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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Macho

Es tan fértil el machismo español que incluso le dio al mundo la palabra macho

Juan Cruz
Imagen de Man Men.
Imagen de Man Men.

Es tan fértil el machismo español que incluso le dio al mundo la palabra macho. Mucho macho hombre, he escuchado decir a los ingleses. Ahora la Lotería, tan española como los abrazos que describía Larra, ha hecho su programa macho y ha lanzado ese anuncio (“Deja que te toque”) que parece una teoría del azar traducido por un macho. Azar y machismo, no estaría mal la tesis.

Al machismo lo carga el diablo, y a los anuncios también. En Mad Men, que acaba en el Plus, se han preocupado tanto por contar la energía sinuosa de esa empresa que casi nunca hicieron un anuncio que llamara la atención. Y cuando acaba la temporada ponen en marcha uno que desbarata a la cúpula, porque Draper (que ha sido el más mucho macho hombre de todos) advierte en su hechura la mano del machismo. El anuncio no es machista, o no mucho, pero lo que hay detrás responde a los patrones del déjate tocar que aquí le tocó a la Lotería.

La tele es un relato, dicen los expertos. En plan doméstico, ese relato le da sentido a la dedicación del que la ve por oficio. Cuando acabó ese capítulo de Mad Men en el que a Draper lo llaman monstruo me fui a TCM y allí estaba, otra vez, Sed de mal, en la que se retrata al monstruo en estado puro. Antes de ver naufragar el cuerpo inerte de Quinlan (Orson Welles en su estado más impuro, más esencial) el macho, todos los machos, han expresado con maldad y desvergüenza su desprecio del otro, y sobre todo de la otra. Y en esas imágenes finales una mujer, su amante, rescata al monstruo de su detritus. “Un hombre especial”. ¿No puede decir nada más?, le pregunta el fiscal. “Qué importa lo que se diga sobre una persona”.

En Mad Men, Draper termina enrollado en sí mismo, asustado otra vez por un pasado que ahora despierta en él esa apelación terrible: “Eres un monstruo”. En el pico de su borrachera, Quinlan ha querido que su amante triste le lea el futuro. “Tu futuro está agotado”. Cuando Draper se enrolla y dimite de la luz y del día y quizá del porvenir parece caer sobre él, con esa palabra, la misma condena. Quién sabe. Lo cierto es que todas esas imágenes juntas parecen ahora un retrato del macho enfrentado a su espejo roto. Despojado, el hombre sin atributos se pregunta quién fue. Fue macho.

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