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Olimpo musical en los Alpes

El certamen celebra sus 20 años de existencia con un programa repleto de conciertos Al festival se suman las clases magistrales dictadas por números uno mundiales

Algunos artistas del Festival de Verbier.
Algunos artistas del Festival de Verbier.

Casi cualquiera de los músicos presentes en Verbier la noche del domingo sería capaz de llenar las mejores salas de Europa por separado. Pero verlos a todos juntos en un mismo escenario y una misma noche es algo rayano en la proeza. Si a eso añadimos que esta constelación de estrellas de la música clásica se encontraba en el medio de los Alpes suizos, ya hay que hablar casi de milagro.

Lograr esto está al alcance de unos pocos elegidos, entre los que sin duda se puede contar a Martin Engstroem. Este sueco nacido en 1953 y fogueado como agente y promotor de conciertos tuvo la idea de crear un festival musical en una estación de esquí de segunda zona como estrategia para atraer inversores. Una apuesta arriesgada que parece haber dado resultados a juzgar por el despliegue de marcas de lujo que patrocinan su evento y la cantidad de empresarios millonarios y capitanes de la industria que tienen hoy en Verbier sus segundas residencias.

Pero no solo de relojes y bancos suizos vive el hombre. Engstroem supo apostar por la educación musical como forma de dar valor añadido a su cita alpina. Es así que desde un primer momento la carta de presentación del Verbier Festival fue su orquesta de jóvenes llegados del mundo entero para aprender junto a batutas legendarias como las de James Levine, Kurt Masur, Valeri Gergiev o Michael Tilson-Thomas. Hoy, la orquesta se ha convertido en una de las mejores escuelas orquestales del mundo, y los aspirantes se pelean por un puesto.

A ello se suman las clases magistrales dadas en el marco de la Verbier Academy por los números uno mundiales. Aunque no son pocas las voces que critican que Verbier fomenta una cultura del “star system” de un elitismo asfixiante. Es posible, pero a juzgar por los resultados, solo las estrellas parecen capaces de garantizar atención mediática, continuidad y el vital maná que proveen los sponsors. El presupuesto de esta edición ha rozado los 10 millones de francos suizos (8.2 millones de euros).

Pero volvamos a la gala del 20 aniversario, cuyo programa fue guardado con un nivel de secreto digno del KGB hasta el último minuto. Abrió el fuego la diva china Yuja Wang, vestida con uno de sus habituales mini vestidos que tanto dan que hablar en el mundillo musical. La pianista atacó el Sexteto de Mendelssohn acompañada de otras estrellas como Renaud Capuçon en el cello, Vilde Frang en el violín o el carismático viola neoyorquino David Aaron Carpenter.

Comenzaba así una velada en la que pasaron desde el “crooner” canadiense Rufus Wainwright, hasta el Cuarteto Ebène o el mítico pianista Menahem Pressler, fundador del Beaux Arts Trio. Destacó la apabullante prestación del clarinetista Martin Frost haciendo un “klezmer” vertiginoso, que puso a la sala en pie.

Tras una primera parte para todos los gustos, el maratónico concierto se guardaba aún una sorpresa. El espectador descubre un escenario partido en el que hay dos pianos separados por una mampara negra. El montaje sirve para la presentación de los “24 Preludios” de Chopin interpretados en violín, cello, o clarinete. El arreglo es gentileza de Dimitri Sitkovetsky, presencia habitual del festival.

Es así que mientras Yuja Wang acompaña a Gauthier Capuçon en un preludio, en el otro piano se preparan Lili y Mischa Maisky, o Leonidas Kavakos y Daniil Trifonov. Sin parar un momento y con prohibición expresa de aplausos entre los preludios para no romper la coherencia de la obra. Y un detalle para el recuerdo: el enorme pianista austriaco, ya retirado, Alfred Brendel cumpliendo la muy modesta tarea de pasar las hojas de la partitura de Emanuel Ax. Tras casi cuatro horas de concierto, una sala entregada ovacionó a los casi 40 músicos que bebían champagne rodeando a los “padres” del Verbier Festival: Martin Engstroem y el israelí Avi Shoshani.

Entre rosas, brindis y parabienes la cuestión que se impone ahora al que muchos consideran “el mayor festival musical de Europa fuera de una gran ciudad” es cómo superar un listón que está ya tan alto. El tiempo dirá cuál es la estrategia de Verbier para seguir siendo referencia en su campo. 

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