrar. Y ya ha pasado la hora prevista, maldición.

Trámite resuelto y compruebo que en el Mundo Gaga tampoco se rinde culto al reloj: todo va retrasado, prerrogativa de cualquier luminaria del pop. Cuando finalmente se encienden los focos y puedo intuir al público, resulta que no es para tanto. Dominan las chicas “normalitas” en las primeras filas y hasta se han colado esos clásicos de las raves que son los palitos fluorescentes.

También descubro que no va a ser un concierto más: se trata de adelantar temas de su siguiente disco, ARTPOP, previsto para noviembre. Así que Lady Gaga tiene necesidad de explicarse: habla y habla como un cantautor verboso. Sorprendentemente, suena a las obviedades de cualquier figura en piloto automático: “quiero hacer música que me libere” o “soy fan de todo tipo de música.” Eso y las largas pausas entre canción y canción hacen que no se logre mucho ímpetu a lo largo del show.

se trata de adelantar temas de su siguiente disco, ARTPOP. Así que Lady Gaga tiene necesidad de explicarse: habla y habla como un cantautor verboso

No podía ser de otra manera: se cambia de indumentaria prácticamente en cada número, a veces ante el público o fuera del escenario, mientras la banda toca el chill out más soso del mundo. La vemos descalza y con botas, con pelo de Rey León y con su cabellera natural, disfrazada y “natural”. Pero les ahorro descripciones: hoy se pueden ver los temas sin tiempos muertos.

El argumento detrás del título del nuevo disco parece sugerir la introducción de elementos del arte de vanguardia (recuerden, hasta se ha aliado con ese fantasma llamado Marina Abramovic) en el pop de consumo. Pero no, no lo veo. Se presenta con una máscara tipo burka y espero alguna manifestación contra la intolerancia islámica, que impidió su presentación en Yakarta. En “Swine”, su cuerpo de baile parece vestido para la guerra bacteriológica y me imagino que hará alguna mención a Siria y el automatismo belicista de Barack Obama. Nada de nada.

 Así que queda la música. SI la primera Lady Gaga conectaba fácilmente por su habilidad para fagocitar el pop de estadios, ahora parece haber retrocedido a sus raíces, con modos de electroclash y presencia de raperos (recuerden, fue fichada inicialmente por Def Jam, entonces emblemático imperio del hip-hop). También hay alguna balada al piano pero el resto de la música suena a producto de batidora, ese puré donde los tropiezos pueden saber a world music, moderno R&B o, incluso, prog rock. No falta un número onanista, que resulta escasamente erótico. Demasiado pronto para afirmarlo con rotundidad pero uno sospecha que la rama musical de Haus of Gaga no se ha lucido en ARTPOP, no a la altura de los responsables del look, la coreografía y demás.

Tampoco ayuda que haya un incómodo desfase en la transmisión: la imagen llega antes que el sonido. Al menos, en mi PC, que también se cuelga un par de veces y luego emite algún pitido hiriente. Puede que sea cosa de mi infraestructura informática, puede que -como aseguran los pesimistas- cada vez estemos más cercanos al Tercer Mundo.

Al final, echo una mirada a Twitter. No encuentro quejas técnicas, con lo que me siento bicho raro. Los debates son previsibles: las cuerdas vocales de la cantante, el porcentaje de sonido pregrabado y, atención, ese final con el bailarín negro subiendo por el aire a Lady Gaga, con la mano firmemente apoyada en su pubis. Por lo que leo, algunos de los little monsters no son tan liberales como creía.

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