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SILLÓN DE OREJAS

Peligros (gastronómicos) del verano

Nuestra 'rentrée' novelesca será abundante: Vargas Llosa o Ricardo Piglia, entre las novedades La literatura infantil y juvenil (Lij) es la que menos está sufriendo los embates de la crisis

Manuel Rodríguez Rivero
Ilustración de Max.
Ilustración de Max.

Tengo la sospecha de que la descomposición intestinal que me ha afectado la última semana (y perdonen esta franqueza naturalista que nadie me ha pedido) tiene que ver con mi estúpida manía de cumplir con el Ramadán al revés: comía mientras había luz y ayunaba por la noche. Lo cierto es que el otro día, y contra mi costumbre, acepté un par de petisús que me ofrecieron en una apacible tertulia veraniega de gentes de letras. Al parecer, no estaban en mal estado, porque la gastroenteritis solo me afectó a mí, pero lo cierto es que me he pasado un par de días viajando sin parar desde mi acogedor sillón de orejas a otro menos confortable fabricado por Roca, mientras me acordaba del pobre Altobello (El Padrino III) zampándose en la Ópera de Palermo los cannoli envenenados de Connie. Entre tanto ir y venir tuve tiempo de reflexionar acerca del modo en que la literatura ha reflejado las, digamos, visitas al excusado, algo que se supone que también realizan diariamente (salvo estreñimiento crónico) los personajes de las novelas. De Aristófanes a Quevedo o Swift, pasando por toda la gran tradición escatológica medieval (en su acepción referida no a vida de ultratumba, sino a la muy terrenal y excrementicia) y por el inclasificable Rabelais, la parte menos brillante de las deyecciones de nuestro ser corpóreo destinado a pudrirse ha sido profusamente tratada por la tradición realista y satírica. Los modernistas vuelven a rescatar el asunto: durante el día en que transcurre el Ulises —que leí gracias al entusiasmo del recientemente fallecido Cándido Pérez Gállego— Joyce no olvida las necesidades fisiológicas de Leopold Bloom, a quien encontramos (parte II, capítulo referido a Calipso), encuclillado en el retrete leyendo sin prisas un periódico: “A medio camino, rindiendo su última resistencia, permitió a sus tripas liberarse tranquilamente mientras leía” y añade en un perfecto indirecto libre: “ese ligero estreñimiento de ayer ha desaparecido del todo”. Una escena —la de leer sentado en el excusado— que casi todo el mundo realiza a diario. Paul Auster, un escritor fino donde los haya, también nos describe en Ciudad de cristal (1985) a su protagonista Quinn sentado en el retrete in the act of expelling a turd cuando vuelve a llamarle por teléfono alguien que insiste en preguntarle por Paul Auster. Y Kundera sorprende a su protagonista femenina en La insoportable levedad del ser (1984) también sentada en un retrete: “mientras vaciaba sus tripas, Teresa fue invadida por una sensación de infinita tristeza y soledad”, dos sensaciones con las que tanto me he identificado estos días agosteños y pegajosos. Bueno, termino aquí esta pequeña y un poco cochina incursión escatológica. Al fin y al cabo, ustedes no tienen la culpa.

Novelas

Leo en LivresHebdo, el semanario profesional de la edición francesa, que este año los editores de allí van a contenerse un poco a la hora de publicar libros para la rentrée. Desde finales de agosto a finales de octubre están programadas “solo” 555 novelas, lo que supone un 15% menos que el año anterior. De entre ellas, 197 serán extranjeras (una veintena traducida del español, mayoritarios los latinoamericanos) y, el resto, del área francófona. No me pregunten cuántas novelas se publicarán en España en ese mismo periodo porque aquí nadie hace el cálculo —lo que me parece increíble—, tal vez porque los editores españoles no siempre son rigurosos o puntuales a la hora de enviar sus datos a las agencias u organismos que podrían procesarlos. En todo caso, nuestra rentrée novelesca también será abundante, a juzgar por las programaciones que me han llegado hasta la fecha. Uno, claro está, tiene sus preferencias y, entre las que tengo noticia (aún no me han llegado todos los avances), y por limitarme solo a novelas del ámbito hispánico, me fijo de modo especial en las nuevas de Vargas Llosa (El héroe discreto, Alfaguara), Ramón Buenaventura (NWTY, Alianza), José María Guelbenzu (Mentiras aceptadas, Siruela), Gonzalo Torné (Divorcio en el aire, Mondadori), Juan Gabriel Vásquez (Las reputaciones, Alfaguara), Ricardo Piglia (El camino de ida, Anagrama), Alicia Plante (Fuera de temporada, Adriana Hidalgo editora) e Isaac Rosa (La habitación oscura, Seix Barral), que llegarán a las librerías en septiembre y octubre. De todas ellas la única que he podido leer en pruebas (algo que no les aconsejo que hagan nunca) es la de Vargas Llosa, una estupenda historia en el Perú económicamente emergente de ahora mismo en torno a las peripecias de un empresario de transportes piurano sometido a chantaje y un hombre de negocios limeño que toma una decisión vital que irritará profundamente a sus agalbanados y ambiciosos hijos. Dos héroes, a su manera, que se enfrentan con dignidad a su destino y a las convenciones de la sociedad en que viven. Todo ello en clave de melodrama y con enormes dosis de humor, ironía y ternura. Y con la presencia de viejos amigos de los lectores del maestro peruano: don Rigoberto y doña Lucrecia (que, por cierto, siguen dale que te pego en la cama, aunque ahora más viejos) y su hijo Fonchito, el sargento Lituma, etcétera. Uno puede preferir otras novelas de don Mario, pero una cosa es cierta: basta con leer las primeras cinco páginas para darse cuenta de que nos reclama alguien que domina magistralmente el arte de contar historias.

Pequeños

La literatura infantil y juvenil (Lij) es uno de los subsectores de la edición que menos está sufriendo los embates de la crisis. A falta de datos de los editores relativos a 2012, que podrían reflejar cierto descenso, lo cierto es que en 2011 se produjeron en esta franja del mercado 12.299 títulos, lo que supone un 14,8% de la producción total. En formato digital, en cambio, los libros infantiles y juveniles solo representan el 1,5% del total producido en este soporte, y su crecimiento es todavía lento. A pesar de todo, hay quien apuesta por ello: Leer-e, una editorial especializada en libros digitales, ha lanzado la colección Akobloom, cuyo objetivo es recuperar y volver a poner en circulación libros infantiles y juveniles descatalogados (y libres de compromisos editoriales) de autores de calidad; entre los primeros títulos se encuentran obras de Juan Farias, Concha López Narváez, Pilar Mateos o Jesús Ballaz. En cuanto a los libros de papel, Kalandraka, una de mis editoriales de Lij favoritas, acaba de publicar El carnaval de los animales, la suite (1886) de Camille Saint-Saëns, con texto de acompañamiento de J. A. Abad Varela e ilustraciones de J. Vaz de Carvalho; el álbum incluye un cedé grabado por la Academy of London para que los niños (a partir de 7 años) se familiaricen con la música clásica. Entre los libros para adolescentes que se anuncian para la rentrée, selecciono El libro de las maravillas y Los cuentos de Tanglewood, dos estupendas narraciones de Nathaniel Hawthorne en un solo volumen (con las ilustraciones antiguas de Walter Crane y Virginia Frances Sterrett) que desarrollan, como historias dentro de la historia, algunos de los más importantes mitos clásicos; Alba lo pondrá a la venta en octubre.

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